Opinión

Memoria fresca

La frase, potente como un cañonazo, retumbó en aquella oficina.

En las paredes colgaban diplomas, condecoraciones, fotografías y reconocimientos.

Brioso, como los corceles que acostumbraba a montar, el hombre de hercúleo cuerpo soltó:

Nosotros, no tenemos más ideología que servir a la Patria.

No permitió aclaraciones ni explicación alguna, tajante agregó:

Estamos lejos, distantes, de vernos influenciados por la ideología de los partidos políticos.

Hemos sido educados para entregar nuestro esfuerzo en favor de la Nación, para velar por sus intereses.

La conversación, en esos momentos convertida en un monólogo, tenía un solo dueño.

Musculoso cuerpo de alzada estatura, de figura que impactaba, ese hombre vestido de verde y cuatro estrellas doradas sobre un impecable uniforme, refirió:

Usted me conoce. Los hemos platicado (era una forma educada de decir: lo repito sin variación alguna), nuestra formación no está orientada por los colores de ningún partido político.

Y, en efecto, eras diversos los encuentros sostenidos entre ambos.

Para refrescar la memoria, el corpulento, fortachón y rollizo hombre que retomó las ideas, evocó:

Debe usted recordar aquella comida que tuvimos en la ciudad de Chihuahua, donde con claridad le argumenté que somos formados en el fragor de una batalla permanente para luchar por tener instituciones sólidas y en favor de todos los mexicanos.

Él se refería a una comida celebrada en el restaurante La Calesa, cuando corría el año de 1979 y en la mesa departíamos Genaro Guerra Dena, quien hoy lo relata y el Jefe de la Zona Militar.

En otra mesa, el mayor Norberto González Cabrera, su jefe de ayudantes. Quien a la postre, con rango de Teniente Coronel, sería Jefe de la Policía militar.

Ahora, en la ilustrativa charla, quien se adueñaba del vocabulario, no era otro que un militar con el máximo rango.

Juan Arévalo Gardoqui, su nombre. General de División, su jerarquía. Secretario de la Defensa Nacional, su cargo.

Tiempos en que Miguel de la Madrid Hurtado era Presidente de la República.

El divisionario había sido jefe de ayudantes del Presidente Adolfo López Mateos.

Caballería era su arma. Una larga y prolongada carrera castrense.

Para nosotros, dijo de manera frontal, no hay izquierda, derecha o centro. La política la ejerce la sociedad, los civiles que para eso se forman.

Los militares, amigo Corona, no sabemos de frío o de calor. No tenemos tiempo de reparar en la lluvia o la tormenta. No conocemos el cansancio o la fatiga.

En épocas de desastre, el único objetivo es ayudar, auxiliar al damnificado. Prestar ayuda a nuestros semejantes. Velar y garantizar por su seguridad. Ponerlos a salvo.

Quienes hemos sido educados en el Colegio Militar, explicó, estamos moldeados para no rendirnos. Adiestrados para enfrentar las adversidades.

El general de división, que también había sido Jefe de la Primera Zona Militar, desde donde se catapultó para la misión que ahora desempeñaba, era sumamente claro:

Nuestra cultura, la de los militares, está vinculada a servir a todos los habitantes de México. Sin distingos de credo, la religión no nos limita. La raza no es un dique para frenarnos y las condiciones económicas o sociales, no nos importan.

Mexicanos y extranjeros residentes en el país, expresó con esa fuerza oratoria que lo caracterizaba, deben tener la certeza de que hemos sido adiestrados para garantizar paz social.

A los militares, no nos rige el odio ni el rencor.

El general, era vehemente en su disertación. Razonaba con argumentos que lo llevaban a la pasión de portar una vestimenta que se había ganado con entrega, con ímpetu, con apasionamiento.

No eran tiempos de alternancia política en la Presidencia de la República. Solamente el Partido Revolucionario Institucional (PRI) había gobernado, pero como si mirara al futuro, el general secretario advirtió:

Sea cual sea el color partidario que haya llevado, mediante el voto y la decisión mayoritaria, a un hombre a ser el Jefe de la Nación, la lealtad es nuestra divisa.

Él es el máximo jefe de las fuerzas armadas, nosotros los subordinados que habremos de saber y acatar instrucciones.

El general de división Juan Arévalo Gardoqui, en una plática posterior ya en el retiro, habría de sintetizar:

México no puede desangrarse, confrontarse. La política es cambiante y el futuro debe construirse unidos. Una misión suprema es cuidar la Soberanía Nacional.

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