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Casa del Obrero Mundial: fue cuna de intelectuales, hoy invadida y en desgracia

Está inscrito en las páginas de la historia. Cuenta la leyenda que ocho personas que en el curso de tres años se convirtieron en noventa mil. Era 1912 cuando fundaron el Grupo Anarquista Luz, que luego se transformó en la Casa del Obrero, llegó a ser la organización de trabajadores más poderosa de la capital y del país

Cuna de sabiduría, refugio de intelectuales, fábrica de luchas obreras, movimientos reivindicadores, destapes presidenciales, hoy vive el abandono y en la desgracia.

Invadida por colonos que nada conocen ni saben de las conquistas de los trabajadores sindicalizados, en el descuido absoluto, rodeada de comerciantes ambulantes, de basura y de ignorancia, es una construcción más en el populoso barrio de Tepito.

La Casa del Obrero Mundial (COM), fue establecida en la 4ª calle de Matamoros número 105, de la Ciudad de México. Entre los fundadores están Antonio Díaz Soto y Gama, Pioquinto Roldán, Manuel Sarabia, Celestino Gasca, Lázaro Gutiérrez de Lara y Rafael Pérez Taylor. En ese lugar tuvieron origen los aumentos salariales e indemnizaciones por accidentes o por muerte en el desempeño del trabajo.

La COM agrupó sastres, zapateros, hilanderos, canteros y otras similares, pertenecientes a los viejos gremios pero no tuvo como agremiados a los obreros mejor organizados como ferrocarrileros, petroleros y textileros.

El establecimiento de la COM es resultado de las reuniones de obreros anarquistas y sindicalistas iniciaron el 15 de julio de 1912. Dos días después, reunidos los integrantes del Grupo Luz con los representantes de la Unión de Canteros, de la Unión de Resistencia de la fábrica de textiles La Linera, la Unión de Operarios Sastres y la Unión de Conductores de Coches Públicos, para discutir la situación resultante de la expulsión de Moncaleano de México y del fracaso de su propósito de fundar la Escuela Racionalista, resolvieron destinar el local del Grupo Luz para la celebración de asambleas de obreros de diferentes asociaciones. Así se adoptó el nombre de Casa del Obrero, al cual se añadió después el adjetivo Mundial.

En ese sitio que ahora no significa nada para quienes ocupan la sede, donde en su pasillos se aprecian lazos con ropa colgada, tendederos, y un abandono deplorable, tuvo lugar el acuerdo de conmemorar los sucesos de Chicago de 1886 y 1887 con una manifestación que recorrió las avenidas de la ciudad de México, apoyada por el grupo de diputados “renovadores”: José Natividad Macías, Luís M. Rojas, Alfonso Cravioto, Miguel Alardín, Francisco Ortiz Rubio, Gerzayn Ugarte, Jesús Urueta y Félix F. Palavicini.

Prohibido el acceso, los habitantes apoderados de la construcción convertida en una vecindad conservan viejas y descoloridas fotografías colgadas en las paredes del patio.

Rosendo Salazar en su libro “La Casa del Obrero Mundial”, refiere que ahí nació la idea de presentar a la Cámara de Diputados, el 17 de septiembre de 1913, el primer proyecto de Ley del Trabajo.

DESAMPARO Y ABANDONO

Rodeada de un tianguis donde lo mismo venden ropa, discos, chácharas y cosméticos, la Casa del Obrero Mundial vive el desamparo y el abandono. No se tiene información de quién ostenta la propiedad, pero está ocupada por familias que niegan el acceso a quienes pretenden visitarla.

La COM fue habilitada por el único grupo obrero con representación nacional que dominaba el movimiento laboral en México de 1912 a 1918 y organizó huelgas, paros y manifestaciones. Por acción de la COM muchas mutualidades, uniones y demás agrupaciones, se transformarán en auténticos sindicatos. Por ejemplo, la Unión de Canteros, la Unión de Operarios Sastres y la Unión del Gremio de Carpinteros, se convirtieron en el Sindicato de Canteros, el Sindicato de Operarios Sastres y el Sindicato de Tallistas, Ebanistas y Carpinteros, respectivamente. En esos tiempos el clero se organizó y amenazaba con la excomunión a todo trabajador que ingresara a la COM.

El Septiembre 22 de 1912 quedó establecida la Casa del Obrero Mundial. Una organización anarcosindicalista, cuya ideología se inspira en el Manifiesto Anarquista del desaparecido Grupo Luz, del colombiano Juan Francisco Moncaleano, grupo al cual pertenecieron algunos de sus fundadores.

Entre sus postulados y principios, estaba:

Ilustrar a una gente esclavizada e ignorante.

Derrocar los tormentos de la humanidad: clero, gobierno y capital.

No servir a las ambiciones de charlatanes políticos, porque ningún hombre tiene el derecho de gobernar a otro.

Dar a conocer que todos los hombres son iguales porque todos están regidos por las mismas leyes naturales y no arbitrarias.

Exigir explicaciones de los ricos opulentos con respecto a sus riquezas, al gobierno con respecto a su autoridad, y a los representantes de dios bandido por sus poderes celestiales.

Devastar las instituciones sociales generadas por los torturadores y los holgazanes.

Ganar la libertad para el trabajador esclavizado.

Utilizar la verdad como la última arma contra la desigualdad.

Luchar contra el miedo, el terrible tirano del pueblo.

Marchar adelante hacia la redención, hacia la nación universal en donde todos puedan vivir con respeto mutuo, en absoluta libertad, sin paternales figuras políticas nacionales, sin los dioses en el cielo o ricos insolentes.

En ese mismo lugar el 25 de septiembre de 1975, durante la comida de celebración de la Casa del Obrero Mundial, el sempiterno líder cetemista Fidel Velázquez Sánchez “destaparía” como candidato a la Presidencia de la República a José López Portillo y Pacheco para convertirse en sucesor de Luís Echeverría Álvarez. 

INTELECTUALES Y CULTURA

El Grupo Luz estuvo integrado por artesanos “ilustrados” y “cultos”, quienes se echaron a cuestas la misión de iluminar a los obreros, quienes tenían los ojos cubiertos por las “vendas del pasado”. Además, eran seguidores del anarquista español Francisco Ferrer Guardia y de su programa de escuelas de obreros, conocido como Escuela Racionalista, que sustentaba que sólo mediante la educación los obreros podían prepararse para tomar las fábricas y manejarlas para su propio provecho. Así, la COM empezó como un centro de reunión y discusión, una especie de liceo obrero.

José Estévez y Ramón Gil (La Casa del Obrero Mundial) hacen la referencia de que “Originada más por las circunstancias que por un propósito ya definido de instituirla, no se elaboraron estatutos, ni declaración de principios. Funcionó simple y sencillamente como centro de divulgación doctrinaria de ideas avanzadas, siendo Jacinto Huitrón su primer administrador y Luís Méndez su primer tesorero.”

Los principios desde su fundación, no admitían interpretaciones. La claridad de sus propósitos estuvieron ventilados y puestos a consideración de la clase trabajadora. Era por tanto entendible la contribución a la organización del movimiento obrero, para que forme sindicatos de resistencia, que exija aumentos salariales y pagos de indemnización por accidentes de trabajo y por muerte, así como la reducción de la jornada de trabajo y la eliminación de capataces déspotas e injustos.

Consideró como estrategia la “acción directa”, el enfrentamiento con los patrones mediante huelgas, paros, boicots y manifestaciones, y rechazar la participación política de los sindicatos. Su actividad inmediata se concentrará en organizar a los gremios para superar las “viejas etapas mutualistas compañeristas” y orientarlos hacia el sindicalismo.

José Estévez y Ramón Gil describen que “Para cumplir con este papel doctrinario se efectuaban en sus salones conferencias y cursos, sobresaliendo de entre quienes realizaban esta labor Antonio Díaz Soto y Gama, Lázaro Gutiérrez de Lara, Adolfo Santibáñez, Santiago R. de la Vega, Rafael Pérez Taylor, José Santos Chocano e Isidro Fabela. Los cursos que se impartían eran gramática, taquigrafía, aritmética, geometría, historia general, cosmografía, física, así como la enseñanza de oficios; el sastre Luís Méndez, el zapatero Juan Lozano, el linotipista Fredesvindo Elvira y Jacinto Huitrón daban clases de corte, dibujo, música y declamación.

Esa fuente de sabiduría hoy permanece en el olvido. Los dirigentes sindicales ignoran la trascendencia histórica de la Casa del Obrero Mundial. No se puede decir que esté agónica, simplemente está desaparecida y nadie la toma en cuenta.

Es desconocido si los habitantes invasores del inmueble pertenecen a alguna organización política o a una agrupación de colonos. Lo cierto es que ante la indiferencia de quienes ocupan dirigencias del movimiento obrero, predomina el desamparo de un inmueble histórico que debería estar protegido por el Instituto Nacional de antropología e Historia, por el significado que tiene y por ser un patrimonio cultural.

MADERO PRESENTE

Por su misma composición interna, la Casa del Obrero Mundial no buscaba enfrentarse a la clase patronal y menos aún al Estado. Por el contrario, su acendrado apoliticismo la mantendría por algún tiempo al margen de los cambios sufridos en la vida política del país, y serán estos cambios los que influirán decididamente en las actitudes que posteriormente adoptará aquélla.

La Gran Liga Obrera de México, creada a iniciativa de Francisco I. Madero el 29 de enero de 1913, obligaba a la COM a buscar solucionar los conflictos de los trabajadores mediante las tácticas anarcosindicalistas. La Gran Liga pierde su empuje inicial dejando el campo libre a los anarquistas de la COM, los que sin embargo, empecinados en su apoliticismo buscarán a toda costa no verse inmiscuidos en ningún tipo de conflicto que obstaculice su labor doctrinaria y es por esta razón que no sólo mantienen silencio frente al asesinato de Madero y Pino Suárez sino que buscan que el dictador Huerta respete sus actividades.

En una manifestación promovida por ellos en homenaje a los mártires de Chicago el 1º de mayo de 1913, Huerta no sólo manda clausurar la COM sino que aplicando el artículo 33 expulsa a los elementos (extranjeros) que más se habían significado en la labor de adoctrinamiento, entre los cuales se encuentra Eloy Armenta, Santos Chocano, Collado, los hermanos Sorrendegui y Pedro Junco…”

El 1º de mayo de 1914 la COM creará la Confederación General Obrera de México, que será convertida enseguida en Federación de Sindicatos Obreros del Distrito Federal, y cuyo programa tendrá también una clara orientación anarcosindicalista.

La COM es clausurada el 27 de mayo de 1914 por Victoriano Huerta como resultado de un mitin en la Alameda que se convirtió en una protesta contra su dictadura. Será después reabierta el 21 de agosto siguiente, cuando ocupan la ciudad de México las fuerzas constitucionalistas al mando del general Obregón, quien se pondrá en contacto con varios dirigentes de la COM y les entregará el Colegio Jesuita y las máquinas impresoras del periódico La Tribuna. Después les dará quince mil pesos a través de Gerardo Murillo (Dr. Atl), para ser distribuidos entre los obreros, dentro del programa de auxilio de los constitucionalistas a las clases populares  de la capital.

En medio de la pugna entre constitucionalistas y convencionistas, guiada por Antonio Díaz Soto y Gama, la COM intentará unirse a los zapatistas, pero los encontrará muy religiosos, y después a la Convención de Aguascalientes. Refiere Rosendo Salazar: “Estábamos en 1915. La ciudad de México, empavorecida, no tenía opinión ya, encontrábase a merced de las partidas de revolucionarios. El número de obreros sin trabajo aumentaba; ése era otro ejército, con el que no contaba nadie, deseoso de armas y dinero, dispuesto a morir. Sin trabajo, qué terrible, qué aspecto más doloroso el que presenta una fábrica, un taller, detenidos por falta de material de estímulos. Este espectáculo sí que era negro: la miseria, los primeros efectos del hambre, la falta casi total de subsistencias”.

En este contexto de duda, los constitucionalistas mostrarán su apoyo a los trabajadores en la huelga del Sindicato Mexicano de Electricistas contra de la Compañía Telefónica y Telegráfica Mexicana, que se resolverá con la incautación de la empresa bajo una administración obrera encabezada por Luís N. Morones el 8 de febrero de 1915.

Sin embargo, ese mismo día, la COM decidirá no apoyar a “ninguna de las facciones que se disputan el poder”, pese a las protestas de Murillo, representante carrancista. Pero  dos días después, un grupo de 67 dirigentes de la COM resolverán en reunión secreta adherirse al bando constitucionalista porque eran los que “más garantías de transformación social [otorgaban] al obrero”. Así, “la Casa se alió abiertamente con el movimiento revolucionario constitucionalista, dirigido por la burguesía, en contra de las fuerzas armadas campesinas de la convención [de Aguascalientes] a cambio de la autoridad total para organizar consejos obreros y sindicatos en cualquier parte.”

DIVERGENCIAS

El 12 de febrero, Obregón comunicará por telégrafo dicha resolución a Carranza. El 17 de febrero de 1915, con la intermediación del Dr. Atl, la COM se adherirá al carrancismo y realizará un convenio del que resultará la formación de los “Batallones Rojos”. A cambio de las promesas de ayuda contra las facciones de Villa y Zapata, incluyendo la ayuda militar, Carranza prometerá la independencia de los anarco-sindicalistas y les otorgará manos libres para organizar a los trabajadores como consideraren apropiado. El pacto será firmado por Rafael Zubarán Capmany, secretario de Gobernación, y por Rafael Quintero, Rosendo Salazar, Carlos M. Rincón, Celestino Gasca, Juan Tudó, Salvador Gonzalo García, Rodolfo Aguirre y Roberto Valdés. Para algunos, a cambio de ventajas a corto plazo, la COM traicionará sus principios y el bienestar de la clase obrera, pues pondrá a luchar a los obreros contra los campesinos.

Como resultado del convenio, la mayoría de los miembros de la COM se incorporará a los Constitucionalistas, y en menor grado, muchos se unirán a los villistas. Solamente un puñado se irá con los zapatistas, tales como Antonio Díaz Soto y Gama y Luís Méndez.

El 20 de febrero siguiente, la COM publicará un manifiesto, dirigido a los integrantes de los gremios que la constituyen (canteros, albañiles, sastres, pintores, carpinteros, costureras, conductores de carruajes de alquiler, tipógrafos y mecánicos) y que ya entonces habían integrado la Federación de Sindicatos Obreros: “todos sabéis cuál ha sido el programa de lucha de la Casa del Obrero Mundial hasta el día 10 del presente en que, reunidos sesenta y seis de sus miembros, y tras de discusión amplia y meditada, acordamos suspender la organización gremial sindicalista y entrar en distinta fase de actividad, en vista de la necesidad apremiante de impulsar la revolución que más se acerca en sus ideales a la aspiración unánime de mejoramiento económico y social que ha servido de orientación a las agrupaciones de resistencia contra la opresión del capitalismo, que se han instituido en diferentes poblaciones de la República.

La Casa del Obrero Mundial no llama a los trabajadores a formar grupos de inconscientes para militarizarlos y servir de mesnada que vaya ciegamente a una lucha que no busque más beneficios que el encumbramiento de unos cuantos audaces que los arrojen al matadero para saciar sus desmedidas ambiciones; no quiere incondicionales abyectos, que sólo sigan al mandato del jefe que los fanatiza con sugestiones de valor mal entendido; no: reclama la cooperación de todos sus hermanos para salvar los intereses de la comunidad obrera, segura de que sabrá estar en todo tiempo al nivel de su misión redentora, toda vez que su participación revolucionaria ha sido garantizada por un convenio especial establecido entre la delegación del Comité Revolucionario nombrado al efecto y el Primer jefe del Constitucionalismo, ciudadano Venustiano Carranza.

La COM cambiará su sede a Orizaba, Veracruz. Ahí, el coronel Ignacio C. Enríquez formará seis “batallones rojos” con cerca de siete mil efectivos. En abril siguiente, el primer batallón, integrado a las fuerzas de Manuel Cuéllar, luchará en El Ébano, San Luís Potosí, contra Los Dorados de Villa. Otros dos batallones al mando de José Ríos y José Méndez, participarán en la segunda batalla de Celaya. Un batallón más luchará, conducido por el general Emilio Salinas, en Teocelo y Huatusco. Los dos batallones restantes, destinados a combatir a los zapatistas, permanecerán en Veracruz realizando diversas operaciones.

Las mujeres trabajadoras formarán el Grupo Sanitario Ácrata, que se integrará al cuerpo de enfermeras del ejército constitucionalista.

En agosto de 1915, la COM se reinstalará en México y le será entregado el Palacio de los Azulejos, que antes albergaba al Jockey Club. Continuará en la capital su labor de organización obrera de panaderos, boneteros, cortadores y operadores de sastrerías, peluqueros, cigarreros y demás trabajadores.

Entonces comenzarán los rumores de que los obreros están organizando en todo el país una fuerza capaz de derrocar a Carranza y de implantar un nuevo régimen; las clases acomodadas se atemorizarán de ver a sus líderes ocupar el ex Jockey Club y el mismo Carranza sentirá miedo de que los Estado Unidos, lo tilden de comunista. Así se desatará la represión ante el avance del movimiento obrero.

Meses después, ante la huelga de los ferrocarrileros, se decreta su militarización, se clausurará la COM en Monterrey y sus líderes serán detenidos; en Guadalajara se dictará orden de aprehensión contra Rosendo Salazar, y en la capital, el general Pablo González publicará un manifiesto advirtiendo: “Si la Revolución ha combatido la tiranía capitalista, no puede sancionar la tiranía proletaria, y a esta tiranía es a la que pretenden llegar los obreros, especialmente los de la Casa del Obrero Mundial, que no satisfecha con las concesiones recibidas y los beneficios conquistados, multiplican y exageran sus demandas y hasta se producen en forma de violentos reproches contra las autoridades constitucionalistas, que han sido sus resueltas aliadas y su firme sostén. Si desgraciadamente, los grupos obreros se extralimitaran en el ejercicio de sus derechos y obraran con violencia en cualquier forma contra las personas e intereses que juzguen contrarios, el Cuartel General se verá precisado, para dar garantías a los ofendidos, a exigir responsabilidades a los culpables.” Después procederá a clausurar la COM.

En medio de conflictos obrero-patronales, Obregón licenciará los batallones el 13 de enero de 1916. El 3 de febrero siguiente, Carranza declarará que las huelgas no se justifican: “El gobierno emanado de la revolución ha estimado al obrero y le ha prestado todo su apoyo en sus demandas justas; pero entre ese elemento del trabajo llamado a la prosperidad, se han introducido, deslizándose a manera de serpiente venenosa, algunos arteros y ruines agitadores que, indignos de todo miramiento, introducen la cizaña bajo el falaz pretexto de trabajar por el mejoramiento obrero y fomentan huelgas disolviendo la unidad del trabajo y perjudicando la consolidación del orden.”

El 5 de febrero de 1916, se celebrará en el puerto de Veracruz, el “Congreso Preliminar Obrero”, convocado por la Federación de Sindicatos del Distrito Federal surgida de la COM. El gobernador de la entidad, Heriberto Jara, no asistirá porque juzga que los obreros se están apartando de la revolución. En el congreso se exigirá la libertad de los líderes detenidos, se acordará la unión de los sindicatos presentes en una Confederación del Trabajo de la Región Mexicana CTRM, mediante un Pacto de Solidaridad y una Declaración de Principios, en el que se proclama la lucha de clases como principio fundamental de la organización obrera, la socialización de los medios de producción como su finalidad y la acción directa como su procedimiento de lucha. El Congreso rechazará terminantemente la acción política.

La COM habrá de distanciarse rápidamente del carrancismo, pues ante la inestabilidad económica, pedirán que se no se les pague su salario con “bilimbiques”; con este motivo, el 18 de mayo de 1916, la Federación de Sindicatos Obreros del Distrito Federal, comunicará: “A los propietarios, gerentes, encargados, etc., de toda clase de negociaciones. En vista de que cualesquiera que sean los sueldos que se paguen en papel moneda de circulación actual, serán insuficientes para cubrir las necesidades de los trabajadores, dada la fluctuación constante del valor de ese mismo papel moneda en relación con el tipo de oro nacional, base de todas las transacciones mercantiles, y deseando evitar en lo posible que los trabajadores, víctimas directas de las especulaciones financieras, se vean en la necesidad de exigir de los patrones aumentos constantes en sus salarios, exigencias justísimas que en la mayoría de los casos no son atendidas, dando por resultado que los trabajadores, para apoyar sus demandas, tomen resoluciones enérgicas que sirven de pretexto para que los eternos enemigos de la justicia, validos de las circunstancias, arrojen el peso de las responsabilidades sobre los que en el ejercicio del más grande de los derechos, el de vivir, entran en plena lucha contra sus explotadores, y apoyándose en que, por disposición gubernativa, ha sido autorizado el comercio para tomar el oro nacional como base de sus operaciones y, por tanto, los trabajadores tienen que adquirir los artículos de primera necesidad a ese tipo, la Federación de Sindicatos Obreros del Distrito Federal, por acuerdo de todos los gremios que la forman, decidió hacer la siguiente petición:

Que a partir del lunes 22 de los corrientes se paguen en oro nacional o su equivalente en papel moneda de circulación legal, los sueldos que disfrutaban todos los asalariados del Distrito Federal la última semana del año de 1914, entendiéndose que estos sueldos son la retribución por ocho horas de trabajo y que ningún salario deberá ser menor de un peso oro nacional por día.

Sin respuesta a su petición, pues Carranza consideraba que con ello se atentaba contra la Hacienda y que había que esperar a que se restableciera el orden constitucional para emitir moneda metálica, se inicia la huelga general el 22 de mayo de 1916, con apoyo del Sindicato Mexicano de Electricistas y la Federación de Obreros y Empleados de la Compañía de Tranvías de México. Ese mismo día, refiere Rosendo Salazar, “El Comité de Huelga fue llamado por el general Benjamín G. Hill y presentado con el señor Carranza, el licenciado Jesús Acuña, que fungía de secretario de Gobernación y el general César López de Lara; se mandó fijar el siguiente aviso:

‘Comandancia Militar de México. Estado Mayor. Número 1,906. Esta Comandancia Militar de mi cargo, por acuerdo del ciudadano Primer Jefe, encargado del Poder Ejecutivo de la Nación, hace saber a todos los gremios declarados en huelga, que no acepta, por ningún motivo, el que los servicios públicos hayan sido suspendidos; en tal concepto, esta misma Comandancia Militar, bajo pena de severos castigos, les previene a éstos que la Compañía de Luz, Compañía de Tranvías, de Teléfonos y Aguas Potables, así como todos aquellos considerados de servicio público, deben inmediatamente entrar en operación, y los que interrumpan tales servicios públicos serán castigados igualmente con severidad.

Todo ese legado histórico hoy está sepultado por la negligencia, el olvido y la inacción de los dirigentes obreros que contribuyen a la desaparición de hechos históricos.

Escribe Anna Ribera Carbó (Revolución dentro de la revolución, la Casa del Obrero Mundial y su proyecto anarcosindicalista 1912-1916):

“El sentido es muy claro: organizaciones obreras que dieran soporte al poder político emanado de la revolución y estuvieran controladas y dirigidas por él, sí. Pero nada de estructuras autogestionarias, autónomas, a nivel estatal o nacional, haciendo una revolución propia por su cuenta.

Bibliografía

v      Araiza, Luis, Historia del movimiento obrero mexicano, 2ª ed. México, Ediciones Casa del Obrero Mundial, 1975, t. 3, p. 59-106, 111-116, 120-128.

v      Carr, Barry, El movimiento obrero y la política en México (1910-1929), 3ª reimp., México, Era, 1991, p. 59-68, 72-74.

v      Cosío Villegas, Daniel (coordinador), Historia general de México, t. 2, 3ª ed., México, El Colegio de México, 1981, p. 1138-1139.

v      Huitrón, Jacinto, Orígenes e historia del movimiento obrero en México, 3ª ed., México, Editores Mexicanos Unidos, 1984, p. 273-274.

Meyer, Lorenzo y Aguilar Camín, Héctor, A la sombra de la Revolución mexicana, México, Cal y Arena, 1993, p. 65.

v      Reyna, José Luis, Tres estudios sobre el movimiento obrero en México, México, El Colegio de México, 1976, p. 12-20.

v      Salazar, Rosendo, La Casa del Obrero Mundial, México, Comisión Nacional Editorial/PRI, 1972, pp. 95, 100.

Con información de:

Jacinto Huitron Chavero. Origenes e historia del movimiento obrero mexicano. Barry Carr. El movimiento obrero y la política en México, 1910-1929 y Jimena Vergara y otros. México en llamas (1910-1917)

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