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Memoria Fresca

El hombre estaba recargado en la barra de la taberna.

Miraba de un lado a otro. Inquieto, con ojos oscuros que se movían con prisa, como buscando un mosquito para atraparlo.

No era precipitación, sino una vivacidad que le venía de las entrañas. Era impetuoso con la agilidad tal de un felino.

Una piel negra abrillantada. Ligereza en cada movimiento que se exhibía con dinamismo.

Complexión atlética que hacía pensar en una figura de ébano tallada a mano.

Sin voltear para mirar de frente, soltó la frase con la precisión de un gancho al hígado:

El hambre es mágica.

Ante la incredulidad de su acompañante accidental, que se limitó a levantar las ceja con expresión de no entender, siguió¨

Tiene magia porque te tira o te levanta. Te lleva a los sótanos de la miseria o la cumbre de la gloria.

Quienes se encontraban en el interior de la cantina La Regional, ubicada en San Juan de Letrán casi esquina con Fray Servando Teresa de Mier, estaban tan desconcertados como el interlocutor.

En ese barrio, a pocos metros del cabaret El Siglo 20, la efigie con vestimenta colorida que hacía pensar en una playa hawaiana, era popularmente conocida.

Dos centros nocturnos más, El Gran Vals y Casa Blanca, formaban parte de su territorio.

Era conocido y reconocido por su actividad y su mote. Boxeador de profesión y un alias llamativo: Mantequilla.

Sobrenombre que le venía por escurridizo, no precisamente por su color.

José Ángel “Mantequilla” Nápoles. Nacido en Santiago de Cuba el 13 de abril de 1940, quien arribó a México acompañado de otro isleño de Matanzas, Ultiminio “Sugar” Ramos.

El hambre, fue el hambre, hizo hincapié al mencionar por qué había incursionado al deporte de las orejas de coliflor.

En los cuadriláteros “Mantequilla” fue lo que se llama un esteta. Sus movimientos eran artísticos, como diseñados con filigrana.

Cualidades que, de manera conjunta con una fuerte pegada con los puños, le daban notoriedad y por tanto fama.

Arriba de los encordados era aclamado, abajo admirado.

Mantequilla Nápoles comenzó su carrera en el box profesional en 1958 y la culminó en 1975. Su récord fue de 88 peleas con 81 victorias (54 por nocaut) y siete derrotas (cuatro por KO). 20 triunfos por decisión.

“Mantequilla” se coronó Campeón del Mundo en 1969 tras vencer por la vía del cloroformo en 13 episodios al norteamericano Curtis Cokes en el Forum de Inglewood, California.

Y cuentan que a su regreso a México el Presidente Gustavo Días Ordaz le quiso obsequiar un auto de regalo, a lo que “Mantequilla” le respondió que en lugar del auto le otorgaran la ciudadanía mexicana.

Cerca de ese bar donde se dio el encuentro inesperado y casual, oportunidad que el incipiente periodista no dejaría pasar inadvertido, está el Hotel Virreyes (en Izazaga esquina con el ahora Eje Central) donde vivía con Ultiminio “Sugar” Ramos, Chuchú Gutiérrez y Kid Rapidez, su manager.

Dato curioso, a pesar de ser cubanos y haber llegados juntos a México, Ultiminio y José Ángel no tenían la mejor de las relaciones.

El primero entrenaba en los Baños Jordán, a escasos 100 metros de donde residía. Mientras que el segundo lo hacía en los Baños Margarita, ubicados en Niño Perdido cerca del mercado Hidalgo.

En ese encuentro fortuito, “Mantequilla” confió:

Arriba del ring los golpes del contrincante son duros, fuertes, pero hay manera de defenderse y contestarlos. Pero cuando el hambre de ataca, en ocasiones no hay forma de combatirla.

Con un peleador enfrente tienes oportunidad de responder y salir victorioso. Más cuando el deseo de comer te domina y no tienes recursos para saciarlo, corres el riesgo de morir.

La escultura figura que semejaba haber sido labrada en un tronco de color negro con incrustaciones de grandeza, no estaba cercano a la humildad.

EL GRAN ÍDOLO MEXICANO, DERRUMBADO POR MONZÓN

Un día después de que aparezca esta publicación, 16 de agosto, José Ángel “Mantequilla Nápoles cumplirá 3 años de haber dejado este mundo.

Peleador de peso wélter, cuando llegó a México, venció a los más importantes púgiles con los que contaba el boxeo nacional. Hasta que fue derrotado por Tony Pérez y Alfredo “El Canelo” Urbina.

En peleas de revancha logró vencerlos. Fue el triunfo frente al temible peleador LC Morgan cuando demostró que tenía recursos para un brillante futuro.

A su regreso luego de coronarse campeón mundial, Nápoles cumplió con la tradición de entregarle al Presidente de la República los guantes del campeonato. Desde entonces todas las defensas de sus títulos las hizo en nombre de México.

En 1970, en Syracuse, perdió el título frente a Billy Backus, pero lo recuperó cuando se volvieron a enfrentar en Los Ángeles.

Nadie tiene duda de que José Ángel Nápoles es uno de los grandes pesos welters en la historia del pugilismo y desd 1990, junto con Muhammad Ali, se encuentra en el Salón Internacional de la Fama del Boxeo en Canastota, N.Y.

En un encuentro, que hasta la fecha se considera un error haberlo organizado, Carlos Monzón fue la debacle para Nápoles,

Hubo un clima morbo inusual en torno de esta pelea. Monzón ya era un ídolo en París, los franceses se entusiasmaron también con el colorido que les ofrecía Mantequilla Nápoles paseando perritos caniche por Champs-Elysées.

Fiel a su picardía, “El Mantecas”, como también era llamado, era picante en sus declaraciones. En cada frase prometía exhibir su escurridizo estilo y elegante boxeo frente a la fuerza casi tosca de Monzón, a quien llamaba bulto.

“Mantequilla” no tenía un punch fulminante, pero vencía a sus adversarios a base de velocidad, técnica y combinación de golpes.

Su especialidad era el contragolpe a manera del “bolo punch”. Un golpe que fue inventado por el gran Ceferino García y perfeccionado por otro ídolo cubano, el gran Gerardo “Kid Gavilán” González,

Lo utilizaba de una manera magistral. Impecable.

Angelo Dundee, especialista en atender cortaduras, fue contrtado paa estar en la esquina de Nápoles y en una conferencia de prensa, le agregó pimienta al guisado al afirmar que el argentino era “un campeón de papel”.

“La pelea para mí era una cuestión personal”, decía Monzón, “porque me habían dicho que no quería pelear con Nápoles, así que más allá de la bolsa de 250 mil dólares, me había propuesto romperle la cara”.

Y lo cumplió. Hizo trizas al ídolo mexicano.

El combate había sido organizado para diciembre de 1973, pero una angina muy fuerte obligó a Monzón a pedir un aplazamiento.

Pero llegó el 9 de febrero de 1974. Fue la novena defensa del argentino, que había ganado el título ante Nino Benvenuti en Roma en 1970.

Monzón era el único que exponía el título en la pelea: era campeón mundial de los medianos, mientras que José “Mantequilla” Nápoles, era campeón mundial de los welters.

La diferencia de pesos, de estatura y de complexión, fue decisiva.

Después de su derrota en contra de Monzón, todavía defendió su título en cuatro ocasiones.

Fue tan popular en México que en 1973, junto al luchador “El Santo”, estelarizó la película: Santo y “Mantequilla: Nápoles en “La venganza de La Llorona”.

A la muerte de “Mantequilla” Mauricio Sulaimán, presidente del Consejo Mundial de Boxeo (CMB), acudió a una funeraria en la Ciudad de México para despedir a su primer ídolo del pugilismo, quien falleció a los 79 años.

En una reunión con el director de la Lotería Nacional se acordó hacer un billete de Mantequilla Nápoles, la intención era homenajearlo en vida, pero se adelantó.

Su último combate fue en 1975 en la Monumental Plaza de Toros México, cuando fue derrotado y despojado de su título por el inglés, John H. Stracey.

En 2015, gracias al gobierno del estado de Chihuahua, pudo lograr el sueño de visitar nuevamente a su querida Cuba. Estuvo en La Habana y en Santiago de Cuba y pudo reconocer algunos familiares y amigos que había dejado 53 años atrás.

Compadre de Don José Sulaimán y después amigo de su hijo, Mauricio Sulaimán, recibía por parte del CMB, una mensualidad para sus gastos. También recibió apoyo de Carlos Slim a través de su fundación.

Porque, como muchos peladores,, “Mantequilla vivía en la pobreza. Toda su fortuna fue consumida por los excesos.

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