Opinión

Memoria Fresca

El calor, era agobiante.

Tórrido. Asfixiante. Un bochorno que castigaba inmisericorde.

Tarde de caminata por el malecón de Chetumal, capital del estado de Quinta Roo.

Paseo tropical en medio de un clima ardiente, abrasador, que perlaba los rostros de sudor y bañaba los cuerpos con la transpiración.

Humedad que invitaba al consumo de líquidos refrescantes.

Sin embargo, no producía una fatiga que hiciera retornar a las habitaciones donde el aire acondicionado diera un respiro.

Era cuestión de adaptarse y disfrutar del seductor ambiente caribeño.

La majestuosa bahía invitaba a recrearse de un esplendor hechizante, cautivador, mientras se construían diálogos de fraternidad y compañerismo.

Mi interlocutor, era Baltazar Torres. Fotógrafo de grandes alcances profesionales.

No era la primera vez que viajábamos juntos.

Tampoco una etapa inicial en la búsqueda informativa para ofrecerla a los lectores de La Prensa, diario que nos abrió las puertas para comunicar y trasmitir nuestros esfuerzos.

Hombre de gruesa masa corporal y enormes bigotes, Torres Rico alimentaba propuestas para ampliar los temas periodísticos.

Ese día, cercano el anochecer, caminábamos para aligerar los efectos de una fastuosa comida en Bacalar.

Sitio donde un cenote pasmoso y sorprendente paisaje, acompañado de bellas aguas, invitan a la reflexión.

Por supuesto la degustación culinaria incluía un manjar, donde el jabalí fue el platillo principal.

Chetumal hace frontera con Belice, donde convergen las poblaciones subteniente López y Santa Elena.

Durante la andanza donde contemplábamos esas aguas de imponente azul turquesa,  el experto de las cámaras fotográficas soltó lo que para él era una ocurrencia:

Oye Negro, por supuesto ninguno de los dos somos güeros ni rubios, ¿Valdría la pena hacer un reportaje de Belice?

El recorrido se interrumpió momentáneamente. Nos miramos fijamente y la respuesta inmediata fue:

Nos estamos tardando. Mañana iremos a conocer Belize (así es escrito por los oriundos de ese país).

No teníamos idea del tema que buscaríamos, pero el reto flotaba en el aire y ya tendríamos oportunidad de encontrar el argumento.

A la mañana siguiente, perfectamente acicalados, rentamos un auto y la emprendimos con rumbo al país desconocido.

En el lobby del hotel había una mesa de centro llena de revistas.

La portada de una de ellas destacaba la fotografía de George Price, Primer Ministro de Belice, quien de inmediato de convirtió en el objetivo del viaje.

Atravesamos la frontera y al llegar a la población beliceña de Corozal, indagamos cómo llegar a la capital de aquel país del que no conocíamos nada, pero lo que se dice nada.

Lo primero en averiguar fue que Belmopán era la capital donde estaban asentadas las oficinas de aquella colonia británica.

Tiempo después arribamos a la ciudad y luego de atravesar un pequeño y estrecho puente, donde apenas cabía un vehículo, encontramos la primera sorpresa:

Un individuo de piel oscura, ese sí Negro sin referencia peyorativa, se acercó con una valija. Sin más la abrió y ofertó su contenido.

Había mariguana, pastillas y otros estupefacientes que, sin pudor alguno, ofertaba quitado de la pena.

Como Dios nos dio a entender, llegamos hasta el Ministerio.

En esa misma calle estacionamos el auto al no haber restricciones oficiales que lo impidieran.

OSADÍA EXTREMA

Al llegar a las puertas de la oficina del Primer Ministro nos interceptó un individuo de piel que hacía recordar el charol, de impresionante estatura, era más largo que la cuaresma.

Vestía un viejo uniforme de color azul marino. Raído, con parches que saltaban a la vista. Proyectaba pobreza cercana a la miseria.

Luego de identificarnos, explicamos el motivo de la presencia. Entrevistar a George Price.

En principio hubo negativas y pretextos.

Pero pasado un buen rato, algo así como media hora, y después de un extenso catálogo de argumentos ingresamos al despacho principal.

Fuimos recibidos por un hombre pulcro, él sí rubio de impresionantes ojos azules, y de enorme estatura solamente superada por la decencia y los buenos modales.

Hubo un extenso inventario de argumentos, en los que todos terminaban con una negativa para conceder la entrevista.

Explicó, de la mejor manera, que trabajaba en la redacción del proyecto de una Constitución para independizar a Belice.

Ahí estaba el punto a tratarse, pero era imposible convencerlo.

Belice era una colonia del Reino Unido. Estaba  a punto de iniciar la década de los años 80. Era tardía su independencia de la Corona británica y su diferendo territorial con Guatemala, un infierno.

Gran Bretaña concedió a la Honduras Británica el autogobierno en 1964, y el líder del PUP, George Price, se convirtió en primer ministro de la colonia.

La Honduras Británica fue rebautizada oficialmente como Belice en 1973, pero el presidente de Guatemala reconoció formalmente la independencia de Belice hasta 1992.

George Cadle Price nació el 15 de enero de 1919 en Ciudad Belice y murió dos días antes que Belice celebrara su 30 aniversario, 10 días antes que el partido que él fundó (el Popular Unido) conmemorara 61 años. Cuatro meses antes de que él cumpliera 93 años de edad.

Gobernó un tercio de siglo mediante un sistema multipartidista, algo que nadie le ha superado en Hispanoamérica.

En 1956 fue electo alcalde de Belice, luego de 1961 a 1981 fue el primer y único premier que tuvo ese país en sus últimas dos décadas como colonia.

Después fue el primer y tercer mandatario tras la independencia (1981-84 y 1989-93).

Price evitó que su país fuera anexado a Guatemala, que pedía que se restituyera su costa caribeña capturada por los británicos tal y como pasó antes con Nicaragua.

Price logró que una colonia tan étnicamente heterogénea modificara su nombre de Honduras Británica a Belice y fuera formando una identidad nacional.

Cuando lo visitamos, George Price era el Primer Ministro de Belice y un destacado líder, un hombre de una visión política extraordinaria.

Sin saberlo, teníamos frente a nosotros a uno de los arquitectos de la independencia de Belice. Por cierto que hoy es considerado como el padre de la nación centroamericana.

Estaba visto que no lograríamos la tan ansiada entrevista, por lo que pedí al bigotón Baltazar Torres que tomara una foto donde yo apareciera junto al prominente personaje.

Ambos aceptaron lo que les pedía.

Luego vino un amigable intercambio de comentarios.

Cálido, de impresionante sencillez y amabilidad, se refería a México con un enorme y destacado respeto.

Todo iba bien hasta que Baltazar, en medio de acciones nerviosas, se mostró insistente que nos retiráramos.

Incluso daba la impresión de ser fastidioso. Ante lo que califiqué, en ese momento, de irracional me despedí de nuestro anfitrión.

Una vez que abordamos el automóvil para retornar a territorio mexicano, Baltazar hurgó en su maleta y sacó un fajo de papeles.

Mira Negro, no sé qué será pero a lo mejor sirve para que armes tu nota.

La sorpresa fue mayúscula, mi compañero de la lente se había apropiado de una copia original del proyecto de Independencia.

Me dieron ganas hasta de besarlo, pero no hubo más que reprimir ese deseo.

Bendito robo de Baltazar, que nos colocó con fotografía y cabeza principal de primera plana en la portada.

Yo lucía radiante junto al Primer Ministro de una colonia que agonizaba.

La Prensa publicó, dos años antes en exclusiva a nivel mundial, la solicitud, argumentos y motivos para que la noticia del 21 de septiembre de 1981 anunciara la Independencia de Belice del Reino Unido de Gran Bretaña.

 

 

Etiquetas
Ver más

Notas Relacionadas

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Back to top button
Close