La Secta del Cash
Un tema que levantó revuelo, sobre todo por quién desarrolla el tema, es el libro de El Rey del Cash, en el
que la periodista Luz Elena Chávez revela parte del legal financiamiento usado por Andrés Manuel López Obrador en sus campañas antes de ser presidente.
En lugar de llamarse El Rey del Cash, la obra debió llamarse “La Secta del Cash”, ya que todos los implicados en la recaudación de millones de pesos en efectivo -la mayoría de los cuales hoy están en el poder- terminaron inmensamente ricos.
El cómo lo hacían no es ningún secreto, pues todo mundo sabía que municipios, congresos y estados gobernados por el PRD eran sangrados para que aportaran recursos públicos a la causa lopezobradorista.
Quienes conocen la política no se espantan del manejo en efectivo de millones de pesos, pues para ganar se requieren recursos para armar y mantener amplias estructuras territoriales, además de una complicada logística de campaña.
Ningún funcionario que haya llegado a un cargo lo hizo con su propio dinero, pues el financiamiento público no alcanza para competir con los candidatos que tienen grandes capitales. O de plano porque los dirigentes se los roban.
Es más, nadie habría reclamado que López Obrador usara recursos públicos fuera de la normatividad en su lucha política. Lo que causa indignación es que se trata de un político que siempre ha negado tomar un peso del erario y que fincó su triunfo atacando la corrupción.
Este libro narra las vivencias de la escritora al lado de quien desde finales de los años 90 ha sido el más fiel escudero de Andrés Manuel. Se trata de César Yáñez Centeno, vocero y “hermano del presidente”, con quien Luz Elena vivió 18 años.
Durante ese tiempo, la escritora atestiguó de los oscuros acuerdos que el equipo del tabasqueño hacía con personajes de todo tipo, a fin de que siempre hubiera dinero fresco para distribuirse entre los colaboradores del eterno candidato presidencial.
En su relato, la autora revela nombres de personajes cercanos al presidente, que si bien estaban en el escrutinio público, jamás habían sido señalados por alguien de adentro; desde las entrañas del monstruo.
Con dinero robado a los mexicanos, incluso a los municipios más pobres del país, se pudo construir Morena, el movimiento que en 2018 llevó al poder a López Obrador, y que dio cobijo a un sinfín de verdaderos pillos.
En esta obra se dan a conocer nombres de políticos y empresarios, entre ellos varios gobernadores y dirigentes de partidos, que sacaron recursos de todos lados para aportarlos a la causa.
Los simpatizantes de la 4-T dicen que nada de lo que dice el libro es cierto. Que se trata de ataques de los conservadores al proyecto transformador de Andrés Manuel, y que no se presenta una sola prueba.
Efectivamente, el libro es testimonial y no se publican pruebas importantes que sustenten lo que ahí se narra. Pero eso no quiere decir que no existan, pues la autora afirma tenerlas a buen resguardo y advierte que las daría a conocer en caso de alguna represalia.
Independientemente de que estas pruebas existan o no, nadie mejor que los propios trabajadores del gobierno son testigos. Pues desde que López Obrador llegó a la Jefatura del Distrito Federal fueron obligados a entregar un porcentaje de sus sueldos.
El creador de los moches a la burocracia capitalina fue Octavio Oropeza, el actual director de Pemex, que en ese tiempo llegó como oficial mayor del gobierno. Además de controlar los contratos públicos, obligó a que los trabajadores cooperaran para la causa.
Quienes se escaparon un poco fueron los sindicalizados, que fueron presionados para que soltaron el moche, pero se apartaban en su base laboral.
Los que no tenían para dónde hacerse eran los trabajadores de confianza; entregaban en efectivo al menos el 10 por ciento de su salario a sus jefes directos, y ellos lo hacían llegar a los operadores de López Obrador.
A ellos nadie les puede decir que es falso que lo de los moches dentro del gobierno de la Honestidad Valiente; lo sufrieron en carne propia.
Y aunque el gobierno no ha querido darle importancia a este libro, es claro que su publicación afectó al presidente, cuya popularidad ha caído por primera vez desde que llegó al poder, a menos del 50 por ciento de aprobación.
Mientras el tabasqueño tiene que cargar sobre sus espaldas el mote de El Rey del Cash, sus operadores cercanos siguen hinchando sus carteras.
Por eso, más que El Rey del Cash, tendría que llamarse “La Secta del Cash”.