Fernanda Calderón —se le cambia el nombre para evitar “regaños”— tiene 38 años, vive con sus papás, una pareja que ya rebasa los 60 años. Ellos se quedan en casa, conforme a los dispuesto por las autoridades sanitarias del Gobierno de la República que piden que los adultos mayores se mantengan en sus hogares para evitar el contagio por coronavirus, la pandemia que alcanzó a México luego de dos meses de su surgimiento en Wuhan, China.
Fer, como le dicen de cariño, trabaja en el gobierno. Se desempeña como nivel operativo en el Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS). Por estos días de suspensión de actividades ella y otros de sus compañeros deben ir a trabajar, aunque hoy su labor no tiene impacto si no acudiera a las oficinas de Sullivan, en la alcaldía Cuauhtémoc, adonde se tiene que trasladar desde el municipio de Nezahualcóyotl, Estado de México.
Fernanda dice que hay estrés en el área donde trabaja, porque a muchos de sus compañeros los mandaron a casa. Principalmente a gente de la tercera edad, pero apenas este 25 de marzo les dieron la ausencia a quienes padecen diabetes, lo que debió haber ocurrido desde que las autoridades de salud del Gobierno de México anunciaron medidas para proteger a los grupos vulnerables, como los enfermos de padecimientos crónicodegenerativos.
Así lo cuenta ella vía telefónica.
“Estoy en el área de bienestar social. Ahí se elaboran programas de activación física para los derechohabientes, pero desde hace dos semanas esas actividades ya no se realizan. Fueron suspendidas, y ¿para quiénes se esquema trabajo en un periodo largo de no hacer nada?”, se cuestiona Fer.
Ella optó por medidas para cuidarse. Luego de las primeras indicaciones impuestas, y al saber que no estaba exenta de ir a trabajar, decidió volver al volante de su auto, que antes de la contingencia no manejaba por los contratiempos para hallar un lugar de parking en las inmediaciones del complejo de oficinas que se cruzan con avenidas tan transitada como Circuito Interior.
“En estos tiempos puedo salir de casa, ir manejando porque no hay tráfico. Lo hago para cuidarme, cuidar a los míos. Y ¿sirve? Cuando hay compañeros que llegan al trabajo desde el transporte público, y yo no sé qué tanto se han lavado sus manos o se han untado el gel”.
Fer cuentan esto a manera de que se entienda que optó por no salir de su casa a pie y arribar de la misma manera a su trabajo. Sobre todo, cuando al salir, debe llegar adonde habita con sus padres.
“Claro que la prioridad es cuidarnos. Tras regresar a casa, luego de pasar o atravesar dos entidades, entre el Estado de México y la Ciudad de México, llego e inmediatamente me cambió la ropa. Lavo mis manos. Toda la higiene posible antes de saludar a mis padres que me esperan”, comparte Fer, cuya es tierna, afable, pese a que no está de acuerdo en que el IMSS no defina la situación de un personal que puede perfectamente trabajar desde casa, además de entregar reportes diarios del ‘home office’, si así se obligara.
“En general hay un ambiente de distanciamiento. Ya no nos saludamos como antes, de beso y abrazo, sino a lo lejos. Lo hemos asumido todos. Pero lo que aquí impera es la duda de hasta cuándo nos tendrían, toda vez que la crisis que se avizora duraría más de un par de semanas, incluso más allá. A quién le vamos a dar un plan de activación física, cuando esta área es para motivar a los derechohabientes, que hoy están en sus casas. No hay un plan para llevarles esquemas de movilidad desde casa”, suelta Fernanda con una voz tierna, tranquila y profesional.
Fernanda Calderón cumple su ciclo laboral. A lo largo de ese letargo que es una incertidumbre, mañana volveré acá donde no hay actividad, donde todos se ven la cara, pero poco se acercan.
Todo cambió en cuestión de horas. Hay estresados porque no saben a qué van cuando son un foco y blanco de contagio.
Ella se lo toma en serio.
“No sé qué harán las autoridades”, cuando dice esto la conferencia de Hugo López-Gatell, subsecretario de Prevención y Promoción de la Salud, se desarrolla en Palacio Nacional, apenas lanza que desde este jueves 26 de marzo de debe parar al gobierno en su máximo grosor de empleados.
Fernanda no lo tiene claro. Como empleada del IMSS, la instrucción es seguir asistiendo.
Alumnos y maestros, al límite de la innovación por contingencias.
En la Universidad Tecnológica (Unitec) son días de innovaciones. Justamente, en una de las escuelas privadas, por sus planes de estudios donde debe imperar el manejo de las nuevas tecnologías, y que goza de reconocimiento a nivel nacional, se dan desencuentros que ponen a prueba la relación alumnos-docentes.
La pandemia del coronavirus ha significado una nueva relación en todos los sectores. Entre los que mandan y “obedecen” , quizá la parte más difícil cuando los cursos a botepronto no están dando los resultados académicos.
Una vez declarada la suspensión y la obligatoriedad “moral y cívica” para dejar de asistir a clases de manera presencial, maestros y alumnos debieron entrar a una dinámica nunca antes vivida.
A una semana de una crisis que empieza y promete de largo alcance, en la Unitec, en sus diversos campus, hay problema que deben atender las autoridades educativas si quieren que el saldo para octubre se levante la medalla de la organización y la compresión.
En la nueva dinámica de las clases y evaluación del desempeño del alumnado, pero también en la docencia, de tropieza con que maestros y chicos no logran sintonizar vía remota.
Las problemáticas ya llegaron a la dirección change.org, donde alumnos piden una reducción en las colegiaturas por este clima de incertidumbre y zozobra económica.
“Los alumnos están haciendo la petición en chance.org porque argumentan que las colegiaturas no equivalen al servicio por el que pagan. Es decir, de manera presencial, y ahora tienen que acudir a clases de manera virtual donde todo es más complicadp en el entorno del coronavirus”, advierte un profesor que explica que la situación tiene en un clima de estrés a los involucrados: maestros y alumnos, que deberán ir adaptándose a que se puede aprender y calificar de manera remota, escenario del coronavirus, que parece pretender cambiar el cauce del mundo occidental.
” No estábamos preparados, nadie, para los cambios vertiginosos ante un momento de quedarse en casa. Nadie quiere ni puede perder nada. Es decir, ni salario, en el caso de los profesores, ni clases, en el caso de que a los alumnos se les trate como clientes.
“La contingencia sanitaria nos ha llevado a la circunstancia de vivir en estrés. Por un lado, tenemos que los maestros fuimos adiestrados en poco tiempo, igual que los alumnos, y tenemos trabas y dudas. Parece fácil. No lo es. Hoy todo es esclavitud. Maestros y alumnos vivimos pegados a la computadora. Entendemos, todos, la medida de quédate en casa… En todo caso, estamos a prueba alumnos y profesores o académicos”, externa una profesora de alto nivel en uno de los campus de esta universidad.
La parte más difícil de este trance será que alumnos y maestros puedan mantener la cooperación y coordinación para brincar al periodo del aprendizaje de una nueva manera de no paralizar sus actividades mientras la pandemia pasa.