Alejandra Morales Reynoso se había destacado por acompañar la lucha disidente al sindicato de la Confederación de Trabajadores de México (CTM) en la planta automotriz de General Motors en Silao
“Yo sólo quería participar en la lucha porque era lo justo y lo que se necesitaba por los compañeros despedidos y por quienes seguimos activos en la planta. Tengo la licenciatura en Administración y Finanzas, si acaso, hubiera sugerido ocupar la cartera de asuntos financieros porque es mi área”, dice en entrevista.
Su jornada diurna en la planta le impidió acudir a la asamblea en la que el Sindicato Independiente Nacional de Trabajadores y Trabajadoras de la Industria Automotriz (SINTTIA) iba a encarnar.
Se perdió los votos unánimes a su favor, no pudo recibir los abrazos que compartieron en aquella reunión, ni los aplausos, no vivió la emoción colectiva que diluía el sabor del miedo a lo que pudiera venir.
Alejandra Morales Reynoso es de las poquísimas mujeres que dirigen un sindicato en México, principalmente en la industria automotriz.
En estos años, varias personas fueron despedidas por enfermarse o sufrir accidentes de trabajo, los cuales no se reportaban, asegura.
En abril de 2021, dos años después de las primeras reuniones disidentes, el contrato colectivo de trabajo (CCT) que el sindicato de la CTM negoció con la empresa tenía que ser legitimado por las más de 6,000 personas que laboran en GM-Silao, como lo ordena la reforma laboral.
En agosto, no sin nuevos intentos ilegales del sindicato cetemista, el contrato colectivo fue rechazado.
A finales de ese mismo mes el SINTTIA obtuvo su registro oficial y en febrero de este año, con el 76% de los votos, le quitó la titularidad del contrato colectivo al sindicato protegido por la gigante CTM.
Pero para llegar a esa victoria tuvieron que volver a lidiar con un ambiente enrarecido, con amenazas de despidos y dificultades para informar sobre su plan de trabajo.
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