Opinión

Trabajo informal, deuda histórica de reivindicación social

“El sistema de gobierno más perfecto, es aquel que produce mayor suma de felicidad posible, mayor suma de seguridad social y mayor suma de estabilidad política.”

Simón Bolivar.

Cada nación, es lo que sus hombres y mujeres trabajan, la viabilidad de un país, depende de la correlativa estabilidad económica y social de sus habitantes.

En materia de trabajo, en nuestro país hay muy graves inconsistencias que demandan nuestra atención y debemos corregir, una de ellas es la penosa indiferencia para reaccionar ante las injustas condiciones del trabajo informal.

Esa deuda social ya debe ser atendida.

La relación que existe entre patrón y trabajadores es de naturaleza social y tiene tutela constitucional y legal del Estado, su vigilancia es de orden e interés público y es tan importante que hay compromisos internacionales de enaltecer y dignificar las condiciones de trabajo.

La connotación universal de ser un derecho social, no es poca cosa, significa que es asistencial y se rige por normas protectoras de los agentes vulnerables que son los trabajadores.

Por razones históricas y la forma como está organizada la sociedad, se sobre entiende que el patrón tiene necesidad de contar con mano de obra para sus propósitos de lucro o para atender compromisos gubernamentales si es el gobierno.

A diferencia, los trabajadores chambeamos para obtener recursos que nos permitan solventar nuestras necesidades de sobrevivencia y la de nuestra familia, es obvio que el patrón y trabajadores, nos vinculamos por razones distintas.

Por eso es obvio que existe una desventaja en la relación, mientras que nosotros lo necesitamos para comer para el patrón somos fácilmente sustituibles.

Esa desventaja justifica la tutela del Estado y de las leyes, para que no se convierta en abuso; por eso debe ser cuidadosamente vigilada por sindicatos y autoridades.

Esa tutela asegura beneficios como la remuneración, la seguridad social y prestaciones que son derechos fundamentales y verificables cuando trabajamos con patrones establecidos bajo la vigilancia de la autoridad, lo que sólo acontece con menos de la mitad de las fuentes de empleo nacionales.

Ciertamente, en nuestro país, existe un muy amplio umbral de empleo informal y es en este, donde se actualizan situaciones gravísimas.

Es trabajo informal el que existe con el auto empleo, con el no remunerado en el campo, principalmente en comunidades remotas, pasa también en ciudades, lo hay cuando lo prestan amigos, familiares o niños en micro negocios familiares o comunitarios.

La Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo del INEGI, indicó que al cierre del 2021 son más de 31 millones de personas trabajando en la informalidad en México.

Significa que son el 56.5% de la fuerza de trabajo nacional y que la sobrevivencia económica de la mayoría de familias mexicanas depende de esta forma de operar, sin seguridad social ni esperanza de un futuro que les ofrezca una vejez solvente o serena.

La pomposa tutela del Estado comprometida al triunfo de la Revolución de hace 110 años pactada ante todo el mundo, hoy no alcanza para la mayoría de los trabajadores de México ni sus familias y ¡Eso es muy grave!

El empleo informal, generalmente es mínimamente remunerado, no paga impuestos, no aporta cuotas obrero patronales, no es sindicalizado, tampoco es supervisado, no ofrece estabilidad en el empleo, suele ser insalubre, encubrir comportamientos tiranos y abusos de difícil descripción y comprensión.

Sin embargo y paradójicamente, es el que ofrece ocupación a muchos mexicanos y una alternativa real de ingresos con la que viven, es el que ofrece una esperanza de ocupación y desarrollo; constituye el corazón de la economía nacional más cercana al piso social, justo de la que dependen la mayoría de familias mexicanas.

Sus aportaciones a la satisfacción de necesidades de subsistencia de millones de familias son reales, ¡Es importantísima e inconmensurablemente grande como para ser cuasi invisible!

¿Por qué, entonces, prevalecen en esas condiciones laborales injustas y sin tutela estatal, no obstante las graves consecuencias para los proyectos de vida de los trabajadores y los beneficios innegables que aportan a la economía nacional y al consumo?

México no lo ha resuelto, el abandono del tema se explica en la indiferencia generalizada de la sociedad y gobierno acerca de estos grandes segmentos de la sociedad.

Continuará mientras el gobierno y la sociedad no comprendamos a esos sectores con mejor sensibilidad y solidaridad social y mientras no les ofrezcamos atención y apoyos de asistencia social asequibles que mejoren sus condiciones de vida.

México debe reorientar su política social, esta tarea es impostergable, debe atenderse, de a deveras, sin demagogias, primero a los pobres y este tema debiera ser una alta prioridad en la agenda de todos.

A México le conviene llevar la salud a toda su población e incorporarla a la seguridad social, es una deuda social pendiente que tenemos todos los mexicanos, que curiosamente no ha vindicado ningún movimiento social; dejar de atender a los trabajadores que son la fuerza productiva de la sociedad es caro, por supuesto.

Pero ¡Es más caro no atenderlos!, nos cuesta el dolor de muchos mexicanos padeciendo enfermedades o una vejez en condiciones de lastimosa pobreza y tristeza, nos cuesta la infelicidad de la mayoría de mexicanos adultos mayores.

Por el bien de todos, sin demagogia, debemos atender cuanto antes a los trabajadores más necesitados y entender la solidaridad social como una prioridad del Estado.

A México, ya nos costó una revolución social, ojalá los necesitados no nos tengan que enseñar que no aprendimos de nuestra historia.

                                                                       carblanc@yahoo.com

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