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La muy grave injusticia de trabajar mucho y que el salario no alcance

“La pobreza priva al hombre de todo espíritu y virtud. Es difícil para un saco vacío permanecer derecho”: Benjamín Franklin

Ganarnos la vida con un trabajo socialmente útil es nuestro deber y el único camino honrado de solventar nuestras necesidades de sobrevivencia y la de nuestros seres queridos, es lo que nos legitima como ciudadanos y hombres de bien ante nuestros semejantes.

Pero el cumplimiento de este deber ha venido enfrentando una muy grave desventura, la mayoría de quienes trabajamos, resentimos el profundo dolor de que el salario no nos alcance, que nos mantenga una crisis permanente de impotencia inmerecida, nos reducen a llevar una vida con grotescas carencias y limitaciones, tristezas, inoculan en nosotros el doloroso hábito de la insatisfacción y nos conduce a jubilaciones precarias y en ello existe una gran injusticia que como país debemos corregir.

Los bajos salarios se agravan por la inflación galopante que progresivamente corroe nuestra forma de vida a la que hacemos frente prácticamente con el mismo salario de hace años de tal forma que ya no alcanza ni para solventar la canasta básica, a este fenómeno, los expertos le llaman “pobreza laboral” y el CONEVAL (Consejo nacional de evaluación de la política de Desarrollo Social) informa que en México se ha incrementado de manera alarmante al grado de que, en el país, el 40% de la población que trabaja, la padece.

O sea, esa precariedad nos obliga a que en cada familia tengamos que trabajar más de uno o a tener dos trabajos y ello nos priva de convivencia familiar, recreación y esparcimiento, prácticamente reduce al hombre a vivir para trabajar en modelos que muy parecidos a lo que antaño se llamaba esclavitud.

Es frustrante trabajar mucho, a veces, toda una vida para vivir siempre en la pobreza; parafraseando a kamarov, “es como purgar un castigo para un crimen que nunca cometimos”, el dolor de la pobreza ante la necesidad de nuestros seres queridos es indescriptible, ser pobres y honrados es vivir en una crisis y confusión permanente.

El problema es muy grave, en lo humano produce infelicidad, desintegración familiar, desarticulación social conduce a la degradación de los valores a fenómenos de incultura, de resentimiento indeseables y a la desesperación generalizada.

Quien quiera explicarse los fenómenos de violencia colectiva y pérdida de valores en la sociedad, debe incluir en sus reflexiones las generalizadas condiciones de pobreza e infelicidad que producen el desempleo y los bajos salarios que han orillado a miles de personas a entender al delito como opción.

¿Qué está pasando?, el estado y empresarios, como grandes empleadores, han abandonado su deber de solidaridad con sus trabajadores no directivos, han perdido la sensibilidad social y la orientación humana de sus deberes patronales.

Por cuanto hace al gobierno, se ha insertado en severas incongruencias porque se ostenta públicamente como solidario con los pobres y benefactor de la gente, pero soslaya sus compromisos con sus propios servidores, por su parte, los empresarios simulan los repartos de utilidades e inventan costos para abatir utilidades y salarios pero eso sí, presumen de ser solidarios sociales.

Los empleadores en México son candiles de la calle y obscuridad de su casa y eso está muy mal, todos lo percibimos como una gran farsa.

Esta es una incongruencia que mantiene en crisis a los que trabajamos en niveles no directivos en todo el país, ¡Ningún trabajador de nivel medio o bajo en percibe el salario que compense la enorme aportación de sus servicios a la comunidad y a su empleador!.

El tema ya está en focos rojos y no obstante, no se ve interés real en el gobierno ni en las cúpulas empresariales para resolver el problema, si no lo resuelven, es una bomba de tiempo que les explotará en la cara y teñirá de rojo nuestra historia por ser inminente un arrebato social.

El problema ya está explotando y es impostergable resolverlo, “Mientras que la pobreza, la injusticia y la desigualdad, existan en nuestro mundo, ninguno de nosotros podremos realmente descansar”, decía Nelson Mandela y tenía toda la razón, si no hacemos algo por resolver el problema, el destino y las consecuencias de nuestros actos como país nos lo reclamarán con violencia y ya está pasando.

Sirvan estas líneas como un llamado a nuestras autoridades, a sindicatos a pensadores sociales, a todas las voces que sean capaces de llamar la atención a los gobiernos y empleadores de todos los niveles para hacerlos reaccionar acerca de la creciente infelicidad que generan los malos salarios que padecemos todos los trabajadores.

Ese nivel de frustración e injusticia y desigualdad, son el verdadero caldo de cultivo que hizo posible el movimiento de independencia, la guerra de reforma, la revolución y todos los movimientos sociales del mundo, llámense como se llamen y debemos aprender de esa experiencia.

carblanc@yahoo.com

 

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