Opinión

El trabajo de niños, ignominia e indiferencia generalizada.

“Los niños son de todos y a todos nos corresponde cuidarlos”
Adela Blanco Caraza

Vivir la infancia entre fantasías, juegos, reyes magos y arropado cálidamente por el ambiente pacífico de una familia solvente es un modelo ideal que no corresponde a la realidad para todos.

En nuestro México trabajan 3.2 millones de niños (de entre 5 y 17 años) lo hacen esencialmente para sobrevivir, por padecer pobreza extrema; equivalen al 11.4 % de la niñez nacional y esa cifra evidencia un problema muy grave.

La realidad es dura y difícil de comprender, pero las condiciones de éstos niños son dramáticas, de alta vulnerabilidad, por una parte, les impone la necesidad de obtener recursos para sobrevivir y por otra, les reduce sus posibilidades de construir un futuro de mejores oportunidades, es doloroso pensar que su situación, prácticamente les condena a repetir el patrón con sus hijos.

La estadística informa que las generaciones de pobreza extrema generan futuras generaciones con el mismo problema de sus padres pero agudizado, (pobreza, desintegración familiar, infelicidad) y ello acontece por la pobreza misma y por el abandono de actividades escolares, que minimiza sus posibilidades de crecimiento intelectual y les impide acceder a oportunidades que mejoren sus condiciones de vida.

Este 2021 la deserción escolar creció en 5.2 millones de niños que dejaron la escuela, 2.9 millones por falta de recursos, significa que son los niños cuyas familias agravaron su situación de pobreza extrema.

La mayoría de esos niños, se desempeña en actividades agrícolas, en labores domésticas y en comercios donde no son fácilmente detectables como menores y donde la paga es mínima, incierta y escapa de la supervisión estatal; trabajan sin seguridad social y en la clandestinidad,

Una gran parte de esos niños frustrarán sus expectativas de vida con embarazos tempranos, con puertas falsas como drogas, alcoholismo o actividades ilícitas, todas originadas en la desesperación de buscar escapes o paliativos a su situación de miseria.

En la pervivencia de este problema cuenta un ingrediente muy lamentable, es la lastimosa y generalizada indiferencia colectiva consecuencia de que ya nos acostumbramos a vivir con esta situación, ya la normalizamos, pasa ante la vista de toda la sociedad y el estado y sólo nos limitamos a contemplar el fenómeno sin considerarlo una prioridad.

3.2 millones de nuestros niños sufren en este maravilloso país sin que pase nada, sin que haya reacción social, sin que haya manifestaciones de solidaridad en calles o foros, sin que nadie se despeine; ya ni siquiera es tema de pláticas de café.

Siendo un problema tan sensible, en las recientes campañas electorales el tema estuvo ausente, no formó parte de la preocupación social, 3. 2 millones de niños mexicanos en condiciones de miseria son casi invisibles, discutimos más por trivialidades que por temas de esta envergadura.

La extinción de empleos por falta de apoyos gubernamentales y la pandemia ha sido catastrófica para la infancia, la Coparmex acaba de hacer público que, para alcanzar la estabilidad previa a la pandemia, se requiere recuperar 500,000 empleos y eso, es una inmensidad.

El trabajo infantil es consecuencia directa de la pobreza extrema, el problema coexiste con nosotros nos trasciende y solemos ignorarlo, aunque no sean pocas las vidas frustradas por la pobreza.

¡Es hora de hacer algo!, ¡Ya nos tardamos!.

¿Qué hacemos como sociedad ante este fenómeno?, por lo visto, prácticamente nada eficiente, cada vez hay más niños trabajando y la población en condiciones de pobreza extrema aumenta.

Decía mi madre, “Los niños son de todos y a todos nos corresponde cuidarlos” y tenía razón, es un deber ético, solidario y es un instinto biológico social de nuestra especie.

El problema es muy delicado, no se resuelve con exterminar ese tipo de empleo o penalizarlo, porque sería peor para esos niños y sus familias ya que extinguiría esa discutible tabla de salvación.

Hay fórmulas utópicas para paliar el problema, como adoptar simbólicamente un niño pobre para ayudarlo, llevarlos a internados que no se dan abasto recogiendo criaturas y normalizan la separación de familias, hay fundaciones que otorgan becas de asistencia, el gobierno mismo las aporta, pero todo ha sido inútil para abatir el problema, la pobreza extrema crece y la crisis se ha agudizado con la pandemia que ha destruido a miles de pequeñas empresas.

El problema se resuelve combatiendo las causas, generemos empleo digno, trabajo remunerado.

Las políticas gubernamentales macroeconómicas sólo se limitan a la dádiva y han abandonado conceptos asistenciales de auto empleo y acompañamiento para abatir las condiciones de miseria.

El estado debe hacer un acuerdo extraordinario y urgente con la iniciativa privada para crear empleos y ofrecerlos a los pobres; esa es una prioridad impostergable; debe generar opciones de autoempleo y desarrollo regional.

Sirvan estas líneas para llamar a la conciencia social, a la solidaridad generalizada y a proponer que todos, desde nuestros espacios, exijamos al gobierno y a los sectores empresariales atención impostergable al problema.

Hagamos algo por nuestros niños, hagamos algo por minimizar sus condiciones de pobreza, ayudemos en lo que podamos, renunciemos a la apatía, a la ignominia de la indiferencia.

Ni la pobreza extrema ni los niños trabajando, deben ser fenómenos que se normalicen en nuestro hábitat ni en nuestras conciencias.

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