El ejercicio de la política no se deja sólo a los partidos. Como se apuntó anteriormente, algunos sindicatos afiliados a la PSI, son muy activos en campañas a favor de la calidad de los servicios públicos, pero son algo más que simples grupos de interés. Desempeñan un papel importante en la reivindicación de la agenda ciudadana y fungen como portavoces e interlocutores de los trabajadores con la sociedad civil y política.
Cuando todavía continuaba una aguda disputa ideológica entre dos concepciones antagónicas del sindicalismo: una que delega a los sindicatos la responsabilidad de resguardar al “mundo libre” frente al comunismo, y los embauca a tolerar los abusos del capitalismo (una vertiente es el business unionism); y otra, que los reivindica como instrumentos de emancipación y transformación radical del capitalismo; la OIT publicó (2003) el estudio Sindicalismo sociopolítico. Bases y estrategias para la unidad y renovación sindical, de la autoría de Julio Godio.
En el ensayo, el sociólogo argentino (fallecido en mayo de 2011), a partir del análisis de las innovaciones registradas en el campo de las relaciones laborales y las nuevas problemáticas encaradas por los trabajadores y las organizaciones obreras, confeccionó una teoría respecto de los significados y contenidos del arquetipo que denominó sindicalismo sociopolítico.
Con toda claridad sostuvo que, además de defender los derechos laborales, enfrentar el proceso de flexibilización y precarización del trabajo, los sindicalistas en su condición de ciudadanos con plenos derechos, estaban emplazados a asumir el reto y un compromiso firme con la defensa de la democracia, los derechos humanos y políticos, la promoción y afianzamiento de la convivencia pacífica.
Para ser efectivos en esas acciones, recomendó a los afiliados, militantes y dirigentes sindicales participar proactivamente en los asuntos gubernativos y órganos del Estado (Poder Ejecutivo y Legislativo) donde se ejercita la política y se expresa la pluralidad.
Apoyadas en esas recomendaciones, una buena parte de las organizaciones sindicales tradicionales que ya obedecían al mandato y acataban las líneas de algún partido oficial, fortalecieron su presión a fin de ganar mayores posiciones legislativas o gubernamentales, lo cual, sin embargo, no fue suficiente para que mantuvieran su poder y lealtad.
Otras corrientes sindicales, en especial las independientes, aprovecharon la transición democrática y la institucionalización de un sistema más plural de partidos, para proyectar a sus cuadros a posiciones de representación popular en órganos estatales y nacionales.
El involucramiento de las organizaciones sindicales en la política, por lo demás, les debía ayudar a salir del “túnel neoliberal” y estar en condiciones para afrontar los nuevos desafíos que trae consigo el período “post-neoliberal”
Como se observa, para este y los otros modelos, es plenamente legítimo que los trabajadores y sindicatos intervengan en los asuntos políticos. La condición, en todo caso, es que efectivamente salvaguarden los derechos humanos fundamentales de sus agremiados, e internamente respeten la pluralidad, diversidad, la diferencia y la libertad individual; practiquen la elección, por medio del voto directo y secreto de sus dirigencias; promuevan formas de participación directa; hagan efectiva la transparencia y la rendición de cuentas; asuman con responsabilidad su autonomía; y actúen con el ejemplo comportándose de forma ética y cívica.
Desde esta perspectiva, el sindicalismo puede y debe ser un actor fundamental para: alentar el equilibrio y contrapeso entre los poderes; establecer un sistema plural y competitivo de partidos; afianzar la alternancia en el poder; reclamar una transparencia y rendición de cuentas a todos; impulsar la apertura de mayores espacios de participación ciudadana; alentar una opinión pública informada y una sociedad civil participativa.
Igualmente, un movimiento sindical de este tipo, tendrá toda la fuerza para demandar: el análisis y debate público de los asuntos estratégicos de la agenda nacional; la construcción de proyectos nacionales de desarrollo; la celebración de procesos electorales imparciales, creíbles, equitativos y aceptados por todos; el incentivo de un voto informado y razonado de la ciudadanía en los comicios; así como convertirse en un aliado clave a favor de la “gobernabilidad democrática”, el proceso de Reforma del Estado y los cambios que requiere la viabilidad de los países.
Movilización y uso de los recursos de poder para la transformación sindical
Ideado por Stefan Schmalz, profesor de Sociología en la Universidad Friedrich Schiller, este corpus teórico invita a los sindicatos a renovar sus estructuras, prácticas y medios de acción si realmente aspiran a ser eficaces ante los cambios experimentados por un mundo globalizado y cada vez más complejo.
Grosso modo expone la pertinencia de que los sindicatos usen plenamente su poder estructural, asociativo, institucional, social y discursivo, así como su autonomía y unidad para exigir el cumplimiento de las reivindicaciones gremiales, participar e incidir en los principales temas de la agenda del desarrollo nacional.
Sindicalismo globalizador de las solidaridades entre los trabajadores y el movimiento sindical
La creciente importancia de los intercambios comerciales y financieros a escala internacional, el poder de las Empresas Transnacionales (ETN) y la influencia determinante del FMI, BM, OCDE y OMC en la definición de las políticas económicas de corte monetarista, han profundizado la necesidad de fortalecer la unidad y la solidaridad de la acción sindical a nivel mundial.
Actualmente es más urgente que nunca construir una alianza estratégica que facilite la cooperación sindical a escala planetaria. Ésta debe incluir en su agenda: la suscripción de acuerdos-marco mundiales entre ETN y federaciones sindicales internacionales para establecer normas mínimas y derechos laborales básicos, formalizar el compromiso de observar códigos de prácticas y normas del trabajo y pactar procedimientos de supervisión con participación sindical.
La globalización de la solidaridad entre los trabajadores y el sindicalismo, empero, debe trascender las fronteras de las relaciones laborales. Desde esta perspectiva, es acertado que el sindicalismo tenga un protagonismo en el escenario internacional y, en ejercicio de su autonomía, encare con responsabilidad los desafíos y las oportunidades abiertas por el nuevo arreglo económico.
En esta dirección, el Programa de la Confederación Sindical Internacional (CSI), es un referente imprescindible pues convoca a los trabajadores del mundo a “cambiar de manera fundamental la globalización a efecto de que redunde en beneficio de los trabajadores y trabajadoras, los desempleados, y los pobres”.
Para lograrlo, afirma el documento de la CSI: “… resulta esencial que las políticas neoliberales de libre mercado, y la incoherencia y los fracasos manifiestos de la comunidad internacional respecto al actual proceso de globalización, den paso a una gobernanza adecuada de la economía global que: combine los tres pilares del desarrollo sostenible (económico, social y medioambiental); garantice el respeto universal de los derechos fundamentales de los trabajadores y trabajadoras; genere trabajo decente para todos; ponga fin a la pobreza masiva y reduzca considerablemente las desigualdades tanto a nivel nacional como entre naciones; promueva el crecimiento mediante la distribución equitativa de la riqueza”.
Con base en los argumentos esgrimidos, difiero completamente de quienes afirman que un mundo sin trabajo y sindicatos es una profecía autocumplida. Los trabajadores y el sindicalismo, sin duda, seguirán escribiendo páginas memorables de la historia.