“Una sociedad no se define como desarrollada por la riqueza que tiene, sino por la pobreza que no tiene.”
—Jorge Majfud
La creciente dificultad para solventar nuestras necesidades básicas está alcanzando niveles de desesperación social y rebeldía que amenazan con explotar y sacudir violentamente la forma de vida que conocemos.
El descontento social es peligroso, hay casi 60 millones de mexicanos que viven en pobreza, unos peor que otros, pero pobreza al fin.
La desigualdad social, ofende, insulta, es agraviante, los fenómenos de impunidad, de injusticia generan una tristeza colectiva que está alcanzando niveles de indignación explosiva, quién ya no tiene nada que perder, no tiene nada que arriesgar si decide arrebatar.
Hay familias a quienes no les alcanza con sus ingresos para pagar una sola canasta básica, mucho menos para recreación, esparcimiento o satisfactores de calidad.
México parece haber olvidado que ese es el ambiente que gestó las guerras internas que hemos padecido como la Independencia, la Reforma y la Revolución.
Trabajar sin percibir el salario justo, remunerador que solvente las necesidades de subsistencia conduce a las familias a puntos dramáticos de autodestrucción, desintegración y resentimiento contra todo el sistema y todo lo que les rodea.
Los que trabajamos fuerte y ni así nos alcanza para costear nuestras necesidades y las de nuestros seres queridos enfrentamos muy graves frustraciones y percepciones de insatisfacción y coraje porque hacemos lo que nuestros padres, maestros y gobierno nos inculcaron como correcto, que es permanecer honrado y trabajando; dicho de otra forma, sirviendo al patrón.
Pues crecimos y ahora, luego de tantos años, nos damos cuenta que no era la ruta correcta puesto que, al cabo de toda una vida dedicada a servir, jamás nos sacó de pobres ni nos permitió alcanzar un ascenso en la escala social; pero además fuimos burlados porque el modelo nos prometía progresarnos y era mentira.
Millones de mexicanos alcanzaron el final de su vida productiva o la edad de jubilarse y ahora ya tampoco tienen la fuerza para iniciar otro proyecto y ello engendra un sentimiento de frustración profundo.
Rogelio Gómez Hermosillo, lo dijo de una manera brillante “La causa de tanta pobreza en gran parte surge del sistema laboral. El Trabajo que debiera ser la puerta de salida, se convierte en fábrica de pobreza.”
La pobreza laboral es un fenómeno que, nos incumbe a todos y nos grita que corrijamos el rumbo.
Algo está mal y si el Gobierno y patrones no lo remedian, explotará irremediablemente en fenómenos de arrebato, disturbios y destrucción del modelo de estabilidad que conocemos; por ahora esa pobreza lacerante explica en gran medida el incremento de la delincuencia como opción para obtener ingresos.
¿Qué hacer?
Al gobierno le toca fomentar la creación de empleo bien pagado y eso se hace impulsando la inversión empresarial en proyectos de desarrollo viables en ambientes de seguridad jurídica y económica.
También le toca palear esa dramática situación con una oferta de satisfactores básicos gratuitos, como servicios médicos de calidad, parques recreativos y vacacionales de acceso gratuito y transportes, debe ofrecer espacios de acceso casi gratuito al arte, la cultura y recreación que la sociedad no puede pagar de sus bolsillos, debe ofrecer oportunidades de desarrollo deportivo gratuitas, todo ello para que la sociedad tenga opciones de actividad sana y gratificante.
El gobierno ya tampoco atiende con suficiencia esos paliativos, muchos los ha clausurado y ya ni siquiera ofrece servicios médicos a toda la sociedad, según el CONEVAL, 18 millones de mexicanos que tenían seguro popular lo perdieron y no tienen opciones de servicios médicos de calidad.
Esta indiferencia gubernamental ahora fomenta la desesperación social y agrava el descontento, ya ni siquiera paga bien a su burocracia.
Ciertamente la derrama económica que genera con entregas de dinero en efectivo directo a grupos vulnerables, ayuda, pero se trata de apoyos temporales que no empoderan al receptor porque no lo involucran en actividades productivas que reactiven la economía con la producción de bienes o servicios, sólo consumo.
A los patrones privados les corresponde abrazar una cultura de sensibilidad y solidaridad social para ayudar a sus consumidores y trabajadores.
A toda la sociedad le toca renovar su vocación moral para abatir las puertas falsas de la delincuencia, para mejorar en la educación para incrementar los valores de respeto y preparar mejor a cada trabajador para hacer posible que incremente la calidad de su cultura y alcance mejores salarios y prestaciones.
Pero no basta, toda la sociedad debe proponerse producir bienes o servicios con independencia del giro ocupacional en que labore cada agente económicamente activo.
O cambiamos o colapsamos, esa es la disyuntiva que México debe enfrentar con realismo o le costará inestabilidades graves. La disrupción generará colapsos sociales que terminarán por destruir lo que si tenemos.
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