rssindical.mx

La chamba de maestro en nuestras vidas

“hijo, no nos deben nada ni a tus padres ni a mí, pero, si crees que debes algo, esas facturas, págalas con tus hijos”.

                                                   Maestro Fernando Cedeño Estrada

Exactamente igual que Usted, amigo lector, somos únicos e irrepetibles, somos la consecuencia de nuestros actos orientados por lo que moldearon nuestros maestros, somos la mezcla de nuestros defectos y cualidades, somos quien ahora estamos obligados a decidir si ¿Quiero trascender en la historia de mi especie? y en su caso, ¿Cómo quiero o cómo puedo hacerlo? O si prefiero la comodidad de ser tan intrascendente como la nada.

Probablemente igual que a usted, desde chicos y durante muchos años, nuestros padres nos pusieron a recibir enseñanzas de otros, así fuimos aprendiendo modos de ser diferentes a los de casa y conocimos adultos de quienes aprendimos temas escolares que nos aportaron cultura académica.

También conocimos “compas” de quienes aprendimos vagancias, andanzas de supervivencia, valores, arte, filosofía de la vida y ellos nos aportaron cultura humanista.

Y nuestros padres, abuelos y parientes nos enseñaron protocolos de convivencia familiar, valores parentales, sentido de pertenencia, apegos y tradiciones que ahora con algunas adaptaciones replicamos en el hogar, de ellos aprendimos amor y cultura familiar y amor a México.

También conocimos el amor a la pareja, a los amigos a las causas, al trabajo, al oficio que aprendimos, a lo que hacemos, a nuestras aficiones; de ese amor y de los compañeros de la vida, aprendimos a elevarnos y a caernos, a apreciar nuestro esfuerzo, el gusto por el trabajo; aprendimos a hacernos responsables de nuestros actos, a amar a la persona con quien compartimos proyectos, a luchar por lo que queremos, a elegir entre el bien y el mal.

Y así la vida, jamás dejaremos de aprender, pero en este andar, vale la pena, hacer un alto en el camino y dedicarle unos sentimientos a aquellos a quienes debemos el aprendizaje de su ejemplo, la visión profunda y sensible de las cosas, a esos seres cuyas luces jamás se extinguirán en nuestras conciencias y en nuestro entendimiento.

Hoy es una magnífica oportunidad para recordar a nuestros formadores y reflexionar en lo que nos aportaron, hacerlo con gratitud y buscarlos con cariño si viven y si no, para ponerles una ofrenda en nuestra memoria; su presencia en nuestras vidas ha sido la gran diferencia entre lo que somos y lo que no.

Por eso, comparto con usted, un sentimiento de gratitud a mis grandes maestros que fueron mis padres, que siempre, sin excepción inocularon en mi persona valores como cultivar y proteger a la familia, a honrarla, a procurarla, a ser en ella solidario, humilde y participativo; ahora, convencidamente creo que me corresponde inocularlo en la conciencia de mis hijos.

Por supuesto que estoy muy lejos de adjudicarme alguna de esas cualidades, pero es innegable que conocí de ellos esos valores que continúan vibrando en mi vida y configuran el modelo de familia al que deseo continuar perteneciendo.

Compartamos también un sentimiento de gratitud a los grandes pensadores que hemos tenido el honor de conocer en nuestro camino, en la academia, en el trabajo, en la universidad, en las andanzas de la vida, cuyas luces derivadas de su vocación por la lectura, su pensamiento profundo, crítico y rebelde pero siempre informado han sido una luz en todo nuestro andar.

Reconozco en todos ellos un pensamiento y visión de la vida realista y solidario con convicciones y apego a valores universales que han sido la luz orientadora de mis decisiones en este fragoso camino.

No me alcanzará la vida para agradecer el ejemplo de su pensar y cuidado en el decir, que ahora me impone como deber irrenunciable inocularlo en mis hijos y en las personas que tengo cerca, ¡Que magníficos eran para profesar ese binomio magistral de pensar profundo y transmitir su sabiduría!

Le agradezco a Dios, a la vida y a la naturaleza que existan esos generosos sabios que han compartido conmigo sus talentos, su forma de entender la vida dándome su ejemplo.

Hoy recuerdo con todo cariño cuando mi padre me decía, escucha y observa con cuidado a tus maestros, aprende; en aquel entonces, no entendía la dimensión y alcance de sus palabras, pero impactado por la vehemencia que imponía en su consejo, trataba de apreciarlos con la intuición de que me serviría de algo y con el tiempo entendí ¡Vaya que tenía razón!.

Recuerdo también, con cariño y gratitud cuando hace dos años, le agradecía a mi tío sobreviviente a mis padres las maravillosas experiencias de paseos y vida familiar de nuestra infancia, yo le dije, “a mis hermanos y a mí, no nos alcanzaría la vida para agradecerles y compensarlos a él y a mis padres” y su respuesta sabia, paternal, cálida y serena, como, todo lo que dice, fue, “hijo, no nos deben nada ni a tus padres ni a mí, pero, si crees que debes algo, esas facturas, págalas con tus hijos”.

Por joyas de sabiduría como estas, y las que detecto en cada adulto mayor, en cada hombre probo, en cada ser humano que lee y piensa con sentido crítico y propositivo, entiendo que hay en nuestro diario andar maestros capaces de aportar algo humanamente valioso a nuestras vidas y a las generaciones que nos sucederán y eso me permite mantener mi fe en nuestra gente y en nuestro futuro.

Sirvan estas líneas como un homenaje de cariño, y gratitud a tantos maestros que aportaron algo para nuestras vidas y para la de tantas generaciones, por su generosidad de compartirse y formar talentos y personas de bien.

Dios bendiga siempre a mis maestros de la vida y les permita a mis hijos y a los jóvenes de mi patria, conocer a maestros de quienes aprendan principios éticos y probidad.

Cuando con preocupación, veo crisis de valores, ansiedad y estrés colectivo, inevitablemente pienso en la falta que le hace a mi México la sabiduría de aquellos grandes maestros que debe haber en cada mexicano adulto, en cada persona de bien.

Al hacerlo no puedo evitar decirle a mi patria ¡Mantén tu fe, esperanza y confianza en tus hijos!, ¡Piensa o patria querida que el cielo, un maestro en cada hijo te dio!

carblanc@yahoo.com

 

Salir de la versión móvil