¿Crisis o renovación del sindicalismo? Un repaso por las teorías y opciones estratégicas
Parte V: Modelos para la renovación sindical
El alargamiento y la globalización de la crisis capitalista, se ha convertido en un terreno fértil para que los conservadores de todas las variedades, reinicien con fuerza sus campañas antisindicales.
Lideradas por corporaciones transnacionales, organismos financieros internacionales, gobiernos que veneran el libre mercado, grandes cadenas de televisión, intelectuales y líderes de opinión, adeptos al neoliberalismo; esas cruzadas aspiran a concretar tres proyectos esenciales:
- Flexibilizar al máximo las relaciones de trabajo a fin de garantizar a los patrones la obtención de mayor plusvalía y reducir el déficit fiscal del sector público (a través de un adelgazamiento artificial del aparato estatal suprimiendo la plantilla de los trabajadores de base).
- Precarizar los salarios y la calidad de vida de los obreros y servidores públicos ubicados en la parte inferior de la pirámide empresarial e institucional, conculcando su derecho a tener un ingreso decente y prestaciones sociales dignas.
- Debilitar y, de ser posible, liquidar a los sindicatos del sector público, porque son obstáculos para la privatización de áreas estratégicas: educación, comunicaciones, salud, seguridad social, sistemas de pensión y vivienda, etc.
Aun cuando la ofensiva ha logrado minar la representatividad, credibilidad y capacidad de interlocución del movimiento sindical, éste hace esfuerzos por permanecer como representación colectiva de los trabajadores.
Las fórmulas y los pilares de la estrategia sindical son múltiples: diversificar y modernizar sus formas de activismo a fin de mantener e incrementar su membresía; fortalecer el “valor de la permanencia”, la formación, facilitar la comunicación y el diálogo directo entre dirigencias y agremiados; asumir una actitud propositiva frente a los procesos de modernización productiva o de la gestión pública; compromiso con un modelo de desarrollo económico sostenible (economía verde) que garantice bienestar (distribución equitativa de la riqueza, trabajos decentes y derechos sociales); consolidar un arreglo interno en clave democrática; fortalecer la unidad y autonomía; encauzar la agenda ciudadana, la lucha por los derechos humanos y de los “trabajadores no clásicos”.
El sindicalismo mundial y mexicano –con honrosas excepciones– atraviesa por una etapa de desconcierto, debilidad, dispersión, conflicto interno, división por motivos políticos y resistencia a participar ya sea en los procesos de reestructuración productiva o en el mejoramiento de la calidad de los servicios, lo cual ha facilitado la guerra de exterminio puesto en marcha por los adversarios inspirados en el programa neoliberal.
Para afrontar esos retos, las organizaciones sindicales están optando por diversos modelos. Aunque no ha triunfado un paradigma único, las agrupaciones internacionales y nacionales que sobreviven al embate conservador, basan su estrategia y cursos de acción en uno o la combinación de varios de los siguientes prototipos:
Sindicalismo de Cooperación Crítica o de “Regulación Conjunta”
Desarrollado por sindicatos que leen correctamente el reto de adecuar su estructura, norma, discurso y práctica a las exigencias del progreso de las naciones y responder a un escenario marcado por hondos cambios económicos, sociales, políticos, científicos, tecnológicos y culturales. Este atributo consiste en que trabajadores y patrones encuentran un terreno común sobre el cual cooperan, pactan soluciones y desarrollan relaciones.
A pesar de las tensiones y los conflictos protagonizados por las tendencias contestatarias y de oposición militante versus las modernas, estas últimas plantean la pertinencia de que los sindicatos adopten un papel proactivo, innovador, propositivo y participativo en la modernización del proceso productivo o de la administración gubernamental, en la elevación de la productividad y la competitividad, o en el mejoramiento de la calidad y equidad de los servicios públicos.
Los partidarios de este enfoque sostienen, por ejemplo, que la viabilidad de las instituciones sociales, los derechos de los trabajadores y la subsistencia de los sindicatos solo se defenderán con éxito cuando la sociedad esté satisfecha con su funcionamiento y sus resultados, y se identifique auténticamente con las banderas que enarbolan.
En consecuencia, proponen que los sindicatos auspicien una nueva cultura laboral, participando constructivamente en la gestión empresarial o estatal, lo cual les permitirá incidir con más eficacia en la cristalización de objetivos, como:
Instaurar un modelo de desarrollo sostenible, repartir con justicia el ingreso, generar trabajos decentes, elevar los niveles de bienestar y combatir la pobreza; defender, preservar o fortalecer los derechos sociales y colectivos, las instituciones sociales y la organización colectiva; frenar el cierre de las empresas y el desmantelamiento del sector público, así como contener el deterioro de la influencia sindical como interlocutor válido frente a patrones y Estado.
Sindicalismo experto y democrático
El propósito estratégico de este paradigma es preservar los derechos humanos universales y, en particular, contener la arremetida contra los derechos básicos de los trabajadores.
Para ello, en varios países se practica un sindicalismo experto cuyas dirigencias alcanzan un alto nivel de conocimiento y especialización que les permite elaborar iniciativas o contrapropuestas que, después de un proceso de consulta, presentan a los consejos de las empresas o a los funcionarios del Estado.
La profesionalización de los cuadros sindicales proporciona mayor discernimiento, mejores instrumentos y métodos de análisis, que ayudan a argumentar las posiciones, políticas y propuestas, y cumplir con más eficacia las responsabilidades contraídas.
Este tipo de sindicalismo en la esfera de la democracia, genera una estructura horizontal y colegiada, crea contrapesos, escucha a los afiliados, fomenta y amplía los espacios de participación en la toma de decisiones.
Asimismo, alienta la afiliación sindical individualizada sobre la base del convencimiento de los trabajadores; impulsa la participación consciente, informada y crítica de las bases; rechaza los añejos usos corporativos; promueve la ética sindical y laboral (honestidad, transparencia y rendición de cuentas); fomenta la integridad en la prestación de servicios y en el desempeño profesional; crea dispositivos para el acceso a la información, funda órganos de fiscalización, control, seguimiento y evaluación; e institucionaliza un Observatorio Cívico y Social del Desempeño, encargado de poner los ojos sobre el comportamiento de las dirigencias, el cumplimiento de programas y metas, la producción de resultados, el origen y destino del patrimonio sindical.
Con esta autoridad, reclama que todas las instituciones del Estado, los actores políticos y sociales, las organizaciones de la sociedad civil, etc., efectivamente actúen con pulcritud. Por lo demás, utiliza las nuevas tecnologías de la información y comunicación (Internet y redes sociales, por ejemplo) como plataformas para detonar formas modernas de diálogo, comunicación, intercambio de experiencias y protesta (ciberactivismo).
Sindicalismo de “Movimiento Social”
Éste trasciende las luchas por mejores salarios y condiciones de trabajo. Abarca campañas de mejoramiento de las condiciones de vida de la clase trabajadora en su totalidad: vivienda y salud, educación, transporte, etcétera, y en un sentido más amplio, se compromete con las causas y aspiraciones de progreso de la sociedad, abandera los asuntos de género, de derechos humanos, de cuidado y salvaguarda del medio ambiente.
En algunos países, los sindicatos forjan coaliciones y alianzas ciudadanas enfocadas a ofrecer alternativas a las necesidades locales y al impulso de proyectos de desarrollo comunitario. Cuando ejercitan estas prácticas, las huelgas y otras formas de protesta de los trabajadores por problemas con la empresa o la dependencia pública tienden a obtener un apoyo más fuerte de la comunidad.
En particular, a partir de la creación de estructuras en los lugares de trabajo, este tipo de activismo sindical apoya, aunque de manera incipiente, la organización de “trabajadores atípicos”, ocupados en “trabajos no clásicos”: comerciantes en vía pública, microbuseros, vagoneros del metro, lustradores de calzado, entre otros.
Un exponente emblemático de la escuela francesa, que ha teorizado en relación al “sindicato movimiento social”, es Alain Touraine, quien en sus escritos pioneros aseveró que “el movimiento obrero debe concebirse como la manifestación de la conciencia obrera”. Empero, el virtual desplome de la “conciencia de clase” y el declive de la “lucha de clases”, lo condujeron a matizar su razonamiento.
En sus obras posteriores, expresó que para mantener su influencia, las organizaciones sindicales debían intervenir en la discusión, elaboración e implementación de la política económica y social, para hacer valer los intereses de los trabajadores, extender el ámbito de sus reivindicaciones y resistir en mejores condiciones los efectos de las reformas y los cambios en esos terrenos.
Por añadidura, el eminente sociólogo opina que el sindicalismo debe superar su acción defensiva (fundada en intereses económicos y corporativos limitados) con el fin de aliarse a las luchas y a las demandas de los nuevos movimientos sociales (NMS).
Al respecto, afirmó: “Allá donde algunos solo ven un reformismo, veo, por el contrario, la presencia de un movimiento social capaz a la vez de conflictos y de propuestas para el conjunto de la sociedad”.
Por su lado, Peter Waterman, un académico e investigador holandés, en el ensayo Movimientos sociales del sindicalismo. Hacia una estrategia siempre renovable, examina las nuevas teorías y estrategias orientadas a “ayudar a los sindicatos a escapar del callejón sin salida, del aislamiento, subordinación o manipulación en que las viejas ideas los han concebido”.
Waterman entiende por Movimiento Social Sindicalista, aquel que:
- Lucha “dentro y alrededor del trabajo asalariado no sólo para obtener mejores salarios y condiciones laborales, sino para incrementar el control laboral y sindical sobre los procesos laborales, inversiones, nueva tecnología, reubicación, subcontratación, capacitación y políticas educativas…”, en un marco de negociación y acción común con otras comunidades afectadas.
- Lucha “contra relaciones y métodos laborales jerárquicos, autoritarios y tecnocráticos…”.
- Se articula “íntimamente con otros movimientos de clases trabajadoras o de otro tipo (…) no sindicalizadas o sindicalizables”, con movimientos democráticos y multiclasistas, y con fuerzas políticas que reconocen el valor de la pluralidad.
- Trabaja por la transformación de las relaciones y estructuras sociales, económicas, políticas, domésticas, sexuales, etc.
- Abandera las nuevas exigencias, luchas y problemas de la sociedad: racismo, autoritarismo, sexismo y burocratismo.
• Impulsa una clara estrategia feminista, en especial para las mujeres trabajadoras, condenando categóricamente la violencia, discriminación, explotación y humillación de las mujeres; promoviendo la discusión y construyendo alternativas; ondeando iniciativas sobre el aborto, el empoderamiento y la participación política de las mujeres.