Opinión

Diferencias entre un buen jefe y uno nefasto

Una persona feliz no tiene un determinado conjunto de

circunstancias, sino un conjunto de actitudes.

                                                                              “Hugh Downs.

¿Qué distingue un buen jefe de uno nefasto?

Cuando joven me sorprendía que jefes nefastos podían ser exitosos en sus resultados y eran percibidos como empresarialmente rentables, pero eso no les quitaba lo patán, lo abusivos o lo humanamente miserables.

Cuando pensaba en este dilema de buenos y malos, circulaban por mi mente ideas como la eficacia para encontrar soluciones, o producir resultados, la habilidad para pensar, decidir o hacer, su pericia, la solidaridad con los colaboradores, la formación, lo amigable de su conducta, lo disciplinado en el cumplimiento de sus deberes, el liderazgo, etcétera y me visitaban recuerdos de personajes de todos colores y sabores de jefes y empleados.

No me llenaban las respuestas, entre otras razones, porque a un jefe se le observa desde varios enfoques, el de subordinado, el de superior o como público usuario de servicios y cada uno podría tener ópticas acertadas y simultáneamente incompatibles.

Con el tiempo aprendí, que, en efecto, todas esas medidas de valor, son usadas al gusto para juzgar unos a otros, cada quién desde donde le importe, entendí que ese tema no admitía objetividades, era esencialmente subjetivo y sobre el asunto no hay reglas absolutas.

Sin embargo el tiempo me enseñó que todas esas tribulaciones encontraban un punto de coincidencia de validez universal indiscutible que es la tan valiosa, gratuita, escasa y magnífica buena actitud.

Una buena actitud positiva, produce empatía con todo lo que se hace, provoca una reacción expansiva de empatías colaterales que suman, hacen sinergia y se vuelven detonantes de resultados inusitados.

Todo trabajo exige un esfuerzo y ello implica una dificultad, pero es mucho más complejo cuando las cosas se “tienen” que hacer; en cambio, es menos pesado y hasta cómodo y divertido, cuando lo “queremos” hacer y la diferencia, es tan sólo la buena actitud; esa es la pequeña, pero gigantesca diferencia y es una regla indiscutible que incluye a subordinados, superiores y terceros.

El negligente, genera muy malas vibras y se le suelen entorpecer las cosas porque sólo suma complicaciones que crispan frustraciones, la mala actitud es una enfermedad del alma y se lleva consigo a cada sitio, duerme con quien la padece y lo acompaña en su tumba y pervive en la memoria de sus sobrevivientes.

A diferencia, la actitud positiva, es la luz que llevas a todos lados, te acompaña, te ilumina, te hace sentir radiante pase lo que pase, es de buena vibra.

Cuando mi padre hablaba conmigo sobre mis calificaciones, decía, no importa si fue un 3, o un 6 o un 10, lo que verdaderamente importa es que corresponda a la calidad de tu esfuerzo, si fue de 3 con todo tu esfuerzo, ¡Felicidades!, luchaste; pero si esa evaluación fue merecida por reflejar tu negligencia, el problema no está en el evaluador, sino en ti.

Es penoso porque refleja tu indiferencia, tu apatía, pero sabe a gloria si diste tu máxima capacidad para lograrlo.

Tenía toda la razón.

Hoy se han borrado de mi memoria todos mis episodios en los que no aposté más que una frívola inercia.

Pero guardo en el alma como un tesoro sagrado, mis recuerdos de tantas luchas en las que puse mi ánimo, mi pasión y me aposté a mí mismo al límite de mis fuerzas.

Es la buena actitud para participar lo que hace la diferencia entre un buen jefe y uno nefasto, la actitud es ese valor imperceptible a los sentidos que enamora, que encanta, que se contagia y que aporta felicidad.

Es ese hechizo que todo lo vuelve genial, las catástrofes en oportunidades, las pérdidas en ganancias, es también la diferencia en todo lo que hacemos en nuestra vida.

Pero entraña una muy curiosa ironía, con el tiempo, también entendí que, así como vemos a los jefes, así ellos nos ven a nosotros así nos ven nuestros hijos, familia, pareja y compañeros.

Esta idea nos conduce a una reflexión ineludible, Invertir en actitud personal es gratis, es mejor, es rentable, es satisfactorio, es auto medicinal, nos convierte en guapos, nos hace inmunes y sólo depende de que queramos hacerlo y re definamos nuestra mística personal de vivir.

De hecho, es tan trascendente y valioso que sin lugar a dudas es exactamente la principal diferencia de cómo veo a mi jefe si como uno bueno o nefasto y paradójicamente, es exactamente la principal diferencia de cómo el mundo me ve a mí.

Al final de cuentas (salvo que de plano sea un nefasto indefendible o un genio) pensándolo bien, el cómo veo a mi jefe, depende de mi actitud hacia él, hacia mí mismo y hacia mi trabajo, la diferencia soy yo, no depende de él.

¡Caray! decía la señora Simona, y yo que durante años pensé que el problema era él y no yo, de haberlo sabido antes, otro habría sido mi destino.”

carblanc@yahoo.com

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