Opinión

Es hora de renovar el sindicalismo

“Que los sindicatos convoquen huelga, es como si yo te veo morir desangrado sin hacer nada y luego organizo tu funeral….”

—Anónimo

Es hora de replantear la idea del sindicato o conformarnos con la penosa simulación de jugar a que lo tenemos.

El sindicato es del trabajador y no al revés, cada trabajador debe saberse dueño de su sindicato, sentir que puede influir en su organización y confiar en él; tristemente, eso no pasa.

El sindicalismo atraviesa por una crisis de credibilidad, conformismo y sumisión a los patrones, se han convertido en espacios de beneficio para pocos en detrimento de los trabajadores que lo integran y sufragan.

Pareciera que hemos perdido de vista que el sindicato es una asociación de trabajadores que los representa y detenta una fuerza descomunal capaz de enaltecer a una organización o destruirla en pedazos.

Empero, si los trabajadores organizados tienen tal poder, ¿Qué explica que, a pesar de tantos años, continúen padeciendo condiciones de trabajo mal pagados e incompatibles con la dignidad?

Solo lo explican las malas prácticas del sindicalismo al que malamente estamos acostumbrados y toleramos.

En efecto, cuando hablamos de sindicatos, sobrevienen a nuestra memoria nombres e historias de abusos contrarios a las más nobles causas de la base trabajadora.

Los sindicatos se han estancado en el conformismo, en la comodidad de la vida palaciega de sus propios compañeros de planillas, que habiendo logrado el éxito de la votación mayoritaria se relajan durante un trienio o más si se puede.

Prácticamente se ha extinguido el turismo social, la recreación y fomento cultural, no hay becas para hijos de trabajadores, ni créditos baratos sin pago de moches, son muy escasos los apoyos para vivienda y mejorar la que se tiene.

¡Algo hemos hecho mal! y debemos remediarlo.

Los sindicatos deben replantearse, modernizarse, utilizar la tecnología y aprender de experiencias de otros que han posicionado a sus trabajadores a umbrales de auténtico desarrollo personal.

¿Qué deben hacer?

Lo primero, impostergable y necesario, es asumir un auténtico código de ética sindical, que abrace las mejores prácticas de servicio de calidad al agremiado, con la inmediatez que ahora permite la tecnología de la comunicación, con eficacia y eficiencia, pero sobre todo, con lealtad al trabajador, ¡Eso sólo lo aporta la ética sindical! que se forma como una cultura de grupo siempre cercana al sentir de los trabajadores.

Lo segundo, es ayudar a mejorar el salario y las condiciones de trabajo para hacerlas dignas; el sueldo ya no le alcanza a nadie y el abandono de las autoridades a nuestras condiciones de trabajo cada vez es más vergonzoso.

Ningún trabajador debe prestar sus servicios en condiciones incompatibles con la dignidad y ello involucra abatir los salarios de hambre para convertirlos en auténticamente remuneradores.

Los sindicatos, deben esforzarse en fomentar la cultura permanente del respeto que repudie todo tipo de actos indebidos como el hostigamiento, el mal trato, el abuso y cualquier otra mala práctica laboral.

Casi no se ve, pero debieran exigir ética en las autoridades en todo centro de trabajo.

Malamente siempre ha sido al revés, los jefes acusan a trabajadores, pero casi no hay memoria de que los trabajadores organizados acusen a los jefes que violen normas; hacerlo construiría una mejor organización y reposicionaría a los trabajadores como que no son los únicos que cometen faltas.

La fuerza de los sindicatos debe hacer posible conseguir prestaciones, en especie, muy superiores a las que ya se tienen desde hace años; ¡Siempre son las mismas y casi no hay ni mejoras ni logros novedosos!.

Los sindicatos, deben empujar siempre, para beneficiar gratuitamente a los trabajadores con los servicios que ofrece la institución al público, como servicios médicos, transporte, registro de testamentos y condonación en pago de impuestos o derechos ante gestiones gubernamentales.

Mientras no exijamos resultados a los sindicatos, ellos no se moverán y podrán vernos desfallecer en las dramáticas condiciones que padecemos para luego aparentar que se prenden fuego en su lucha por los caídos cuando vuelvan a pedir el voto.

Es como vernos perecer y luego, organizar nuestro funeral en preparación de las campañas que habrán de organizar para prevalecer en el sindicato.

¡Basta de simulación!, Es hora de replantear el sindicalismo ético.

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