El 4 de mayo de 2022 fue un día que aparentemente debe motivar a los directivos del futbol mexicano a sentarse a pensar y resolver un grave problema que ya tienen enfrente: El Seattle Sounders derrotó 3-0 a Pumas de la UNAM y los estadounidenses se coronaron campeones de la CONCACAF por primera vez en la historia, con esto, adquieren la supremacía en la zona e irán al Mundial de Clubes.
Estados Unidos le ganó la Nations League a México 3-2 el 6 de junio de 2021, luego, también derrotaron al Tri en la final de la Copa de Oro el 1 de agosto del año pasado en un juego que se fue a tiempo extra y al 117’ Miles Robinson finiquitó el asunto. Para colmo, en el primer encuentro eliminatorio rumbo al Mundial de Qatar con ellos, la escuadra azteca perdió 2-0 en la Unión Americana, con goles de Christian Pulisic y Weston McKennie y en el partido de vuelta en el Coloso de Santa Úrsula, sacaron el empate a cero; es decir, no se les pudo vencer.
Los aficionados mexicanos crecieron con la amplia hegemonía que se tenía sobre los vecinos del norte. Salvo aquél extraño tropezón de 1934, no existía problema para pasar con enorme facilidad sobre ellos, pero ocurrió algo que no se tenía contemplado: El soccer comenzó a hacerse un juego demasiado popular allá, niños, niñas y adolescentes empezaron a adoptarlo como su deporte favorito por encima del béisbol y el futbol americano, deportes fuertemente arraigados allá. La Major League Soccer (MLS) inició sus operaciones en 1996 con 10 equipos –actualmente tiene 28, con 3 en Canadá-, los estadios se llenan en prácticamente todos sus cotejos y hay mucha gente joven que sigue de manera apasionada el torneo. Y entonces, lo no previsto, es que los Estados Unidos, primera potencia del planeta, tiene toda la capacidad económica y organizativa para planear y desarrollar una liga competitiva, de primer mundo y es ahí donde la Liga MX ha sido alcanzada y por lo visto, según los resultados descritos, rebasada.
Porque en México, -ya se ha señalado aquí-, juegan un sinnúmero de extranjeros que están lejos de poseer la calidad técnica para dejar simiente; porque no se trabaja a fondo con las fuerzas básicas; porque no hay visorías a lo largo de la República que detecten valores en un país con 130 millones de habitantes; porque en el campeonato hay repechaje entre el quinto y decimosegundo equipo de la tabla y ese lugar 12, puede ser campeón; porque la selección juega continuamente partidos sin trascendencia allende al Río Bravo, por el único interés del dinero que recauda; porque fuera del torneo de liga, a los equipos nacionales les da flojera jugar en la Concachampions como les daba tirria afrontar la Copa Libertadores; porque aunque ha demostrado tamaños y potencial, se minimiza al futbol femenil; porque se vive el multiverso de “Los cuatro equipos grandes”, cuando la actualidad y los títulos muestran otra realidad; porque hay violencia en los estadios que atraen los reflectores internacionales; porque no se puede erradicar con nada del mundo un grito considerado como homofóbico por FIFA.
Algunos periodistas jóvenes argumentan que la derrota de Pumas ha sido buena, porque ahora sí, los jerarcas del balompié tomarán providencias, pero no será así. Habría que narrarles a los colegas que el 14 de diciembre de 1973 México fue eliminado por Trinidad y Tobago del Mundial de Alemania Occidental en lo que se consideró en ese momento un cataclismo que requería cirugía mayor desde lo más profundo, hasta el presidente Luis Echeverría intervino y comisionó a Gustavo Petriccioli, subsecretario de Ingresos de Hacienda y Crédito Público, para que fungiera algo así como un “Alto Comisionado”, pero no pasó nada.
Por supuesto que se puede –y se debe- hacer algo. México es un país con una centenaria tradición futbolera, hay demasiado camino andado y experiencia como para salir delante de este problema. Hay un detalle de esta derrota cercana, que debe tomarse en cuenta y que ejemplifica el estado de cosas: Pumas sobrepasa la decena de canteranos inscritos y eso es muy loable y llegó a una final de la Concachampions. Del otro lado, en el Seattle Sounders, en el mismo juego alineó Obed Vargas, nacido en Alaska, e hijo de padres michoacanos. El chico tiene… 16 años. Entonces, tal vez menos importación de foráneos y más atención al brillante trabajo de don Andrés Lillini, para dejarlo claro. Ojalá Yon de Luisa y Mikel Arriola hagan algo y pronto, porque el Tío Sam ya los alcanzó y comienza a rebasar.
¿Superó ya la MLS a la Liga MX?
Sí, ya.
Dios mediante ¿Le parece que nos encontremos aquí la próxima quincena?