Los trabajadores ante el primero de julio
Este primero de julio millones de trabajadores acudirán a las urnas ante la disyuntiva de optar por dos visiones distintas de país: una, que desde un cristal color de rosa defiende una eternizada retórica de desarrollo económico y combate a la pobreza; y otra, que en su cristal atisba una tonalidad de atraso y marginación.
¿Por cuál inclinarán su voto? Y de hacerlo ¿qué seguridad tendrán de que en su beneficio se realice un verdadero cambio en el modelo económico, político y social?
Hace unas semanas durante la celebración del Foro “La Pobreza y su Entorno Económico en el México del Siglo XXI”, organizado por el Centro de Estudios Sociales y de Opinión Pública (CESOP), de la Cámara de Diputados, y en que se dieron cita representantes e investigadores de instituciones como el INEGI, el Centro de Investigación y Docencia Económicas (CIDE), la OCDE-México y el Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (CONEVAL), quedó de manifiesto que hablar de desarrollo económico en nuestro país no equivale en lo absoluto a hablar de desarrollo social.
Uno de los ponentes, Ricardo César Aparicio Jiménez, Director General Adjunto de Análisis de la Pobreza del CONEVAL, no miró la situación de los trabajadores a través del cristal color de rosa de la actual administración. De acuerdo al experto en la materia, de 2008 a 2016 el número de pobres se incrementó en el país en 3,9 millones de personas, agudizándose la precariedad laboral, los bajos salarios y quedando en el limbo la seguridad social.
El deterioro en el nivel de vida de las mayorías conformadas por los asalariados del campo y la ciudad, pero también por trabajadores burocráticos del gobierno de la ciudad y diversas dependencias federales, puso en tela de juicio la capacidad de los gobiernos no únicamente priístas sino de la supuesta izquierda, como el PRD, para respetar las conquistas sindicales alcanzadas en el siglo pasado por la clase trabajadora en su conjunto.
Es indudable que en todos los ámbitos sindicales, los trabajadores del apartado “A” y del “B”, enfrentan un retroceso no solo por la aprobación de la Reforma Laboral que legalizó las contrataciones outsourcings, atentatorias de la estabilidad en el empleo y la seguridad social, sino por la eternización en el cargo de diversos líderes que han anulado la democracia interna en sus organizaciones, imponiendo una visión patrimonialista en los sindicatos.
Salvo algunas excepciones del sindicalismo independiente, hoy en día, muchas organizaciones son negocios privados y no instituciones que defiendan los intereses y derechos de sus agremiados. Tanto gobiernos como patrones han comprobado lo útil que les resulta tener a dirigentes complacientes de su lado para frenar las demandas y reclamos de los trabajadores. Sin descontar la existencia de sindicatos blancos con sus contratos de protección, cuyos “afiliados” ni siquiera han visto el rostro a sus líderes.
En una de sus giras por Veracruz, en San Andrés Tuxtla, Andrés Manuel López Obrador, candidato de la coalición Juntos Haremos Historia, señaló que de llegar a la presidencia respetará la autonomía sindical de todas las organizaciones de los trabajadores, pugnando por hacer obligatorio el voto libre y secreto en los sindicatos.
La tarea no se antoja nada fácil porque si bien romper con las inercias acumuladas en décadas requerirá, como otros probables golpes de timón, deberá pasar por la aduana legislativa para dar marcha atrás a las leyes en la materia con alto contenido anti obrero como la Reforma Laboral vigente, requerirá sin duda de una alianza estratégica con los directamente afectados: los trabajadores.
¿Cuál podrá ser entonces la vía más corta para revertir estos círculos viciosos e ilegales que mantienen atrapados los derechos de los asalariados y su libre decisión a elegir a sus representantes?
La respuesta no es tan rebuscada: enseñar y orientar a la clase trabajadora a conocer y defender sus derechos.
Si los resultados del primero de julio confirman lo expresado en las encuestas, millones de mexicanos y, por supuesto, la mayoría de ellos, trabajadores, habrán decidido su voto en contra de la visión color de rosa de cuya bonanza nunca fueron ni han sido partícipes.
Por cierto que para aquellos que han polarizado la contienda electoral buscando defender no los intereses de los trabajadores y las mayorías pauperizadas, sino de los grupos empresariales y de poder, valdría recordarles la alianza histórica que en 1935, pactó el movimiento obrero con el General Lázaro Cárdenas, cuando Plutarco Elías Calles intentó desestabilizar su gobierno al responsabilizar al entonces presidente de tolerar huelgas en “contra del desarrollo del país”.
En respuesta a Calles, sindicatos nacionales de industria y la clase obrera en general conformaron el Comité Nacional de Defensa Proletaria, que en una movilización masiva salió a las calles a apoyar hasta sus últimas consecuencias a Cárdenas. La fuerza y unidad de los trabajadores echó abajo el intento desestabilizador que culminó con el exilio de Plutarco Elías Calles y la expropiación del petróleo a las voraces empresas extranjeras.
Este pacto podría renovarse luego del primero de julio, si es que alguien duda que el verdadero tigre anda suelto y cohabita desde hace décadas en la pobreza y miseria de millones de trabajadores en nuestro país.
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