Trabajadoras domésticas aisladas del Convenio 189 de la OIT
La Organización Internacional del Trabajo (OIT) estima que en el mundo existen al menos 53 millones de personas que realizan trabajos domésticos remunerados. Sin embargo, como muchos de esos empleos no quedan registrados de manera oficial con afiliaciones a la seguridad social o nóminas, podrían ser hasta 100 millones.
De esta cantidad, alrededor de 14 millones se encuentran en América Latina. En Brasil, Chile, Panamá, Paraguay y Uruguay, el peso del servicio doméstico es similar o superior al promedio regional. El trabajo doméstico en México representa entre el 4% y el 12% del empleo asalariado, 2.4 millones de personas asegura la OIT.
El 93% son adultas o menores, de sexo femenino, en muchos casos migrantes o indígenas. En ocasiones enfrentan escenarios de discriminación, violencia y hostigamiento sexual. Carecen de un contrato laboral escrito, muchas mujeres trabajan jornadas superiores a las que estipula en la ley sin recibir pagas extra y no cuentan con seguridad social, aguinaldo, vacaciones o pensión.
Representan el 10% de la Población Económicamente Activa femenina del país, 97% no cuenta con ningún tipo de servicio de salud, 75% gana entre uno o dos salarios mínimos, 96% no cuenta con contrato de trabajo, 67% no tiene derecho a vacaciones y solo 57% recibe aguinaldo.
El trabajo doméstico es indispensable para la reproducción de la vida humana, sostiene la organización social de los hogares y permite la incorporación al trabajo remunerado de las y los empleadores, facilitando la dinámica económica.
El trabajo doméstico contempla una amplia gama de labores para el mantenimiento del hogar como son: elaboración de alimentos, limpieza y cuidado de la vivienda, de la ropa y calzado de los integrantes del hogar, compras, pagos, trámites, organización gerencial del hogar, entre otros; además, se incluyen los cuidados de higiene y de la salud de los miembros del hogar, la atención a niños y niñas, a personas enfermas y ancianas, e influye en el equilibrio emocional-afectivo, y en la socialización de los individuos.
Las actividades domésticas, asumidas generalmente por las mujeres, requieren de un gran sentido de responsabilidad, de aptitudes y experiencia, además de que desempeñan un papel esencial para el buen funcionamiento de las sociedades y las economías que la sustentan.
De acuerdo con el Instituto Nacional de Estadística Geografía e Informática (INEGI), el valor económico de las empleadas del hogar no remunerado supera los 4,000 millones de pesos. Ha habido una desvalorización histórica, social del trabajo doméstico y en términos económicos no se reconoce como productivo, en consecuencia, no se considera significativo para la economía de los países, y es una de las causas de la baja remuneración de las trabajadoras del hogar.
La Ley Federal del Trabajo define a las trabajadoras domésticas como aquellas personas que prestan los servicios de aseo, asistencia y demás propios o inherentes al hogar de una persona o familia. En 2011 la OIT aprobó el Convenio 189 sobre el Trabajo Decente para las Trabajadoras y Trabajadores Domésticos a fin de contar con una herramienta para combatir las condiciones de discriminación de las que históricamente han sido objeto. México aún no ha ratificado este convenio a pesar de los exhortos que el Senado ha dirigido al Ejecutivo para este propósito. Urge hacerlo, es un tema de la más absoluta justicia y equidad social.
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