Del día

Primero de mayo; historia escrita con sangre obrera

Los orígenes del Día Internacional del Trabajo datan de 1886, con el episodio de “Los Mártires de Chicago”, en Estados Unidos. Trabajadores que luchaban por una jornada digna de 8 horas, – entonces se trabajaba entre 10 y 16 horas-, no distinguiendo a mujeres y niños, con sueldos bajísimos.

Ante tal situación, varias agrupaciones como la “Federación de Trabajadores de Estados Unidos y Canadá” y los “Caballeros del Trabajo”, decidieron organizarse y solidarizarse, haciendo crecer la generalizada protesta. Esta organización derivó en un movimiento obrero masivo que reflejaba la resistencia y la lucha ante los patronos de todos los trabajadores de Chicago.

La conciencia obrera tomó fuerza y ante el hambre, la explotación y las deplorables condiciones de trabajo, el primero de mayo de 1886 en Chicago, miles de trabajadores se organizaron para salir a las calles y manifestarse, creando un paro nacional.

Cuatro días después se dio la revuelta de Haymarket que terminó en una cruel masacre y represión por las fuerzas policíacas y la guardia nacional, alegando que los paristas habían agredido a las fuerzas del orden. Los 8 líderes que encabezaban el movimiento; Parsons, Spies, Fielden, Schwab, Fischer, Lingg, Engel y Nebee, fueron enjuiciados, encarcelados y condenados a muerte, acusados de haber explotado una bomba que mató a varios policías.

Poco después, un arrepentido funcionario confesó que todo formó parte de una trama para desarticular al movimiento y que los acusados eran inocentes, aunque ya era demasiado tarde pues habían muerto en la horca.

Así nació el emblema de los Mártires de Chicago, y años después México escribió con la sangre de sus obreros la historia de sus propios mártires durante las Huelgas de Cananea, Sonora, en 1906, donde murieron infinidad de trabajadores mineros y sus dirigentes fueron encarcelados; y la Huelga de Río Blanco, iniciada por obreros textiles, brutalmente reprimidos y masacrados por el gobierno de Porfirio Díaz, en 1907; a una orden del dictador ejército disparó con saña, lo mismo contra mujeres y niños.

Estos actos de barbarie fueron detonantes sociales del movimiento armado estallado en 1910 y sus demandas se plasmaron en el artículo 123 de la Constitución de 1917; algunas fueron la jornada de ocho horas, un salario digno, el derecho a huelga y a una jubilación digna, conquistas hoy, paradójicamente, amenazadas.

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