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Cicatriz laboral, abierta y sin cura

Una lenta recuperación del empleo con enfoque inclusivo en México, sigue siendo un efecto de la pandemia que no ha permitido el rescate de las fuentes laborales

La cicatriz dejada por los efectos del COVID-19 es una marca permanente en la piel del cuerpo laboral. La curación de la herida no termina de cerrar.

El déficit de empleo en el país sigue repercutiendo por el impacto de la pandemia y no obstante que se ha reducido su nivel gradualmente en los últimos dos años, todavía se mantiene por arriba de lo observado antes de la emergencia sanitaria.

Una prueba irrefutable de ello es que en México al menos 14.7 millones de personas necesitan empleo y siguen afectados por la escasez de fuentes de empleo.

Han pasado más de dos años desde que se registrara el mayor impacto en el mercado laboral a causa de la suspensión de actividades económicas no esenciales debido a la pandemia de Covid-19 y que, en su momento, originó que 12.7 millones de personas a dejaran su empleo.

Los efectos causados por esos desempleos masivos no han permitido que haya una recuperación total. No obstante que ha surgido un proceso de rescate para impulsar las contrataciones, el mundo laboral sigue padeciendo los efectos.

Información de la Encuesta Nacional de Ocupación Empleo (ENEO) permite conocer que el 21.9% de la fuerza laboral potencial del país necesita un empleo, todavía por arriba del nivel de 19.8% reportado en marzo de 2020. En la actualidad hay 2.3 millones de personas más en esta situación, para llegar a un global de 14.7 millones de personas.

El déficit de empleo llegó a un nivel máximo de 52.9% de la fuerza laboral potencial en mayo de 2020 y se ha reducido gradualmente y aunque en abril de este año tuvo un repunte respecto a marzo, todavía se encuentran por arriba de lo observado antes de la pandemia.

No obstante los avances del mercado laboral en general durante el cuarto mes del año 2022.

Uno de los principales efectos de la pandemia en el mercado laboral ha sido el aumento de la inactividad, en especial del renglón que abarca a quienes se encuentran cerradas las oportunidades para encontrar un empleo.

En sus reportes sobre el impacto de la COVID-19 en el mercado laboral, la Organización Internacional del Trabajo (OIT), ha reiterado que “el aumento del nivel de inactividad es una de las principales consecuencias de la actual crisis laboral, en la que es necesario hacer hincapié en el plano político”.

La agencia laboral mundial prevé una recuperación lenta e incierta de los mercados laborales globales dada la persistencia de la crisis del COVID-19. El déficit alcanzaría 52 millones de puestos de trabajo de tiempo completo con respecto a 2019. En América Latina, el desempleo se reduciría a 9,3% a finales de en 2022, frente al 10% de 2021.

En economías como la mexicana, subraya la OIT la brecha laboral sigue siendo superior respecto a lo reportado antes de la emergencia sanitaria, en niveles de hasta cinco puntos porcentuales, lo que complicará más la recuperación plena del empleo.

Aunque estas cifras indican que la recuperación de las horas trabajadas ha ido acompañada de un fuerte repunte del empleo en las economías avanzadas, ya con el regreso de la población al mercado laboral, no ha sido suficiente para mitigar los efectos negativos.

REACTIVACIÓN INSUFICIENTE

La región de América Latina y el Caribe reanudó el crecimiento económico en 2021, pero la reactivación de los mercados laborales fue limitada y se basó en gran medida en el trabajo informal, dando como resultado un desempleo del 10%, que disminuiría a 9,3% en 2022 y a 8,8% en 2023, de acuerdo con la Organización Internacional del Trabajo (OIT).

El empleo informal, que creció exponencialmente, no fue una opción que pudiera permitir una reactivación total y completa, aunque significó una compensación significativa.

La afectación de todos los sectores económicos en conjunto con las medidas de contención y las restricciones de movilidad implementadas para contener la pandemia, impidieron la reasignación de la mano de obra desocupada al empleo informal, una fórmula tradicional de ajuste del mercado laboral.

De acuerdo a lo establecido por la OIT, en esta ocasión, en vez de quedar desempleados o pasar a la informalidad como en crisis anteriores, los trabajadores despedidos o los que operaban de manera independiente abandonaron la fuerza laboral. Los trabajadores informales, por su parte, también sufrieron un golpe desproporcionado en el peor momento de la crisis de 2020.

Entre las razones del gran impacto al empleo informal destacan su arraigo en sectores desmovilizados por las medidas de confinamiento y las bajas posibilidades de teletrabajo del rubro, así como la falta de protección laboral y las pequeñas empresas como fuentes de empleo ya que éstas tuvieron, en general, menos acceso a los apoyos de emergencia implementados por los gobiernos.

A lo cual debe añadirse que el cierre y la desaparición de millones de PYMES en la región auguran una recuperación del mercado laboral más lenta que el repunte económico, al igual que un deterioro en la calidad del empleo.

Además de que las mujeres, los jóvenes, los trabajadores menos calificados y los trabajadores migrantes han padecido la crisis del empleo con mayor intensidad.

En el panorama mundial, la Organización Internacional del Trabajo estima que la recuperación del mercado laboral será lenta e incierta dada la persistencia de la crisis del COVID-19 y calcula que el déficit de empleos en 2022 equivaldrá a 52 millones de puestos de trabajo de tiempo completo con respecto a 2019. Hasta mayo de 2021, la proyección era de 26 millones, es decir, la mitad del número proyectado ahora.

La OIT indica que la revisión a la baja “tiene que ver principalmente con el impacto continuo de la pandemia, en particular, con la aparición de la variante ómicron y todo lo que ha implicado.

Las diferencias de los efectos de la crisis entre grupos de trabajadores y entre países agudizan las desigualdades tanto dentro de los países como entre ellos, además de que debilitan el entramado económico, financiero y social de casi todas las naciones, independientemente de su nivel de desarrollo.

El organismo internacional considera que reparar este daño podría tomar años y tendría consecuencias de largo plazo sobre la participación en la fuerza de trabajo, los ingresos de los hogares y la cohesión social y, posiblemente, la cohesión política.

La brecha laboral mide la necesidad más amplia de empleo en el mercado, ya que considera a las personas desocupadas, a las inactivas disponibles para trabajar y a las subocupadas como parte de un problema que se acrecienta.

El panorama se recrudece al advertir que el mundo en desarrollo, lamentablemente no está en esa posición favorable y por tanto las naciones más ricas no han podido invertir recursos muy sustanciales para estimular su economía, proteger a los trabajadores, apoyar empresas, atraer demanda a sus economías y fortalecer las inversiones en otros países.

La OIT establece que esos factores son preocupantes porque si bien ya antes de la pandemia la desigualdad era grave, actualmente es mucho más acuciante y puede conducir a una situación peor.

En los mercados laborales, los efectos económicos del COVID-19, la enfermedad causada por el coronavirus SARS-CoV-2 han sido palpables y a pesar de algunas señales de recuperación económica entre 2021 y 2022 están lejos de ser óptimas.

Se perdieron muchos empleos, se trabajaron menos horas, se generaron menos ingresos, y eso afectó a la economía mundial y a los mercados financieros. Pero también significaron problemas estructurales preexistentes como la baja productividad, la informalidad laboral y las brechas de género que se profundizaron.

En México la tasa de informalidad sigue siendo alta ya que la pandemia del COVID-19 redujo tanto el empleo formal como el informal.

Además de que en México los salarios aún no recuperan sus niveles previos a la crisis, y aunque están mejorando la productividad del país ha caído. La crisis también representó un retroceso importante en la igualdad de género en el mercado laboral.

Las relaciones laborales ya estaban cambiando aceleradamente antes de la crisis sanitaria del COVID-19, y la pandemia, junto a sus consecuencias como el distanciamiento social y la emergencia en la salud pública surtieron efectos negativos.

Lo que empezó para muchos como un experimento tímido de teletrabajo, se precipitó y tomó auge durante la pandemia de COVID-19.

Sin duda el crecimiento de la actividad económica digital, el trabajo remoto y la generación de ingresos a través de las plataformas digitales fueron un paliativo pero la herida provocada por la pandemia sigue abierta y la cicatriz no desaparece.

 

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