Julio Miranda opina: Democratizar los sindicatos
Romper viejos moldes, como la burocracia interna, es un desafío que no resiste aplazamientos y que significa sepultar moldes de las décadas de los años 60 y 70 que pertenecen a un pasado agotado y superado.
Julio Miranda, un sindicalista militante, considera que la fórmula para conseguir esos objetivos debe basarse en principios irrenunciables como: romper esquemas de imposiciones para tener una mayor autonomía, legitimar la participación de la base trabajadora y dar confianza de que en los procesos de renovación las votaciones se efectuarán de manera libre y secreta.
Todos los que participamos en contiendas de renovación, agrega, sabemos que hay reglas. Una de ellas, es que los sindicatos serán completamente transparentes con sus recursos económicos, que la rendición de cuentas es inevitable y que los principales beneficiados deben ser los trabajadores.
Miranda Valeriano precisa que los líderes sindicales deben acatar el mandato de quienes integran esos institutos y evitar el sometimiento político, patronal o empresarial.
Quienes aspiramos a ser dirigentes sindicales, agrega, debemos tener claro que frente a la alternativa de intereses del patrón y la de los de los trabajadores, la opción no es discutible. Tenemos que luchar por los agremiados.
Por eso es que quienes representen a los trabajadores deben ser personas que fueron elegidas libremente por ellos.
URGENCIA IRRENUNCIABLE
El 1º de mayo del año 2019 se publicó el decreto que reforma alrededor de 500 artículos de la Ley Federal del Trabajo. La mayoría de ellos están orientados a democratizar la vida de los sindicatos, tanto en sus procesos de elección, como en la rendición de cuentas; también a sancionar la injerencia de los patrones que buscan ejercer el control de los sindicatos y a aquellos funcionarios que reciban sobornos, retrasen sentencias, acuerdos o resoluciones.
El conocimiento y la percepción de los sindicatos, su responsabilidad, incluye saber que son agrupaciones al servicio exclusivo de los trabajadores y que un sindicato está para defender sus derechos.
Quienes asumimos el compromiso, indica Julio Miranda, tenemos la obligación de gestionar capacitación para los trabajadores, fortalecer la toma de decisiones, formar nuevos cuadros que incluyan la formación de líderes jóvenes y romper con reelecciones que no se justifiquen con buenos resultados.
Por eso, indica, defender los derechos de los agremiados, desarrollar programas de estudio, actualización tecnológica y construcción de capacidades personales son acciones para construir un futuro más los sindicatos.
Miembro de la Sección Uno del Sindicato Único de Trabajadores del Gobierno de Ciudad de México (SUTGCDMX), Julio Miranda Valeriano nació en la colonia Santa Cruz Meyehualco de la delegación (hoy Alcaldía) Iztapalapa.
Colonia fundada por el líder Rafael Gutiérrez Moreno, al cual conoció a los 7 años de edad cuando el líder de los pepenadores solía ser el padrino de todos los niños hijos de los trabajadores de los tiraderos.
Julio es hijo de una pareja de ex pepenadores, se crio en los desaparecidos tiraderos de Santa Fe, entre basura y la fauna nociva, desechos a lo que se tuvo que acostumbrar.
La necesidad de no tener dónde vivir y trabajar te hace fuerte, comenta, y para poder sobre vivir exclama con voz entre cortada, se fue involucrando en el ambiente hasta que logró entender poco a poco cómo poder sacar provecho de la basura.
Fue así como empezó a trabajar todos los días en el tiradero, de ahí se pagaba lo indispensable para su escuela y empezó a tener interés por ver cómo salir adelante.
Le pidió a su papa que lo apoyara, que él quería ver de dónde salía toda esa basura que veía llegar en camiones y tráileres y fue así como su padre Cesáreo Miranda Trejo (apodado El Chillón) lo empezó a enrolar mandándolo en algún camión recolector.
Pero su destino era Iztapalapa. Antes del sismo de 1985 llegó como voluntario, en 1983, por invitación de un tío hermano de su papá. Apodado El Quesos, el chofer le dio trabajo en su camión como peón voluntario en la colonia Tepalcates.
Poco después le consiguió una plaza de eventual para trabajar en una cuadrilla (grupo de personas ) que se dedicaba a limpiar todos los lotes baldíos de la delegación y no había manera de llevarse ni para el pasaje pues ahí no había contacto con la gente y el tipo de basura era total mente diferente.
Julio no sabía nada y todo lo demás eran basureros en lotes baldíos, dice habérselas visto muy difícil pues el que era su jefe le cargaba la mano y cuando le pedía una oportunidad para cambiarse a otro sector, donde le pudiera ir mejor, lo ignoraba. Lo condicionaba con el famoso entre.
Hasta que se animó a preguntar ¿y cómo te voy a dar si no me dejas trabajar? Después de entrar en una negociación, empezó a trabajar en un camión como peón, tenía que pagar 50 pesos a la semana y entrarle a una rifa de un taxi amarillo que nadie se lo sacaba, sólo su jefe se lo sacaba siempre.
Un día llegó a trabajar y le tenía que dar su entre, ese día había juntado los 50 pesos de puras monedas de a peso y de a cinco en una bolsa de plástico, al llegar para entregarle su dinero, se percató que en la oficina había gente.
Consideró esperar a que se fueran, pero al verlo con una seña hacia el cajón de su escritorio le indicó que se acercara sin importarle que vieran los demás. Al darle la bolsa la rompió frente a todos y arrojó las monedas al piso exclamando a mi tráeme billetes, no soy limosnero.
Con mucha pena levantó su cambio y ante la burla de los trabajadores fue a una gasolinera a cambiar para pagarle. Después de días alguien le aconsejó que lo acusara con el sindicato.
Fue ahí que Julio Miranda Valeriano le percibió la importancia de lo que significa pertenecer a un sindicato y lo que la dirigencia de una agrupación debe tener como prioridad: defender al trabajador.
Entendió que el sindicalismo mexicano no puede sujetarse solamente al contexto social y político, sino a velar por los intereses de los trabajadores.
Que debe estar al de servicio de sus agremiados.
La sección Uno de Limpias y Transportes es la más numerosa del Sindicato Único de Trabajadores del Gobierno de la Ciudad de México. La mano de obra para recolectar la basura en la Ciudad de México es atendida por 15581 trabajadores de base que funcionan entre barrido manual, barrido mecánico, recolección industrial, retiro de escombro, y la recolección domiciliaria.
Los trabajadores (voluntarios o meritorios) son un promedio de 20 mil que por falta de oportunidades para salir adelante y llevar algún sustento a su familia, llegan a prestar un servicio a la población de manera informal.
Por el crecimiento poblacional, en el ramo laboral, se ha convertido en un mal necesario ya que el trabajo ha rebasado al personal de base por quienes se han jubilado en los últimos años.
Ellos complementan el servicio sin obtener ningún pago por su labor, sólo las propinas que el público les otorga de manera voluntaria. De ahí el sobrenombre de voluntarios, los cuales hay en las 16 alcaldías.
La mayoría son familiares de los trabajadores de base, se han integrado al gremio desde el hijo que dejó la escuela, el primo, el cuñado, los tíos que se quedaron sin trabajo.
Es un fenómeno social que tiene un comportamiento variable, unos se van y otros quedan. Por década este fenómeno ha sido ignorado por los gobiernos.
Realizan una función gratuita desde hace más de 20 y 30años. Existen en todas las delegaciones recolectando la basura tanto en camiones o peones de barrido manual limpiando las calles de la ciudad empujando carritos con más de 200 kilos.
Donde hay más es en las alcaldías Iztapalapa, Gustavo A. Madero, Cuauhtémoc, Benito Juárez, A. Obregón, Venustiano Carranza, Coyoacán y Magdalena Contreras.
Esos trabajadores son sujetos a violaciones laborales y humanas en sus centros de trabajo, los despiden si no pagan por trabajar. Deben entregar un promedio de 30 y 50 pesos diarios por el uso de los carritos de dos botes.
Se argumenta que en algún plazo se les pueda considerar para ser contratados de manera oficial, ya que en el año 2016 surgió una recomendación que emitió la Comisión de Derechos Humanos del DF (recomendación 07/2016) en la que se le recomendó al Jefe de Gobierno, Miguel Ángel Mancera, integrar al sector formal a los trabajadores voluntarios (o) meritorios y así terminar con su calvario.
Esos trabajadores tienen que ser reconocidos como se hizo en la Alcaldía de Iztapalapa en la administración de Clara Marina Brugada Molina. Fue la única que pagó un incentivo de 1500 pesos por trabajador cada bimestre.
La propuesta de Julio Miranda Valeriano, quien se desempeñaba como coordinador de Imagen Urbana en esa demarcación, fue una respuesta al conseguir además que la alcaldía fuera el primer lugar en separación de residuos separados en el proyecto (separemos juntos para respirar mejor).
Por eso es importante, retoma la conversación Miranda, que un líder no es el que pregona “ya llegué para hacer de lo que quiera con los fondos sindicales”, como tampoco debe alimentar la idea de utilizar a los agremiados como carne de cañón para sus fines políticos.
Debe entender que el sindicato y su función son una responsabilidad de servicio y no como estamos acostumbrados a ver llegar a los líderes a disfrutar las mieles y beneficios del poder y del control sobre los trabajadores.
CERO AUTORITARISMO
Un dirigente sindical, observa Miranda Valeriano, tiene la obligación de construir un futuro y garantizar conquistas laborales que se conviertan en realidad para sus agremiados, sostiene.
Está obligado a privilegiar y legitimar la libertad en la toma de decisiones, a conducirse como razonadamente lo indiquen los agremiados.
Porque la base trabajadora cuando decide participar en un sindicato, dice Julio Miranda, espera servicio y cumplimiento por parte del liderazgo.
Se equivocan quienes piensan que el trabajador es incapaz de hacer valer sus derechos.
Ya es tiempo de dejar atrás la figura de que generar inequidad entre los compañeros fortalece a los líderes, a esos que sólo veían sus intereses y no se preocupaban por los demás.
Ahora la igualdad, la justicia y un trato humanitario, debe formar parte de la transformación en un gremio cuyo principal objetivo es servir a la sociedad.
Habla en concreto de quienes integran la Sección Uno. La basura ha sido por muchos años una problemática general. Derivada de la población de la Ciudad de México. Estima que por cada persona se genera un kilo y medio de basura por día.
Explica: En la actualidad, esto ha venido transformando la recolección cotidiana. De realizarse hace 80 años en carretones con animales y herramientas de uso común como palas bieldos costales y hasta improvisando mantas para trasladar residuos, se ha venido transformando hasta hacerlo en camiones modernos con separadores de basura mecánicos.
Y como consecuencia, se han derivado algunos aspectos sociales y estructurales que se han desarrollado y agudizado al no resolverlo. Uno de ellos es el tratamiento y las 13,000 toneladas que actualmente se generan en la ciudad.
El otro es la infraestructura y equipo obsoleto con el que se cuenta y que alcanza a cubrir el porcentaje de camiones requeridos en las delegaciones. Otro es la mano de obra hecha por los trabajadores para su traslado.
Miranda Valeriano considera que en el caso de la disposición final en camiones tipo tráiler a cargo de la DGSU, se debe considerar el daño ecológico que se genera al seguir haciendo los tiraderos a cielo abierto.
Se sigue empleando el mismo equipo y el mismo personal que se dedicaba a pepenar en los extintos tiraderos de Santa Cruz Meyehualco y Santa Fe, además los trabajadores de todas las alcaldías. Sólo que ya no hay lugar y se tuvo que tomar la alternativa de trasladar estos residuos a municipios conurbados.
Tiene que optimizarse el traslado y la recepción de los residuos que se hace desde su recuperación en los vehículos a cargo de las Alcaldías y a su vez que los trasladan a las estaciones de trasferencia que son 13 y cuya su función es recibir la basura que los camiones recogen en las colonias y transferirla a camiones tipo tráiler con góndolas para reducir el costo de traslado de cada vehículo recolector.
Estas transferencias fueron creadas en los años ochenta, por lo tanto la infraestructura de ellas es obsoleta.
Hoy las administra la Secretaria de Obras a través de la Dirección General de Servicios Urbanos (DGSU). Y siguen siendo disfuncionales.
Por eso necesitamos organizaciones sindicales fortalecidas, unidas para buscar solución a cada uno de los problemas que se generan para el personal sindicalizado en cada una de las secciones.
Indica: Tenemos que ser coherentes y saber que la renovación de las dirigencias tiene que ser madura, sin violencia, pensando en el fortalecimiento de nuestros agremiados y no en intereses particulares.
Los conflictos sindicales dañan, se equivocan quienes piensan que el interés personal es más importante que el colectivo o gremial.
Desunidos somos presa fácil de quienes se quieren asumir y presentar como redentores y que en verdad son enemigos del trabajador sindicalizado.
En nuestro caso, advierte, habría que buscar cuál es el tema de más preponderancia en limpia y poco a poco se dieron cuenta que el objetivo de la pelea entre los intereses estaban muy marcados. Los tiempos extras, las plazas, los camiones, niveles salariales.
Pero, además, habría que entender que no todas las Alcaldías se rigen igual en cuanto a sus recursos, pues en algunas la situación presupuestal es muy limitada y en ese sentido la posibilidad de sus integrantes al adquirir su tiempo extra, un contrato para algún familiar, un camión o una ruta son más difícil de lograr.
Ya no son tiempos de favoritismos. Había quienes orillaban a participar en contiendas sindicales y si ganaban había posibilidades de que se les diera algún beneficio, pero si perdían no les daban nada.
También había una persecución de tres años que no se terminaba, por lo que era injusto que unos cuantos se beneficiaban y la mayoría del gremio que votaba a favor de quien ganaba no obtenía nada.
Por eso es importante democratizar las organizaciones sindicales. Transformarlas para avanzar en el bienestar de los trabajadores.
Tenemos que acabar con los egoísmos y luchar conjuntamente por la defensa de la clase trabajadora, sin privilegios ni rencores.
La unidad es el único camino que nos puede llevar a ser un sindicato fortalecido, ejemplar y que nos permita ver reflejada una lucha que debe tener como principal objetivo el darle una mejor vida a nuestros afiliados.