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Y el salario, realmente ¿cuándo sube?

Ciertamente en dos grandes dogmas se sustenta el sistema de libre mercado universal: la competitividad y la productividad.

A ambos conceptos, el gobierno y la sociedad mexicana, conjunta y perversamente, les han negado su presencia y consolidación en la clase trabajadora.

Ni los emprendedores han mostrado o encontrado en el mercado nacional condiciones óptimas para ese concepto que suena fabuloso (“Ámbitos de actividad económica de libre concurrencia”), por cuanto la entrada sin barreras a determinados mercados ha sido una pertinaz mentira.

En México y en la mayoría de los giros comerciales y productivos, no hay “barra libre” para cualquier emprendedor espontáneo, honesto y bien intencionado. Los oligopolios en esa competencia perfecta “a la mexicana” se enfrentan a un axioma común y constante: “existir, pareciera no existir”.

Baste asomarse a los principales giros industriales, comerciales y de servicios.

Los “Legales”:

Las telecomunicaciones, la prensa escrita o electrónica, la industria energética (tal cual como la dejaron actualmente la legislación), la industria extractiva de minerales (carbón, aluminio, hierro); la industria del acero, del vidrio; la industria alimenticia (del pan, cervecera, refresquera); la industria de las franquicias de cualquier índole (restauranteras, de cafés y de casinos); la industria turística (hotelera); los servicios bancarios y financieros; la industria farmacéutica y de los servicios médicos (alta hospitalización); los servicios comerciales de almacenes, tiendas de autoservicio y conveniencia; la industria del transporte (de pasajeros y de carga, marítima, terrestre o aérea)… entre muchos otros.

Y los “ilegales”:

Como la producción y el tráfico de alcaloides, opioides, esteroides, drogas sintéticas o fármacos; o la práctica del secuestro, la extorsión, el tráfico de personas, la privación de la libertad, el tráfico de órganos, el homicidio… entre otros.

Pues ni se diga, estos con más razón tienen dueño, cuyos nombres, apellidos y “apelativos”, forman parte ya de la narrativa cotidiana nacional. Y con el “plus” de que en estos últimos casos no pagan impuestos al fisco… vamos… pagan, pero en especie, de diferente “forma”.

¿Quiénes, con más de dos dedos de frente, de esos “millones” de emprendedores espontáneos de la sociedad mexicana, serían capaces o suficientemente ingeniosos, para enfrentar solos o agrupados, a las familias que encabezan los monopolios que controlan la actividad económica de este país?… Legales o “ilegales”.

Incluso, el concepto “competitividad”, atenta contra un precepto constitucional; el de la Igualdad.

Porque concebido como tal, desde la más cruda interpretación anticapitalista moderna, donde la competitividad es la regla de oro para sobrevivir, es en la lucha por la permanencia de cada unidad productiva en el mercado, donde se incuba un afán de expulsar o hacer más débiles a los demás. Ahí se aniquila cualquier espíritu de igualdad… pero bueno; sigamos.

Por otra parte, en el terreno de la “productividad”, el otro gran dogma del que hablamos, cabe señalar que es un concepto tan discriminado como relativo.

No tiene, ni el mismo significado, ni la misma valoración, el concepto productividad en diferentes estratos de un mismo modo de producción capitalista o de “libre mercado”.

Porque por ejemplo, mientras que la productividad es medida por los bienes y servicios creados o transformados por un trabajador o por un ente de producción (máquina, división o célula empresarial) en un lapso de tiempo estimado… “y por la aportación o significancia que tengan esos bienes o servicios creados o transformados dentro del proceso de satisfacción a las necesidades de la sociedad o de la humanidad”.

LO JUSTO DE LA INJUSTO

Así entonces, por ejemplo, vemos que en países desarrollados o industrializados como la Unión Americana o la Unión Europea, un pelotero como Aaron Judge, adscrito a los Yankees de Nueva York o un futbolista como Cristiano Ronaldo, de la plantilla del Manchester United, a cada jonrón o a cada gol que marquen, estarán incrementando su “productividad” personal y la de sus equipos… aunque un jonrón y un gol, en sí, no representan directamente bienes o servicios que mitiguen necesidades humanas, reales… como el hambre, la enfermedad, la guerra, la sed, la obra civil, la transportación, la educación, etcétera… sin embargo, de forma indirecta, cada gol o cada jonrón implican o desencadenan una dinámica de gasto o inversión de dinero en grandes multitudes y en diferentes áreas del proceso económico: la publicidad, el deporte organizado, el transporte, los medios de comunicación masivos, la industria de la ropa, del calzado, de la cerveza, de los refrescos, de las modas, etcétera.

Por su parte, un modesto jornalero agrícola en los campos del norte de Sinaloa o sur de Sonora, que en un jornal puede recolectar, enarpillar (embolsar en costales) y cargar para su transporte, por lo menos hasta 3 toneladas de papa, durante la temporada de cosecha del tubérculo, soportando las inclementes temperaturas de los valles de aquella región del país y “rompiéndose la espalda” con 75 kilogramos a cuestas y corriendo en una plataforma inclinada para subir a la caja de un tráiler refrigerado en movimiento, por lo menos cuarenta veces por jornada (cuarenta costales o arpillas)… su aportación a la sociedad mexicana y al mundo en general -esta sí- es de manera directa, tangible, pues las tres toneladas diarias de papa que produce y que se exporta desde México al mundo, tienen por objeto satisfacer el hambre de la población mundial, dicho en términos crudos. Y sin embargo, la remuneración directa que tiene ese trabajador del campo, resulta ínfima con respecto a la del pelotero o el futbolista… y no por eso podemos afirmar que estos últimos merezcan más que el campesino, los cientos de millones de dólares o euros que se embolsan al año, en comparación a los cientos de pesos que se le paga por jornal al paisano.

Y del mismo modo, por ejemplo, un operador telefonista adscrito a la Policía Preventiva de la Ciudad de México, que atiende un total aproximado de 220 llamadas de emergencia o atención policial en su turno de 8 horas (a razón de 2.2 llamadas cada minuto, sin considerar momentos de descanso inter llamadas ni tiempo para ingerir alimentos e ir al baño) desde el inmueble que ocupa el sistema de atención telefónica 911, dentro del sistema C5, en la alcaldía Venustiano Carranza… no podemos afirmar que no es igualmente productivo que el jornalero agrícola o que el pelotero, tan sólo porque de los más de doscientos telefonemas que atendió (todos con su infaltable protocolo de diálogo y atención), sólo tres llamadas en ese turno, resultaron ser hechos probablemente constitutivos de delito, de infracción, de emergencia o de atención a la ciudadanía, en la inteligencia de que el 95% de las llamadas fueron ociosas, de broma o de hechos en falso o cuyos reportes fueron inexactos o equivocados, de parte de la ciudadanía.

Tampoco podemos afirmar que no merezcan ganar los cientos de millones de dólares o euros que ganan los deportistas aquellos, por el hecho de que un gol del Manchester al Lokomotiv, tenga más valor real que la atención a un llamado por probable infarto o para preservar la vida de una mujer amenazada por un sujeto dopado que porta un machete y pretende atacarla.

Podrá tener la labor del astro del fútbol más valor formal, por convencionalismos o intereses del mercado… pero no más valor real.

Y el caso más oneroso o indignante para el mundo de nuestros días, es el de los países con economías centralmente planificadas o, dicho de otra forma, donde se practica esa aberración llamada socialismo.

Veamos el caso de Cuba, donde un mocetón afroantillano, por cierto con más “swing” y más poder en las muñecas que el mismísimo Aaron Judge y que lo demuestra cada fin de semana en la Liga Amateur local de Cuba, sin consumir esteroides… con puro “patacón machacao” (plátano macho frito con arroz); que durante su actividad como jornalero agrícola, su actividad oficial, de lo que come, digamos, reciba vía tarjeta de racionamiento, menos víveres o satisfactores que otros compañeros jornaleros, no obstante sea el caso, de que este joven, corte más de una tonelada en promedio de caña de azúcar y los demás no lleguen ni a las 500 kilogramos en promedio.

Lo anterior debido a que el sistema de gobierno cubano da a cada quien lo que necesita, “en función de sus necesidades y de acuerdo a sus potencialidades”… y en este caso el joven pelotero es hijo único y vive solo con su madre, que es viuda, mientras que el resto de jornaleros, con tres hijos en promedio, la esposa y la suegra… por si fuera poco.

El sistema ese no sólo no alienta la productividad… la desdeña, la combate.

Un sistema que fomenta la mediocridad, que hace presa de pensamientos conformistas y de ideales egocéntricos a la mayoría de los individuos; “hacen como que trabajan, porque el Gobierno hace como que les paga”. Al final recibirán más ración de frijol y arroz, que el joven productivo.

SISTEMA QUE INCUBA LA CORRUPCIÓN

Porque toda riqueza creada, se transfiere, tiene un destino… ¿A dónde va el excedente de caña cortado por el joven pelotero?… ¿A dónde va esa forma de riqueza indirecta provocada a través de su espectacular forma de batear?… pues a los bolsillos de la clase política o dirigente del partido comunista cubano, ¿a dónde más?…

A las burocracias de ese país, las que se sacrifican “gobernando y administrando patrióticamente”… ¡Bonito negocio!…”Socialismo o muerte”.

Ahora bien, a partir de lo anterior y considerando los componentes del concepto productividad en general, valdría la pena cuestionarse: ¿acaso el ingreso o las ganancias de los accionistas, propietarios directos y altos directivos empresariales en México, son producto exclusivo de su productividad personal?, ¿El hecho de ser más competitivo y productivo implica por lo regular en un mayor crecimiento… en equidad social y sustentabilidad ambiental?.

No hay respuestas afirmativas comprobables para las dos anteriores preguntas… esa es la verdad. La pregunta subyacente es entonces… ¿Cómo se logró la generación de riqueza y la expansión de las grandes fortunas personales de los grandes multimillonarios y de muchos millares de la clase media-alta en los últimos años?… De los Slim, de los Larrea, de los Salinas Pliego, de los Bailleres, de los Hank… Y de sus altos directivos.

Porque los ha habido en cantidades industriales, no sólo en ‘comaladas’ de cada sexenio.

Los ha habido a tal nivel, que han encabezado las listas Forbes a nivel mundial y actualmente más de cinco de ellos siguen en el listado de los más ricos del mundo.

Y nunca se ha dicho que este crecimiento inusual se haya debido a su vinculación al poder en turno en modo alguno.

La explicación -por lo menos la que esbozan o aceptan ante el público- la explicación “políticamente correcta” es la de que: “Sus empresas son competitivas y altamente productivas, pero endosándole a sus empleados el atributo este de la productividad.

De tal suerte que si los trabajadores mexicanos son en su mayoría altamente productivos -como sí está plenamente comprobado- … ¿Por qué no se incrementan los salarios y se logra abatir de vez en cuando la inflación y su dinámica?…¿Por qué no tiene más capacidad adquisitiva el salario de los trabajadores mexicanos desde hace más de 30 años en que se implementó el proceso de apertura económica al mundo?… ¿Por qué en esos 36 años nunca hemos alcanzado la espiral inflacionaria y los incrementos han sido superiores a los Índices Nacionales de Precios al Consumidor (INPC), si ha habido suficiente disciplina de parte del Gobierno y, sobre todo, suficiente (de más ) sacrificio de la clase trabajadora?…

No se debe soslayar que el actual Gobierno, durante su largo periplo tras el poder federal completo, como por fin lo obtuvo en 2018, fue insistente y hasta altisonante con el tema del incremento salarial. Ciertamente lo cumplió… pero al emitir un decreto o acuerdo administrativo, donde el propio presidente, sin un sustento en el modelo ni en la coyuntura económica actual, estableció un aumento al salario mínimo del 21 %, el 1 de diciembre de 2022, en que entró en vigor por disposición oficial.

El cual resulta por demás insuficiente si se parte de que en la práctica ya nadie percibe el salario mínimo. Este quedó solo como un referente de cálculo de tasas y como referente socioeconómico, en contratos del ámbito social.

En su obra “El capital en el siglo XXI”, Thomas Piketty subraya que un factor esencial en la obtención de grandes fortunas es simplemente la herencia de las fortunas previas.

Esto significa que gran parte de la concentración del poder económico en pocas manos no está determinado por la productividad de los poseedores de esas manos sino por lo que les llegó desde la cuna. Curiosamente, esta población no tiene necesidad de ser productiva ni competitiva sino que basta con que ejerza la presión necesaria para que los demás sean productivos y competitivos.

Ha sido precisamente lo que ha pasado en México, a lo largo de sus más de doscientos años de vida económica independiente.

En una lógica individual esto puede ser calificado como explotación, pero sería debatible que se le etiquetara como corrupción, pues finalmente, son actores privados buscando el interés privado.

En México, no se ha socializado lo suficiente una cultura empresarial, que se sobreponga a la herencia social, componente indisociable a nuestra cultura, proveniente de España, medio oriente (Israel, Líbano) y hasta del lejano oriente (China y Japón).

Nuestro comercio y nuestras negociaciones responden a las de los siglos 17, 18 y 19.

Por eso en México, nuestra iniciativa privada está llena de negociantes, como los de la antigüedad… Y carente de empresarios modernos, con una visión integral y una ética empresarial formada para atender también el término de la ecuación donde se encuentra la variable humana.

Que como su descripción la define, hoy más nunca es una variable -no una constante- y ha asumido en la cadena de producción un valor más alto y comprometedor, que el que tuvo en la colonia o en los siglos 19 y 20.

Se han equivocado, cámaras empresariales y gobiernos en los últimos tiempos, incluyendo el actual gobierno de pseudoizquierda de Andrés López Obrador, al darle un tratamiento tradicional al recurso humano dentro del proceso productivo.

No es sólo incluirlo en los costos de producción… es mucho más que eso.

El recurso humano debe ser visto como componente del capital social… Y no del capital constante, ni de los activos de una empresa o dependencia gubernamental.

Hizo muy mal el actual Gobierno de México, al renegociar el Tratado de Libre Comercio con EU y Canadá (T-MEC) con un esquema viejo en su ponderación sobre el factor humano.

Le traerá muchos dolores de cabeza en los próximos días, de hecho… y de derecho.

Amargas decepciones deja en materia de combate a la pobreza por la vía del incremento al salario al trabajador, este gobierno de la “Cuarta Transformación”. Su plan, basado en el asistencialismo con “tábula rasa”, es decir, cual si la economía tuviera los índices de desarrollo y crecimiento, como los de los países bálticos, que son los más avanzados en un modelo de ‘Estado del Bienestar’, le va a causar una crisis a por lo menos las dos siguientes administraciones, pues acabó con todo y los fondos de contingencia destinados para enfrentar una crisis financiera o social de coyuntura, en su afán de “distribuir la riqueza” sin normas de operación y sin criterios de verdadera necesidad social, sólo por interés electoral.

De hecho ha deformado incluso la cultura del trabajo y del esfuerzo entre los jóvenes ‘derechosos’ en México a sus programas asistencialistas o de beca, dado que ni jóvenes ni viejos beneficiarios quieren desempeñar labor alguna, tipo empleo… están dispuestos a sobrevivir con lo que el Gobierno “les dá”, que ir a desempeñar un empleo con su consecuente desgaste físico y mental a cambio de un salario ínfimo… “¡Sacando pa’ la caguama del fin de semana, lo demás ya es ganancia!”, responden sin rubor una y otra vez a encuestadores e investigadores de campo interesados en el fenómeno.

Pero la culpa mayoritariamente no es de la iniciativa privada “negociante” y ventajosa desde tiempos inmemoriales. De una clase empresarial que permanece callada e inmóvil ante el desastre económico que está provocando en el país este des-gobierno.

La culpa es de un Gobierno que prometió y no pudo cumplir en ese y en la mayoría absoluta de los rubros en que se comprometió a generar cambios.

De un Gobierno que hace las cosas al revés, cual si fuera esta su mejor y más paradigmática fórmula para gobernar y administrar eficazmente.

Un Gobierno que tergiversado inmisericordemente la función de lza regulación, intrínseca al concepto mismo de Estado.

Que absurdamente pretende regular (y hasta sobre regular) el mercado y en su defecto… se propone demostrar al mundo que la función de la seguridad interior y la gobernanza se pueden autorregular. Sobre todo en tiempos en que más de un tercio del territorio nacional está en manos del crimen organizado, según el diagnóstico del Comando Norte del Ejército de los Estados Unidos.

¿Habríase visto semejante aberración en el mundo?

Que la paz y el orden públicos se garantizan con la ‘inacción deliberada’ de la fuerza pública… porque esa su propia idea de justicia… Y porque es resultado de la justicia, de su justicia.

¿Quién será el retrasado mental en este caso? ¿La ciudadanía o el Gobierno?

Contacto en redes: fixiflaux99@gmail.com; @CalderonHallal1

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