Las encuestas y la percepción ciudadana
En lo actuales tiempos de crispación social, acentuados por el proceso electoral que se avecina, los mexicanos viven en la zozobra de quién podría ganar la Presidencia de la República, pues de ello depende su futuro… claro, según el cristal con que miren.
Los simpatizantes de Andrés Manuel López Obrador están en un estado de goce porque las encuestas llevan ya varios meses indicando que su candidato es el favorito para llegar, ahora sí, a la silla presidencial que tanto añora.
Hacen sus mediciones, cruzan datos e intercambian mensajes con sus amigos en las redes sociales para apoyarse -unos a otros- en el ciberespacio y mantener el ánimo en alto ante la cercanía del proceso.
Esto, que para unos es nuevo, se ha vivido ya en dos ocasiones anteriores y quienes son pejistas confían en que la tercera será la vencida, por aquello de que Andrés Manuel busca de nuevo la Presidencia de la República tras dos derrotas anteriores.
Para ellos los números son tan contundentes que no ven ninguna posibilidad de que su candidato pueda perder las elecciones, pero por las malditas dudas están a la expectativa de qué cosas podrían ocurrir para que se cayera su gallo.
Los que alucinan a López Obrador confían en que vuelva a ocurrir lo de años anteriores, sobre todo en 2006, cuando el tabasqueño llegó a la contienda con 10 puntos de ventaja y al final Felipe Calderón lo rebasó por la izquierda en un final de alarido.
Y es que justamente por estas fechas –a poco menos de dos meses de la elección- fue cuando Calderón empezó a acortar la ventaja y El Peje se empezó a enredar con su lengua, hasta que lanzó el famoso “cállate chachalaca”, que sepultó sus aspiraciones.
También un par de meses antes de los comicios, pero en 2012, Enrique Peña Nieto fue prácticamente emboscado en la Universidad Iberoamericana, luego de lo cual cayó dramáticamente en las encuestas hasta bajar a un empate técnico con el entonces candidato del PRD.
El PRI hizo el respectivo control de daños y logró ganar la Presidencia con siete puntos de ventaja, pero la preocupación no es para menos.
Bueno, pues en el actual proceso electoral faltan menos de dos meses y se espera que se mueva algo, lo suficientemente fuerte, para pensar en la posibilidad de que alguno de los que vienen detrás de él le pueda dar alcance y por supuesto derrotarlo.
Hasta ahorita lo más interesante, por llamarlo de alguna manera, ha sido el relevo en la dirigencia del PRI nacional, que ha venido a inyectar nuevos bríos a la militancia, pero que se antoja bastante tardío.
Quizá algunos estén esperando a que llegue el segundo debate presidencial para ir perfilando su voto, pues la franja de los indecisos sigue siendo muy alta y es a los que tanto Ricardo Anaya como José Antonio Meade están buscando para poder pensar en darle la vuelta a los números.
Pero además del tema de los indecisos, que la mayoría piensa que son anti-pejistas por la sencilla razón de que quienes van a votar por Morena lo restriegan en la cara a sus vecinos, amigos o familiares, está la validez de las encuestas.
En la actualidad ya hay tantas encuestadoras que es difícil saber cuáles son las serias y cuáles las patito, porque todo mundo da por buenas sus propias cifras y con base en ello se publican.
En el caso específico de López Obrador, que ha mantenido el primer lugar de forma consistente, ha sido favorecido por ejercicios realizado por los periódicos Reforma y El Financiero.
Ambos diarios son de prestigio, por lo cual sus encuestas se consideran serias.
Pero es aquí donde renacen las esperanzas de quienes no quieren que gane El Peje, pues una pequeña revisión a la metodología usada por Reforma, por ejemplo, que es la que mayor ventaja le da al tabasqueño, abre serias interrogantes sobre estos ejercicios.
En su último ejercicio, según las metodologías usadas por diversos grupos de análisis, la encuesta del periódico del El Ángel que le dio 48 puntos de los votos se realizó en unos cuantos estados, la mayoría con amplias simpatías por Morena, y por eso sale así.
Se informa que una muestra de la encuesta fue tomada en Aguascalientes; otra en Estado de México y la mayoría en la CDMX, entidades donde López Obrador tiene buena fuerza, por lo que los resultados podrían estar sesgados.
La de El Financiero está más o menos por el mismo camino, pues en el levantamiento de campo de su último ejercicio tampoco encuestaron en zonas donde Ricardo Anaya y José Antonio Meade.
Esa es la esperanza de los anti-pejistas y la preocupación de los morenos.
Así las cosas, no existe ninguna confiabilidad en los números que arroje esta estadística, por lo que en una de esas la distancia entre el puntero y el segundo lugar ya no es tan alta como se veía.
Si ese escenario se pudiera ir visualizando, seguro más de uno ya no tendría que usar antiácidos para los nervios y empezaría a pensar en un escenario electoral más cerrado, donde nadie tenga seguro el triunfo.
Esto impactaría también en el estado de ánimo de mucha gente, porque al cambiar los números, la percepción de que una vez más López Obrador será derrotado reactivaría el ímpetu ciudadano de apoyar a sus candidatos en las urnas.
Sólo así los electores recuperarán el ánimo de salir a votar, porque tendrían la certeza de que la lucha aún no está decidida y que hay posibilidades de triunfo.
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