Opinión

Sin camiseta, la peor imagen en Querétaro

La rivalidad en el futbol es añeja y válida. Dentro del espíritu de competencia puede ir de la mano la inalterable preferencia por los colores de un equipo y aunado a esto, la animadversión deportiva hacia el escudo de otro. En México, desde siempre hubo gritos de aliento hacia el esfuerzo de una escuadra, como el importado de Inglaterra “Hip hip hooray”, que Carlos Garcés cambió por el “siquitibum” en enero de 1923 cuando el América hizo el primer viaje internacional de un conjunto mexicano al visitar Guatemala. Desde luego que las broncas en la tribuna también son rancias, como fue el incendio del Parque Asturias el 26 de marzo de 1939 cuando se enfrentaban precisamente el Asturias contra el Necaxa, por una fractura a Horacio Casarín que enardeció a la multitud y procedió en consecuencia, lesión que se dramatiza en una película dirigida y estelarizada por Joaquín Pardavé (Los Nietos de Don Venancio, 1946).

Así pasaron las décadas, con las porras en el graderío organizadas por legendarios personajes que dejaron huella por su devoción al equipo de sus amores. Se reunía el gran grupo y se escuchaba el viril: “Uno… dos… tres… ¡Siquitibum a la bim bom bam, siquitibum a la bim bom bam, a la bio, a la bao, a la bim bom bam…”. Cómo olvidar por ejemplo a la porra del Atlante, dirigida por Felipe Morales “Moralitos” desde 1930, que incluía cilindros, cohetes y palomas, la cual fue protocolizado ante notario público y luego surgió otra, formada por “El Oso”. Más adelante surgiría otro entrañable porrista, ahora del Cruz Azul, conocido como “El Gordo” Ordóñez y así, los mismos directivos de los equipos entablaban relación con ellos para que organizaran y comandaran el grito de apoyo desde las gradas. Los universitarios también fueron parte importante en este rubro, cuando Luis Rodríguez “Palillo” trajo el grito de “¡Goya!” al escenario.

Llegaron los noventa del siglo pasado, los Pumas ya tenían a “la Plus” y “la Ultra”, Atlante contaba con la “Tito Tepito”. El 25 de enero de 1996 en Segunda División, Pachuca introdujo como innovación un nuevo concepto de animación para México, con las “barras”, importado de Argentina, donde la mecánica de los aficionados era otra, con cánticos, bailes, tambores y algo que llamaba demasiado lo atención, gritaban: “¡Agua, agua, agua, agua!” y eran rociados con potentes mangueras. Cuatro meses después los Tuzos regresaban a Primera División y en un principio no hubo problemas, más bien la porra “Perra Brava” que apoyaba al Toluca, tuvo un altercado con la policía poblana en las afueras del Estadio Cuauhtémoc el 1 de marzo de 1998.

Al empezar este siglo, el modelo de la barra empezó a ser adoptado por las agrupaciones de prácticamente todos los equipos, el “siquitibum” desapareció de los estadios. América tenía al “Ritual de Kaoz”, “Disturbio” y “Monumental”, Atlas a “La Barra 51” y “La Adicción”, Chiapas a “La Fusión”, Cruz Azul a “La Sangre Azul”, Chivas a “La Irreverente” y “La Legión 1908”, León a “Los de Arriba”, Rayados a “La Adicción”, Morelia a “Lokura 81”, Pachuca a “La Ultratuza”, Puebla al “Frente Blanquiazul”, Querétaro a “La Resistencia”, Santos a “La Komun”, Tijuana a “la Masakre”, Pumas a “La Rebel” y “La Union Auriazul”, Tigres a “Libres y Lokos”, Veracruz a “La Guardia Roja”, muchas de ellas bien portadas, pero comenzó a penetrar un elemento indeseable que ya venía de Sudamérica: La violencia, que no sólo se plasma en este sentido futbolístico en América del Sur, sino que también se ha visto en primer mundo como Inglaterra, donde han aparecido Los Hooligans. Entonces en la década pasada se registraron por decenas serios incidentes de barras en varias partes del país, la más aparatosa fue el 23 de septiembre de 2018 en el partido Rayados-Universitario de Nuevo León cuando previo al juego, un aficionado de Tigres fue gravemente lesionado con arma punzocortante, lo cual generó muchos análisis y condenas en el medio. Ambos equipos prohibieron las caravanas para evitar estos hechos. Pero no sería justo estigmatizar a las barras, las hay bien portadas y elemento de alegría y animación en el futbol, el problema es la brutalidad que aparece en ocasiones, como ha dicho el rector de la UNAM, Enrique Graue, no hay que eliminar estas agrupaciones, sino evitar los excesos que generan.

Con todo esto, llegamos al 5 de marzo pasado, a lo tristemente ocurrido en el Estadio Corregidora de Querétaro y que tanto se ha difundido. Circularon en redes sociales infinidad de imágenes dantescas de lo ocurrido con sangre, agresión, prepotencia. Pero la imagen más triste, la más desgarradora, es la de padre y madre con dos niños, uno de ellos, con el torso desnudo y esto es lo más doloroso: Se quitó su camisetita del equipo al que le iba, para que no lo fueran a golpear.

Eso nos lastima como deporte, pero más como sociedad.

Si Dios lo permite, ¿Le parece que nos encontremos aquí la próxima quincena?

Etiquetas
Ver más

Notas Relacionadas

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Back to top button
Close