Quimeras y realidades
José Agustín Ramírez Altamirano fue un profesor, poeta y compositor, nacido en julio de 1903.
Como quien dice un siglo y tres quinquenios atrás de las fechas en que vivimos. Apenas y disfrutó la vida poco más de cinco décadas: 54 años de una productiva existencia.
Acapulqueño y autor del que es himno, no oficial, de los guerrerenses: Por los caminos del Sur.
Ramírez Altamirano, sin duda, fue uno de los grandes compositores musicales que aportó un gran acervo musical al hoy violento estado de Guerrero, con canciones que narran la belleza de la entidad, así como de su gente. Bueno de la gente de antes.
Personas, aquellas, que no vivían sometidas por el terror, ni los secuestros, muchos menos de las masacres y de las ejecuciones de quienes aspiraban a cargos mínimos y grandes, de elección popular.
Todavía no estaban en la geografía sureña, personajes como Nestora Salgado, la nativa de Olinalá.
Ese pueblito donde se elaboran joyeros, baúles y cajitas que huelen a la fragancia del humor femenino que despierta pasiones.
Ella estuvo ligada, culpable o no, a procesos por secuestros y acciones de delincuencia organizada. Ahora quiere, vaya presunción de ignorancia, promover leyes desde el Congreso de la Unión.
Así anda la política mexicana. Hay otros personajes siniestros que se disfrazan de corderos cuando tienen espíritu de hienas, buitres y/o lobos en busca de carroña para alimentarse.
Dice el poeta guerrerense:
Por los caminos del sur
hay rosas, voces y estrellas,
son canciones y doncellas
bajo un alto cielo azul.
Jaguares en las montañas
y pájaros sobre el río,
es un bello desafío
la selva con la montaña.
Amanece en los jornales
una ilusión campesina,
de céfiro es la colina
y alegres los manantiales.
Por los caminos del sur
vámonos para Guerrero,
porque me falta un lucero
y ese lucero eres tú.
Y frente a ese fastuoso paisaje y ese derroche de talento inspirado en la pulcra y armoniosa realidad, viene lo grotesco.
Las mamarrachadas en las que aparecen personajes con el signo de Ángel Heladio Aguirre Rivero, quien buscó aferrarse al poder aunque sea como diputado federal. El rechazo colectivo lo mandó a la fregada.
Un ex gobernador de Guerrero, ligado a turbios acontecimientos y personajes siniestros. Uno de los protagonistas del caso Iguala, que incomprensiblemente se llevó de los terrenos municipales a los federales, saltándose los estatales que dominaba Aguirre Rivero.
Una chamaqueada al Gobierno Federal, que ha costado dolor, odio, repudio y cascadas inagotables de dinero.
La gente lo conoce como el caso Ayotzinapa. Erróneamente, porque los acontecimientos tuvieron lugar en la ciudad de Iguala, donde el alcalde desde 2012 era el perredista José Luis Abarca Velázquez, ex comerciante de joyería, protegido de Aguirre.
Curiosamente fue acusado de estar coludido con el grupo criminal Guerreros Unidos, a quienes aparentemente pagaba protección. Abarca está casado con María de los Ángeles Pineda, quien fue y es señalada como enlace del gobierno municipal con el crimen organizado. Eso sin olvidar que varios hermanos de Pineda fueron miembros del desaparecido Cártel de los Beltrán Leyva.
En verdad, hermoso panorama el que predomina en la tierra desgobernada por Héctor Antonio Astudillo Flores. Un torpe gobernador incapaz de aparecer con acciones que den tranquilidad a la población.
La ineptitud de éste, sumada a la historia de personajes como los Figueroa, los Añorve, los Salgado Macedonio, los Ríos y las demás nulidades que desembocan en el mar, ensucian los bellos poemas que construyó Ramírez Altamirano. Desechos que enturbian.