Dejan sola a Alejandra Barrales
Aunque no lo quieran reconocer, está muy claro que el frente de partidos que formaron el PAN, PRD y Movimiento Ciudadano para ir juntos contra Morena no está resultando como lo habían planeado y hoy lucen incluso fracturados.
De lejos se nota que, aunque son aliados, cada partido está cuidando sus propios intereses, incluyendo al Sol Azteca, y están dejando cada vez más sola a quien debiera ser su carta más importante para la CDMX: Alejandra Barrales, aspirante a la Jefatura de Gobierno.
En los territorios se nota que los caciques impulsan a sus propios candidatos por encima de la alianza, al grado de proponer a los votantes que hagan una elección diferenciada en la boleta; que voten por sus alcaldes y diputados, y lo demás es lo de menos.
Por más esfuerzos que hace, Barrales no ha podido entrar en el electorado que simpatiza con el PAN, pues los votantes albiazules no se sienten representados por la perredista, pero tampoco por Claudia Sheinbaum, de Morena.
La coalición formada por PAN, PRD y Movimiento Ciudadano ha causado más confusión que certeza en buena parte del electorado, que no tiene claro quién es quién, o para dónde tiran.
Todo mundo sabía que no iba a ser fácil construir un discurso de campaña que abarcara a simpatizantes de dos polos opuestos, pero confiaban en que los liderazgos iban a poder explicar a sus militantes de qué se trataba.
El asunto es que no solamente ha sido complicado, sino prácticamente imposible tener una coordinación general que dicte las líneas a seguir, porque en el cuartel de Alejandra abundan los generales y escasean los soldados.
La candidata se ha dedicado a hacer campaña básicamente hacia el interior del PRD, donde en teoría no necesitaría hacer tanto, sino que tendría que dirigir sus acciones hacia los panistas y a la sociedad en general, sobre todo a la clase media.
El que hable ante plazas llenas o lugares cerrados donde recibe todo tipo de porras y halagos no sirve de nada por la sencilla razón de que esos votos son los que, en teoría, tendría seguros el primero de julio.
Pero pareciera que habría que convencer a los propios perredistas de que ella es la mejor opción, como si se tratar de una campaña interna y no una abierta. En su equipo no se han dado cuenta de que las internas ya pasaron y que ella ganó.
Nadie duda de que es una mujer capaz, conocedora y que trabaja mucho, pero su campaña no se ve reflejada en la ciudadanía, que si se mete a alguna página de internet o a algún portal de noticias sabe que hizo algo, pero si no pasa desapercibida.
Su campaña ha sido francamente equivocada desde el inicio, pues su slogan de La Jefa es la Ciudad es demasiado forzado y no cae bien en todos los estratos sociales. Entre los perredistas se oye bien, pero entre los panistas es, cuando menos, naco.
Se sabe que el equipo de Alejandra contrató a un grupo de asesores de Guadalajara que, en corto, los identifican como los barbones, pero con los que casi nadie está de acuerdo.
La razón es muy sencilla: los barbones podrán ser incluso unos genios pero, sin afán de ser peyorativos, son de provincia y la CDMX es algo muy distinto al resto de las capitales del país.
Aquí hay un mosaico y una diversidad de personas, provenientes de todas partes, que es muy difícil homogeneizarlos en una sola idea, pues es una sociedad tan plural que antes de lanzar una campaña habría que conocer el mercado.
Sobre todo después de que se juntaron el agua y el aceite, como es la alianza entre PRD y PAN, lo que hace mucho más difícil el trabajo.
En el caso de Morena, aunque también juntaron agua y aceite con el PES, no tienen ese problema, pues el foco es Andrés Manuel López Obrador, no los candidatos ni el partido en sí, por lo que todo camina sin contratiempos.
Ese no es el caso del Frente, que no tiene una figura visible que englobe a todos y que se quien marque la línea a seguir. Los frentistas están fraccionados, si no es que divididos, por lo que es imposible construir un mensaje homogéneo.
Aunado a esas diferencias, es increíble que a estas alturas –y en estas circunstancias– persista el divisionismo al interior del Gobierno de la CDMX, lo que ha impedido que los apoyos oficiales fluyan; de manera extraoficial, por supuesto.
Todavía son notorios los jaloneos entre los líderes perredistas y los funcionarios capitalinos, incluido al jefe de Gobierno sustituto, José Ramón Amieva, que por no ser del PRD no siente compromiso con ese partido y se la pasa flotando.
Eso es en lo que respecta al PRD, pero los panistas no cantan mal las rancheras, pues a excepción de algunos eventos a puerta cerrada en los que acarrean militantes para apoyar a Barrales, no hacen ninguna otra cosa más.
En las campañas territoriales donde se pide el voto para alcaldes y diputados no se escucha la petición de que voten también por Alejandra para la Jefatura de Gobierno de la capital; nada más no se les da.
Hasta pareciera que ni ellos mismos tienen fe en que puedan ganar la elección en la capital y están buscando salvar sus bastiones en algunas zonas, como son Benito Juárez, Miguel Hidalgo y en una de esas Cuajimalpa.
En los territorios panistas sí se nota que hay campaña, pero solamente por los aspirantes azules y nada más, por lo que pareciera que hasta el momento el experimento de haber juntado al PAN y al PRD no está dando resultados.
Es más, algunos hasta apuestan que esos partidos quedarán tan reducidos que tendrán que pensar en una reestructuración después de las elecciones, para ver si se mantienen como están o buscan otra opción política.
Y del Movimiento Ciudadano ni hablar, ese partido sólo juega a ver quién lo carga porque, al menos en la CDMX, no tiene la menor fuerza y no aporta absolutamente nada que no sea el membrete.
Es una lástima porque, sin hacer prácticamente campaña, Sheinbaum sigue punteando tan sólo con sacarse fotos con López Obrador y hablar de él, pero nada más.
Por todas estas cosas es que Barrales se ve cada vez más sola y cunde la desesperación en el Frente, y no sólo por la Jefatura de Gobierno, sino por la conformación de las alcaldías y del primer Congreso Local.