Sobre Carlos Romero Deschamps pesa un historial de denuncias, (secuestro, robo, extorsión, amenazas, despidos injustificados y violación a derechos laborales, entre otros) que han interpuesto –a lo largo de dos décadas- decenas de trabajadores del Sindicato de Trabajadores Petroleros de la República Mexicana (STPRM), a cuya organización arribó un 25 de junio de 1993, sin conocer “nada de la industria petrolera”, como señala el gremio disidente, que cuenta las semanas, las horas y los minutos para liberarse “de este siniestro hombre”, como lo describen quienes se dicen sus víctimas. Y es lo que sobresale en cualquier parte donde se pida referencias acerca de él.
Al buscar, indagar, las aportaciones de binestar colectivo que se le puedan adjudicar a este hombre de 75 años no hay una sola referencia que lleve a dar con ese “lado bueno” para la comunidad en la que se desempeña públicamente. No hay referencias directas ni en archivos oficiales de buenas acciones.
Google – el mayor buscador virtual –remite a información sobre una imagen negativa. “Romero Deschamps pierde energía”, “Se acabó el pacto”,”Romero Deschamps acumula denuncias”, “Acusan a Romero Deschamps…” “Cumbre de jefes seccionales, temen que Romero Deschamps los ponga”… Son los titulares de los últimos días, y que cada día se actualizan al refrescarse la información en los medios de comunicación nacionales e incluso extranjeros.
Carlos Antonio Romero Deschamps nació el 17 de enero de 1944 en la ciudad de Tampico, Tamaulipas, en un núcleo familiar de escasos recursos. Con estudios apenas de secundaria, se trasladó en plena juventud a Salamanca, en el estado de Guanajuato, donde se hizo amigo de un superintendente de Pemex. Un ingeniero de quien se ganó su estima, su confianza, y quien le presentó a Joaquín Hernández Galicia, La Quina, entonces líder del Sindicato de Petróleos Mexicanos.
Aunque La Quina también es originario de Tamaulipas, fue en el bajío donde ambos hombres se conocieron.
“El ingeniero de Salamanca envió en una ocasión a Romero Deschamps a que fuera a recoger a Hernández Galicia. Lo mandó de chofer, y esto lo puso con un pie dentro de Pemex. Ése fue el primer contacto que a la postre acabó en el Quinazo.
La cercanía con Joaquín le hizo conocer cómo armar supuestos grupos de trabajadores disidentes y llevarlos a protestas fraguadas, con el fin de dar una apariencia de inconformidad. “Era una estrategia de Joaquín. Era un mensaje para que se acercaran a estos dizque opositores los políticos o quienes quisieran quitarlo. Así sabría quiénes buscaban información sobre él”.
Una frase como si fuera su manto: “Con mi güerito no se metan”
Romero Deschamps ingresó en Pemex como chofer, aunque no de ningún vehículo oficial de operaciones, como autotanques de la paraestatal, por disposición de Joaquín Hernández. Despacharía en la refinería 18 de Marzo, en Azcapotzalco, donde, para ayudarse económicamente, vendía afuera de las instalaciones de vez en cuando tortas de jamón.
Joaquín Hernández Galicia le tomó aprecio a Carlos Romero Deschamps. Se refería a él como mi güerito, y éste recibía órdenes diversas de su jefe, “darle grasa a los zapatos de La Quina, pasear a sus perros, cargarle sus maletas”. Eran los días en que se comenzó a gestar la ambición.
La amistad entre ambos puso en alerta a algunos de los trabajadores sindicalizados que le advirtieron a Hernández Galicia tener cuidado con Romero Deschamps.
“Con mi güerito no se metan, dejen en paz a este muchacho”, señala un trabajador que así se refería el dirigente a Romero Deschamps. RS se reserva el nombre de la fuente, pues ésta advierte que pueden venir represalias por parte de la gente del líder sindical. Y así ha sido. Con el güerito nadie se ha metido para llevarlo a enfrentar los delitos de los que pudiera ser responsable.
Su primer gran salto en los círculos del poder fue en 1979, cuando llegó a San Lázaro como diputado federal por el Partido Revolucionario Institucional (PRI).
En 1982 concluyó con el encargo para volver en 1991 a ocupar una curul en la Cámara baja.
La historia de la aprehensión de La Quina es sabida. Sin embargo, son los “verdaderos” trabajadores disidentes de la petrolera mexicana quienes señalan a Romero Deschamps como colaborador directo de Carlos Salinas de Gortari en la captura de su mentor.
La recompensa para Romero Deschamps llegó en 1993 al asumir la Secretaría General del Sindicato de Trabajadores Petrolero de la República Mexicana, cuyo salario se desconoce hoy en día… Para entonces ya había aprendido métodos de sometimiento laboral y estrategias políticas.
“A su arribo comenzó a gestarse una administración de los recursos de los trabajadores en favor de familiares, que podrán beneficiarse de la producción petrolera hasta 2999, y amigos cercanos” , señalan algunos afectados.
Su paso por el Poder Legislativo se dio durante cinco ocasiones. Tiempo en que a la vez sumaba y sumaba denuncias ante diversas instancias federales. La Procuraduría capitalina, la PGR y la Junta de Conciliación y Arbitraje. En ninguna se daba curso a las acusaciones. Ahí se quedaban, en los expedientes que hoy van saliendo a la luz, y que son la esperanza para que se les llame a las víctimas a confirmar sus señalamientos.
Entre tanto archivo se encuentran las denuncias por robo de combustibles. Trabajadores que han sido testigos de estos saqueos se han decidido hacerlo público, porque tienen confianza en que esta vez los tomarán en cuenta. Que se investigará.
De acuerdo con publicaciones periodisticas recientes, en 1978 la sección 35 del STPRM – ubicada en Azcapotzalco- vivía, en los tres primeros meses de ese año, un conflicto violento a manos de cinco liderazgos, lo que se resolvió a golpes y con el cese de Jesús Terrón Serrano, rival de Romero Deschamps.
En 1979 trabajadores se armaron de valor e interpusieron la primera denuncia por robo de gasolina de la refinería de Azcapotzalco. No pasó nada y el saqueo siguió escalando.
Tras dejar San Lázaro, en 1994 llegó al Senado, adonde regresó en 2012, y cuya silla desocupó el año pasado.
En ese periodo se descubrió el llamadoPemexgate. El escándalo se remite al año 2000, cuando presuntamente Carlos Antonio Romero Deschamps desvió del fondo de trabajadores mil 500 millones de pesos para apoyar financieramente la campaña presidencial del priista Francisco Labastida Ochoa, por quien empresarios también apostaron.
Durante esos años en el legislativo no hay registro de ninguna iniciativa presentada por el exdiputado y exsenador, aunque eso sí su voto estuvo garantizado para el PRI en la aprobación de la Reforma Energética impulsada por el gobierno de Enrique Peña Nieto, la cual se echó a andar en 2014, con siete decretos de los que se beneficia directamente al sindicato petrolero, no así a sus trabajadores, que para poder acudir e ingresar a laborar a las plataformas de exploración deben pagar 20 mil pesos o arreglar las unidades que se descompenen y que son con las que transportan productos de la empresa pública, de acuerdo con las denuncias.
Hasta hace cuatro años, Petróleos Mexicanos (Pemex) figuraba en el ranking de las diez mejores empresas productoras del mundo del sector. El huachicoleo y los contratos cedidos a compañías extranjeras han mermado las ganancias de Pemex que debe asumir el pago completo de jubilaciones anticipadas, a los 55 años, a un universo de 70 mil personas
Además de importar gasolina de Estados Unidos que bien podría producir de no tener en el abandono a por los menos a dos de seis refinerías con las que cuenta el país.
Hoy, el gobierno de la Cuarta Transformación del Presidente Andrés Manuel López Obrador intenta que la mayor compañía pública de México no sucumba al ocaso a la que ha sido orillada la paraestatal por diversos factores. Y requiere más de 197 mil millones de pesos para rescatarla.
Es la entidad que aportaba 45 por ciento del gasto corriente a los gobiernos federales, panistas y priistas, éste último con el de Enrique Peña Nieto y ha sido víctima también de la voracidad de un hombre que anhelaba lo mejor de la vida ante una niñez crítica, sumida en la pobreza en Tampico, en el estado de Tamaulipas, y ese hombre es desde hace 25 años el líder sindical de los petroleros que presume relojes de 18 kilates, con valor superior a los 100 mil dólares, lo que ha sido ventilado en diversos medios de comunicación.
Actualmente, hay al menos cuatro organizaciones de grupos disidentes que se han ido conformando en la última década y en los que hay repartidos alrededor de 113 mil trabajadores, de los 140 mil del STPRM, opositores a Carlos Antonio Romero Deschamps, de 75 años, a quien una ley protege por ser una persona de la tercera edad, circunstancias por la que quizá no pase sus últimos años en prisión de comprobar la autoridad ministerial que es responsable de delitos como secuestro, abuso sexual, desaparición forzada, venta de plazas laborales, corrupción, enriquecimiento ilícito, robo de hidrocarburos, intimidaciones, homicidios, tráfico de influencias y sobornos, entre otros, denuncia de hechos que fue entregada al secretario de Seguridad Pública y Protección Ciudadana, Alfonso Durazo, antes de asumir el cargo, el pasado 25 de noviembre en la Facultad de Economía de la UNAM, durante un foro sobre el sector energético al que fue invitada María de Lourdes Díaz Cruz, líder del Movimiento Nacional de Transformación Petrolera, quien en carne propia ha vivido la conducta amenazante de Romero Deschamps. Fue liquidada a principios de los 90 del siglo pasado de Pemex por ser su opositora y que actualmente recibe llamadas amenazantes.
Otros frentes son Gran Alianza Petrolera y el Frente Nacional Petrolero. Estas divisiones esperan que en la próxima primavera el Congreso de la Unión logre consensos para aprobar lo que es urgente: la reforma laboral que da paso a un sindicalismo libre, con voto secreto para elegir a los dirigentes, y la prisión preventiva oficiosa por el delito de corrupción y robo de hidrocarburos, estos dos por los que reiteradamente ha sido acusado el güerito que traicionó a Joaquín Hernández Galicia, de quien sí dicen que, por lo menos, “ayudó a muchos trabajadores”. En Google también se encuentran referencias al respecto.