Editorial

Valores Anhelados

En el panorama nacional hay procesos de renovación de dirigencias sindicales que abarcan todas las esferas de instituciones, dependencias, empresas y organismos.

Frente a esos cambios, la transformación está ligada a las aspiraciones de alcanzar una evolución que esté ligada al cambio de estructuras y de acciones que beneficien a los trabajadores.

La honestidad y la ética pública son consideradas una prioridad para las organizaciones sindicales y sus líderes, pero también un compromiso que involucra a los agremiados para enmarcarlos en un proceso de verdadero progreso.

El compromiso con esos valores debe convertirse o consolidarse en la exigencia que la sociedad tiene como una demanda vigente y que no puede ser ignorada.

Ante el arribo de nuevas generaciones de trabajadores, los jóvenes exigen una conducta ética transparente, una conducta honesta que se convierta en obligación y soporte de los dirigentes y de los integrantes de las organizaciones.

Para nadie es desconocido que es una preocupación de quienes pertenecen las organizaciones sindicales y un clamor para que sus líderes recojan la estafeta y asuman la responsabilidad.

Encabezar una dirigencia sindical implica comprender que el poder tiene que ser para servir a los demás, para servir a la gente, a los agremiados.

Porque quien utilice el poder para servirse a sí mismo, se traiciona y traiciona la confianza de quienes lo eligieron, de quienes depositaron sus esperanzas en un nuevo proyecto.

La corrupción representa una amenaza latente, seria, para quienes se convierten por vía del sufragio que los trabajadores  les entregan, en dirigentes y responsables de los destinos de un sindicato.

Los agremiados son los promotores reales de nuevas estructuras con el deseo de progresar y consolidar organismos que no pueden, ni deben, aferrarse a viejas prácticas que deben ser desterradas.

Los trabajadores son los más vulnerables, y los más afectados, cuando una dirigencia sindical se aferra al ejercicio de acciones que se apartan de la voluntad mayoritaria que los llevó a encumbrarse.

La corrupción ahoga el crecimiento personal, económico, cultural y social. Distorsiona los principios de mejorar a los organismos sindicales y a todos sus integrantes.

En los tiempos recientes se han dado cambios en dirigencias de sindicatos de los más diversos ramos y se avecinan otros más, en los que se han mencionado los valores que son un tema que debe prevalecer en las organizaciones laborales, en donde los intereses de los trabajadores deben ser la prioridad ante cualquier circunstancia.

Las demandas por una mayor rendición de cuentas han sido referidas por quienes asumen las nuevas posiciones de dirigencia, dando énfasis a principios para protegerse de la corrupción y resguardando la imagen y los derechos de los trabajadores.

Oratorias que despiertan el entusiasmo en los agremiados sindicales y que son motivo para ilusionarse con que llegue una nueva realidad.

Ahora vienen los tiempos, para esos nuevos dirigentes sindicales de mostrar congruencia en el lenguaje, las palabras y los hechos, porque sobran casos en los que la realidad se encarga de contradecir sus buenas intenciones plasmadas en un discurso.

La defensa de los trabajadores involucra la defensa del empleo, pero también de las prestaciones y de las Condiciones Generales de Trabajo.

Pero principalmente está ligada al transparente manejo de los recursos de las cuotas sindicales y a la verticalidad que se muestre en la relación con quienes operan con la figura patronal, sea privada o gubernamental.

El sometimiento y el entreguismo no son los mejores ejemplos para validar el éxito o el cumplimiento de las funciones que el trabajador depositó en quienes tienen la responsabilidad de encabezar un sindicato.

Además del principio de unidad, de solventar las diferencias grupales y de intereses personales, son primordiales porque la fuerza se consigue con unidad, con dejar a un lado rencores y posturas prepotentes de sentirse victoriosos.

Desterrar venganzas y cobros de facturas del pasado, es un reclamo de la clase trabajadora.

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