Es periodista de profesión. En sexenios pasados fue dura crítica en temas como violencia de género, crimen organizado, defensa de los derechos humanos, entre otros que la llevaron a conseguir reconocimientos como Reportera del Año por la organización Periodistas sin Fronteras en el 2014, Premio Nacional de Periodismo en el 2006, entre otros.
En redes sociales fue “famosa” por enfrentarse a quienes la cuestionaban y bloquearlos si no coincidían con sus ideas, se decía que tenía bloqueado a “medio Twitter”. Ahora que es funcionaria pública, por ley tiene prohibido hacerlo pero continúa sin dar acceso a lo que publica en su red, incluso la canceló desde mediados del año, justo cuando comenzó con los despidos masivos en Notimex y hubo una oleada de reclamos en su contra.
Al llegar a la agencia, la periodista que fue referencia en algunos años por la calidad de sus investigaciones, ya no volvió a ser la misma.
Las acciones discriminatorias y violatorias de derechos que siempre criticó ahora las realizaba desde su tribuna despidiendo a mujeres embarazadas, personas de la tercera edad, discapacitados, de todo y a todos.
Tiene pocas apariciones en público, viaja continuamente y según sus cercanos, perdió el piso.
En las pocas entrevistas que concede, a medios afines a ella o con periodistas con quienes mantiene alguna amistad, elude responder cuestionamientos relacionados con los despidos.
La línea editorial de Notimex presuntamente cambió buscando la pluralidad y abriéndose a todos los públicos, pero en términos reales solo ha caído la calidad de su información, redacción, fuentes de información y se ha prestado para la difamación de quienes son “enemigos” del poder en turno, es decir, el de López Obrador.
