“Las decisiones son las bisagras del destino”
—Edwuin Markham
Decidir en el trabajo, se está convirtiendo en riesgoso por muchos factores que amagan al prestador de servicios, es el caso de médicos, juzgadores, contadores, administradores, policías, servidores públicos o comunicadores por citar ejemplos.
En estos trabajos, cada decisión, puede ser contraproducente a niveles indeseables que pueden extinguir carreras o conducir a la cárcel.
No es una exageración, es cierto que se cometen errores, pero la virulencia para reclamarlos ha rebasado lo prudente, la percepción de esos errores, cada vez se acerca más a la idea de delitos y engendran en el acusador reclamos insaciables de penalizaciones; en todo ello, cada vez hay más pasiones involucradas.
El sistema de responsabilidades ha evolucionado a umbrales de franca degradación institucional que da lugar a graves injusticias por una extraña mezcla de resentimiento social, incomprensión e ingratitud por una parte, pero por la otra a un canibalismo institucional inmerecido que convierte a la patronal en una depredadora de su personal.
En la sociedad, se han incubado rencores exacerbados que encuentran oportunidad de explotar en el reproche contra prestadores de servicios con quienes se ensañan detonando procedimientos de infierno.
Así se han creado contralorías internas, visitadurías, fiscalías ministeriales especializadas en delitos cometidos por servidores públicos, Comisiones de Arbitraje, Comisiones de Disciplina, de Honor, de Justicia y múltiples estructuras para substanciar procesos contra quién, con razón o sin ella, ha sido acusado por sus decisiones.
La creciente polarización social, cultura de la desconfianza y la convocatoria a denunciar, han hecho aumentar las quejas contra prestadores de servicios.
Los sistemas de atención de esas quejas por conductas cuestionadas están sujetos a presiones de todo tipo y ello hace que con frecuencia se distancien de la objetividad e imparcialidad porque ese resentimiento suele permear en esas esas estructuras cuando subjetivamente padecen un pre juicio arbitrario contra quién es acusado.
Este canibalismo institucional, conduce a problemas muchomayores de los que pretende evitar.
Ya casi nadie quiere decidir, los prestadores de servicios, han optado por no meterse en líos aún a cosa de no resolver problemas.
La abstención de tomar decisiones, para evitar consecuencias, ha producido tal nivel de absurdos que tienen paralizadas muchas áreas del servicio público incrementando su ineptitud y negligencia para resolver.
El problema requiere un viraje radical, ninguna institución puede hacer algo útil con tanto timorato que se niega a decidir.
Las instituciones hay llegado a absurdos como crear comités para todo, pedir el visto bueno de muchos para cualquier decisión menor e imponer criterios de observancia obligatoria que no admiten excepciones, ni siquiera las razonables.
La habitual desconfianza para decidir ha propiciado el marasmo institucional
Si bien es cierto que se requieren vías para atender desviaciones, también lo es que esos organismos de control en lo general han abandonado su espíritu preventivo para ensañarse en su vocación acusatoria y punitiva exagerado sus ataques arbitrarios; el saldo es que se han convertido en una modalidad de terrorismo institucional aberrante y contra producente.
Los prestadores de servicios sólo se tienen a sí mismos, con trabajos pueden apoyarse en sus sindicatos y los independientes en abogados, pero al final para enfrentar problemas es necesario gastar tiempo y dinero que solemos no tener.
Los que deciden, deben pulsar el costo beneficio de mantener esa política de auto depredación y percatarse de que ahora, esos organismos de control ya se convirtieron en parte del problema no de la solución.
Tanto es así que los fenómenos de corrupción perviven, los errores de servidores públicos también y el marasmo institucional cada vez peor no obstante que se sancione a más servidores públicos y a muchos arbitrariamente.
La verdadera solución está en la educación, en la ética, en la vocación de hacer lo correcto, en la integración de una mística de trabajo con valores, bien pagado y con respaldo institucional para los buenos colaboradores.
Es hora de hacer lo correcto, mejorar salarios y apostarle a esos valores para evitar los linchamientos arbitrarios contra prestadores de servicios acusados.
Actuemos con ética y exijamos que todos lo hagan.
carblanc@yahoo.com