En esa reunión se discutieron muchos asuntos, pero los de mayor interés eran la gran discriminación que sufren las personas que se dedican a este trabajo, la falta de leyes que les amparan, el establecimiento de un pago digno por su labor y el derecho a una protección social por parte de los estados.
Semejantes argumentos llevaron a la Organización de las Naciones Unidas (ONU) a interesarse en el tema y proclamar en 2011, por medio de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), un tratado histórico donde se creaba un Convenio para asegurar el Trabajo Decente para los Trabajadores/as Domésticos, generando así el primer documento regulatorio de este tipo de actividad económica.
En realidad, el trabajo doméstico existe a través de la historia de la civilización humana y siempre ha sido realizado por las personas cuya condición económica o racial es la menos favorecida. Este trabajo contempla muchas actividades entre las cuales destacan:
La limpieza y orden del hogar; trabajos manuales de gran demanda por ejemplo, en las haciendas, la recolección de la cosecha, la doma de caballos o el mantenimiento de las máquinas; cuidado de los niños; cuidado de los ancianos; elaboración de alimentos; planchado y arreglos de prendas de vestir; conducción de coches; cuidado y poda de los espacios vegetales (jardines), mantenimiento del hogar (plomería, electricidad, pintura de la fachada, etc.).
“Chachas”, “criadas”, “sirvientas”, “domésticas” y expresiones con una mayor carga de discriminación, se usan frecuentemente para designar a las trabajadoras del hogar, quienes tienen uno de los empleos peores remunerados, menos valorados y más carentes de derechos en el mundo. Como todos los días a los cuales la Organización de las Naciones Unidas (ONU) ha dedicado un espacio en su agenda internacional, ésta no es una fecha para celebrarse o para dar regalos. Se trata de visibilizar la problemática y lograr que, por lo menos un día, se hable en los espacios públicos sobre esta gran deuda histórica con las mujeres que realizan uno de los trabajos más pesados, sin obtener ningún ingreso por ello.
En México, 9 de cada 10 personas dedicadas al trabajo doméstico remunerado, son mujeres, es decir, de acuerdo con el Instituto Nacional de Estadística Geografía e Informática (INEGI), las 2.2 millones de personas dedicadas al trabajo doméstico en nuestro país casi todas son mujeres. Tres de cada cuatro reciben menos de dos salarios mínimos, la mitad trabaja más de 35 horas a la semana y el 76.1 carece de toda prestación laboral. Y todo ello por realizar uno de los trabajos menos valorados del mundo.
La Agencia Comunicación e Información de la Mujer, asegura que si bien en México el grueso de las mujeres se enfrenta a condiciones desiguales en el ámbito laboral, las trabajadoras del hogar realizan su labor bajo condiciones más precarias. “No tienen contrato, a menudo laboran medio tiempo o menos, tienen bajos ingresos, carecen de las prestaciones más básicas, incluyendo las reconocidas por ley, no tienen acceso a servicios de salud y guarderías por lo que difícilmente pueden compaginar sus responsabilidades familiares con su trabajo”.
Las cifras de la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo realizada por el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI) determinan que en México, menos del uno por ciento de las trabajadoras domésticas son las que cuentan con un contrato de trabajo por escrito que les garantiza el acceso a prestaciones básicas –que incluso son reconocidas legalmente- como el aguinaldo y las vacaciones.
El sueldo medio para el puesto de Empleada doméstica en México es de $ 6,819.70 al mes
Respecto de los ingresos y de acuerdo con estimaciones del INEGI, las trabajadoras del hogar ganan en promedio 21 pesos por hora. En estados como Oaxaca y Chiapas los salarios sólo llegan a 10 pesos por hora. De cada 10 mujeres que laboran como empleadas del hogar 8 son madres y 1 de cada 3 es madre soltera, casi todas sin acceso a guardería, por lo que además de realizar las labores domésticas deben cuidar a sus hijos, y mientras trabajan los dejan al cuidado de alguien más. Pero es obvio que el trabajo doméstico no sólo lo hacen las trabajadoras del hogar. La doble jornada laboral implica que prácticamente todas las mujeres (trabajando dentro o fuera de casa) realicen labores domésticas no remuneradas.
Una de las peores cosas en el trabajo doméstico no sólo es la inexistencia de remuneración económica, sino el nulo pago simbólico que por esta actividad existe, debido a que casi nadie ve, ni valora las labores domésticas.
Sobra decir que, en la mayoría de los casos, tampoco son muchos los integrantes de la familia que contribuyen o respetan este tipo de trabajo. Sobre la invisibilidad y total desvalorización de su trabajo, la Red Nacional de Trabajadoras del Hogar en México ha trabajado por una reforma laboral que proteja y reconozca los Derechos Humanos de las mujeres trabajadoras y que garantice la equidad y la justicia social en el ámbito laboral, ante el hartazgo por la explotación de la que son objeto por parte de sus empleadoras quienes las contratan en empleos donde con frecuencia son víctimas de acoso sexual, maltrato físico y verbal.
La valoración del trabajo doméstico no puede dejarse solamente a los procesos de negociación que en cada hogar puedan establecerse. Independientemente de la regulación de la trata de personas forzadas a realizar estas labores, la remuneración del trabajo doméstico debe atenderse en los tres niveles de gobierno de todo el país. El tema es cada vez más urgente y las autoridades no pueden ya pasar por alto su regulación.
Con la pandemia por COVID-19 las condiciones de informalidad en las que se encuentran las trabajadoras del hogar se han agudizado, ocasionando despidos injustificados, reducciones de sueldo o suspensiones indefinidas de su trabajo.
Para contrarrestar esta situación, organizaciones de la sociedad civil están realizando una serie de acciones que incluyen campañas de sensibilización y concientización a las y los empleadores, elaboración y difusión de material informativo sobre los derechos laborales de las trabajadoras, y el levantamiento de un padrón voluntario, entre otras.
Por un lado, se han incrementado las tareas domésticas y de cuidado en los hogares por la necesidad de mayores medidas de sanitización de los espacios y por el cuidado de personas enfermas, niños y niñas, y personas mayores. Por otro lado, muchas trabajadoras han enfrentado despidos, suspensión sin goce de sueldo, reducción del salario o, quienes trabajan de planta, han tenido que permanecer en confinamiento en el lugar donde trabajan.
Para ellas, no trabajar las coloca en una situación de suma vulnerabilidad, pues dependen de lo que generan día con día para subsistir, que suele ser en promedio entre uno y dos salarios mínimos al día. En el caso de las trabajadoras del hogar de planta, el confinamiento ha exacerbado conductas de abuso como la falta de claridad acerca de sus funciones, además de cargas y jornadas de trabajo más largas e indefinidas, sin dejar de lado el riesgo de contagio y la falta de seguridad social.
Para hacer frente a todas estas afectaciones, el gobierno mexicano ha llevado a cabo algunas acciones como el acceso al programa de Crédito Solidario a la Palabra para trabajadoras del hogar afiliadas al Seguro Social, del cual sólo se podrían beneficiar las 22 mil 300 trabajadoras que ya están afiliadas, un número muy reducido en relación a los 2.4 millones de personas que integran el sector; acceso al apoyo para personas trabajadoras no asalariadas del Gobierno de la Ciudad de México.
Por su parte, desde la sociedad civil se realizan acciones de acompañamiento y capacitación a las trabajadoras del hogar sobre sus derechos laborales, así como asesoría a las y los empleadores para la inscripción de las trabajadoras al IMSS, la elaboración de un contrato, el pago de salarios justos, entre otros aspectos.
Este 30 de marzo recordemos que gracias a las trabajadoras del hogar muchas personas podemos dedicarnos a nuestras actividades laborales desde casa con la seguridad de que habrá orden y limpieza en nuestro hogar, y que los integrantes de nuestra familia estarán siendo cuidados y atendidos.
En honor a lo funcional que hacen nuestra vida cotidiana, investiguemos las múltiples formas en que podemos contribuir a que sus derechos sean respetados y sus condiciones de vida y trabajo sean dignas, sin dejar de exigir al Estado mexicano que cumpla con la obligación que le confiere haber ratificado el Convenio 189 de la OIT.