Opinión

Memoria fresca

Todo comenzó con la propuesta de realizar un reportaje para La Prensa.

La producción, explotación, beneficio, industrialización y comercialización del hule.

Como primera tarea, se procedió a buscar los contactos y los personajes involucrados en ese proceso.

Acercamiento con funcionarios de la Secretaría de Agricultura y Recursos Hidráulicos, donde don Francisco Merino Rábago era el titular y el ingeniero Javier González el responsable del área informativa.

Después con la Confederación Nacional Campesina (CNC), donde el senador Guillermo González Morfín tenía bajo su cargo a las organizaciones de productores.

Identificadas las zonas donde se cultivaba. La Industria del hule suministra una gran variedad de productos que sirven como insumos y productos de uso a numerosas industrias.

Los consumidores más importantes incluyen las industrias de llantas, ensamble de automóviles, plásticos, almacenaje, calzado, muebles y bandas, cámaras, empaques y muchos más productos.

La industria consta de dos etapas en su cadena productiva, que son el sector productor de hules y el sector transformador de hules en productos finales, como segunda etapa.

El interés básico radicaba en los productores de hule natural, los que se ubican en zonas agrícolas donde ejidatarios eran los protagonistas originales.

La extracción del látex del árbol Hevea brasiliensis, al solidificarse de convierte en hule. Ahí nace el hule o Caucho natural.

Pero ¿qué es el caucho? El natural se obtiene mediante diferentes tipos de árboles y es un derivado del látex. Con él se obtiene una masa elástica e impermeable.

Las picas en los árboles de hule se realizan durante 29 semanas en promedio al año. Durante 23 semanas no se realizan picas, de las cuales 13 es debido al periodo de sequía, ya que durante esta temporada ocurre la defoliación y refoliación en los árboles de hule  y 10 semanas en promedio al año no se realizan debido al periodo de lluvias.

Los productores realizan la colecta del látex diariamente y lo depositan en maquetas en forma de pilas, o en tinas y le añaden ácido muriático o fórmico diluido en agua.

Entregan el látex almacenado en tambos de plástico de 200 litros a los que adicionan 10 litros de amoniaco para conservar sus propiedades físicas y químicas.

El látex también es altamente susceptible a la acción de las bacterias, debido a su contaminación durante el almacenaje y la venta del producto.

En México la producción de hule natural es escasa, sólo dispone del mercado interno y lo abastece en un 10% del consumo total, las plantas beneficiadoras de hule y representa un papel importante en la compra-venta de hule en el campo Mexicano al acudir libremente con los productores a las plantaciones del hule.

Con esa información, decidimos ir a zonas productoras para ver físicamente cómo se explotaba y en qué condiciones se encontraban los ejidatarios.

Inicialmente se identificó Tezonapa, Veracruz, zona rural situada en la Sierra. Poblado que se ubica a 80 kilómetros de Orizaba.

Colinda con Tesonapa, Oaxaca, solamente separados por un calle de cuando mucho 50 metros de ancho.

Por aquellas fechas, agosto de 1979, la incomunicación y la falta de autopistas significaban una verdadera odisea para llegar hasta ese lugar.

AMARGA EXPERIENCIA

Revisadas las distancias y planificado el viaje, se tomó la decisión de viajar de noche para llegar por la mañana a la población ubicada después de Zongolica.

En mancuerna con Gildardo Solís padre, abordamos un camión ADO en la Terminal de Autobuses Oriente (TAPO) con destino a Córdoba.

Las manecillas del reloj marcaban las 23 horas.

Ya ubicados en los respectivos asientos, intercambiamos impresiones de cómo se haría la cobertura periodística.

No habíamos llegado ni a Río Frio, cuando relajados no entregamos a los brazos de Morfeo. El sueño profundo se apoderó de ambos.

Un súbito sacudimiento corporal y palabras que denotaban desesperación y angustia, me despertaron.

Era Gildardo quien vociferaba: Corona, dónde está mi maleta con las cámaras y el material.

Más que sorprendido,  me limité a responder: Yo qué voy a saber. Es tu mochila, tú la tienes y la cargas desde que salimos del Distrito Federal.

Pues no. Ni la tenía ni la cargaba.

Ya estábamos de la terminal camionera de la ciudad cafetalera veracruzana, pero sin el equipo fotográfico de Solís.

Dominados por el sueño, un vivales de los que nunca faltan nos había aligerado la carga al robarse la petaca con cámaras, lentes, rollos de película, flashes y demás.

Una verdadera fortuna lo que se había perdido. Sin contar los problemas que se derivaron de la pérdida.

En un gesto que, aunque se quisiera, nunca he podido olvidar, Gildardo aun molesto expresó: Vámonos a nuestro destino.

Doce horas después de haber iniciado la travesía, llegamos a Tezonapa con la amargura a cuestas. Pesada a más no poder.

Ahí contactamos a doña Gudelia Reyes, lo que se llama una auténtica lideresa campesina y le relatamos lo sucedido.

Francamente yo me sentía derrotado. Con un sabor amargo en la boca y sin esperanza alguna de realizar el reportaje.

No teníamos ni una cámara fotográfica de esas instantáneas que había en esos tiempos.

Gildardo me apartó del grupo y, sin consultar, me soltó una retahíla de palabras. Sólo recuerdo: Aquí me esperas. No te muevas aunque me tarde un poco.

Sin saber nada de El Mago Solís, pasó el tiempo. Para ser exactos, más de 24 horas carente de noticias del fotógrafo.

Finalmente apareció con un pequeño maletín y soltó: Bueno, aquí estoy, a chingarle.

Había regresado a la capital del país, conseguido una cámara, rollos y un flash. Sobra mencionarlo, muerto de sueño y cansancio, pero dispuesto a completar la faena laboral.

Sorprendente en verdad.

Rápidamente entendí el profesionalismo de Gildardo.

Ni el robo, ni la pérdida de confianza, ni el sueño, ni la distancia, ni nada lo había doblegado.

En coberturas futuras y trabajos compartidos a lo largo de la República Mexicana, que fueron muchísimos, jamás hubo un reclamo por fallas en las que incurrió.

Aquello era inolvidable. Nada, pero lo que es nada, podía borrar ese ejemplo de entrega que demostró cuando realizamos el reportaje del hule.

Estuvimos cuatro o cinco día en aquel poblado de escasos 5 mil habitantes.

La calle que separa a Tezonapa de Cosolapa. A Veracruz de Oaxaca, estaba inundada de loncherías que eran prostíbulos donde los trabajadores de dos ingenios azucareros dejaban sus ingresos.

Había una extrema pobreza.

Ahora no conozco las condiciones en que se encuentre la región. Nunca tuve oportunidad de regresar.

Hubo viajes de giras presidenciales y campañas electorales, pero sólo de paso y por la región, pero a ese sitio no retorné.

Un par de meses después, y con la satisfacción de que con el reportaje hubiéramos contribuido a que pudieran lograrlo, doña Gudelia Reyes recibió una planta beneficiadora de hule.

Era un premio para los ejidatarios, pero un reconocimiento a la entrega que Gildardo Solís me había demostrado y heredado.

Parecía, sólo parecía, que los problemas habían quedado atrás y que la amarga experiencia sería para enriquecer el anecdotario.

No fue así.

Luego vino un proceso legal y administrativo al interior de La Prensa.

En virtud de que era una cooperativa, se tuvo que acudir a las Comisiones de Honor y Justicia y la de Administración para justificar la pérdida del equipo fotográfico.

Pero nada ha podido borrar la imagen que, desde entonces, conservo de Don Gildardo Solís,

 

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