“Nitro” y su historia de humilde vendedor de tortas a dirigente de los luchadores
Por azares del destino su madre vendió tortas en la Arena México para sacar adelante a sus 5 hijos, lo que permitió a "Nitro" adentrarse en el mundo de la lucha libre
Tras su máscara que lo identifica con su nombre profesional de batalla en el mundo de la lucha libre, “Nitro” guarda una profunda convicción de servicio en favor de sus compañeros de profesión y de sindicato, pues es nada menos que el Secretario General del Sindicato del Consejo Mundial de Lucha Libre (CMLL), la empresa más importante en esta rama, fundada hace 85 años y por la que han desfilado las principales luminarias del pancracio nacional.
A la fecha, su organización cuenta con unos 400 agremiados que entre algunos de sus beneficios gozan de la tranquilidad de saber que en caso de un accidente tendrán acceso al servicio médico que sea necesario para su rehabilitación
Con 51 años y 34 de profesión en los entarimados, “Nitro” piso por primera vez la Arena México, santuario de la Lucha Libre del país, a los 8 años en que por una apremiante necesidad económica, su madre, Elda Amezcua, se vio en la necesidad recurrir a la venta de tortas para mantener a sus cinco pequeños hijos. Y lo que para doña Elda representó una forma honrada de ganar el pan de sus hijos, para “Nitro”, entonces de 8 años, se convirtió en la puerta de entrada al fascinante mundo de la lucha libre.
El dirigente de los luchadores sindicalizados recuerda con nostalgia, y un profundo agradecimiento, que los empresarios de la Arena México, Francisco Alonso Luterot y Raúl Melo García, no solo dieron un espacio a su madre para la venta de tortas; además, le permitieron que ingresara al recinto con sus cinco pequeños, los cuales debían permanecer escondidos abajo del puesto para no ser vistos pues entonces existía la prohibición de que los niños ingresarán a las luchas.
“Nitro” pide una justificada excusa a los lectores de RS para no revelar su verdadero nombre, pues explica que por razones de contratos y de exclusividad de su personaje con el CMLL, le está impedido hacerlo. Zanjado el asunto, comenta que es importante la sindicalización de los luchadores porque les permite, entre otros muchos beneficios, atender cualquier contingencia en un oficio de muy alto riesgo, “en materia de previsión social estamos cien por ciento seguros y respaldados por la empresa más seria y profesional del país en el tema de la lucha libre”, en contraparte, comenta, las aportaciones económicas de sus agremiados a su organización, son mínimas, pues más que un sindicato su asociación adquiere tintes de hermandad y solidaridad en un trabajo que exige muchos sacrificios.
La historia de “Nitro” parece confeccionada para elaborar un guión de la vida real donde el esfuerzo y el sacrificio de una madre que sufrió el abandono del jefe de familia, permitió a uno de sus hijos llegar a ser lo que es hoy es; una delas figuras de la lucha libre en México. Es nuestro entrevistado quien rememora parte de su historia: “Tenía diez años cuando descubrí el gimnasio de la Arena México y decidí sentarme en la escalera. El maestro Rafael Salamanca “Piernas de Acero”, me dijo: “Qué pasó, chamaco, ¿qué haces aquí?”
Prosigue: “Poco a poco me fui ganando su confianza, primero el Watusi, que vendía los jugos y después barriendo el gimnasio y yendo por los refrescos o los rastrillos, lo que me permitió a los 10 años, comenzar a dar mis primeras “maromas” con figuras de la talla de Blue Demon, el Santo, que a veces iban a practicar, y otras más como Gran Marcus, Gran Nerón y El Faisán que se convirtió en mi maestro”.
Pero fue en los primeros meses de 1985, cuando el destino marcó el inició de su imprevista carrera pues en una ocasión faltó un “gladiador” y Juan Herrera, programador de las luchas vio en el humilde pero atlético vendedor de tortas su tabla de salvación para la función de aquella noche, “Nitro” recuerda que con unas botas y equipo prestado salto al ring con el improvisado nombre de El Cimarrón ganando en parejas con Guerrero Negro a Módulo y Aristóteles.
Meses después y ya como el personaje del Dragón Dorado, sufrió un desprendimiento del bulbo de la clavícula, pero en enero del 1986, comenzó su carrera de manera permanente hasta cumplir ya 34 años de actividad. El apoyo mostrado por la empresa al joven luchador le convenció de la importancia de estar bajo el amparo de una empresa seria que protegiera y se preocupara por sus luchadores, compromiso que se ha hecho patente con el sindicato que nació en 1987.
Para el líder de los luchadores del CMLL, su vida desde niño siempre fue de continuo esfuerzo lo que años después, y ya siendo profesional, lo llevó a cumplir una de sus máximos sueños: luchar al lado de uno de sus máximos ídolos: El Mil Máscaras:
“De pequeño no teníamos televisión en mi casa y yo me las agencié para hacerme amigo del policía de la Tienda Sears que estaba en la esquina de mi casa, en Rodríguez Puebla y Venezuela, por el mercado Abelardo y el Templo de Loreto, atrás de la calle de Moneda.
El poli me dejaba ver la tele y ahí vi por vez primera las películas de El Santo contra las Mujeres Vampiro y a Blue Demon, como después en el cine Acapulco, las películas de Mil Máscaras. Imagínese cuando a principios de los 90s y ya luchando con el nombre de “El Filoso” (El Fantasma del Museo de Coyoacán), me tocó hacer pareja nada menos que con Mil Máscaras”, la verdad yo estaba más interesado en ver la personalidad de este señorón que en nuestros adversarios; tenía nada menos que como mi compañero de lucha a mi ídolo: Mil Máscaras”, dice realmente emocionado.
“Nitro” acepta que si bien los luchadores no cuentan con un seguro de vida en caso de un accidente mortal en el ring, el CMLL siempre ha sido solidaria con las contadas desgracias que se han registrado en los entarimados a lo largo de los años como sucedió con el luchador “Oro” y “Sangre India”, a cuyas familias la empresa ayudó y resarció en lo económico, además de extenderles todo su apoyo moral”.
El líder del sindicato de luchadores pide hacer RS un agregado en la entrevista para agradecer de manera especial a dos mujeres que le han apoyado a lo largo de su carrera “en las buenas y en las malas”, su madre, Elda Amezcua, y su esposa Margarita Rodríguez, los amores de su vida junto con sus dos hijos a los que por cierto, convenció de no subirse al ring y estudiar otras carreras, alejados del sufrido pero apasionante, mundo de los “costalazos”