En pie de lucha

El hijo de la corrupción

Tras un arranque exitoso, dos hechos fundamentales marcaron el declive de la presidencia de Enrique Peña Nieto: la llamada Casa Blanca y el secuestro y posterior asesinato de 43 estudiantes de la normal rural de Ayotzinapa.

De esos dos golpes, aunados con la rampante corrupción de varios integrantes de su gobierno, Peña Nieto no se pudo reponer jamás, e incluso el tema fue parte fundamental para que la gente apoyara a Andrés Manuel López Obrador en sus intenciones presidenciales.

Los mexicanos castigaron duramente la corrupción del último régimen priísta, y creyeron en la cruzada que López Obrador prometió para instaurar una administración basada en la honestidad valiente.

Y precisamente esa cruzada contra la corrupción es lo que tiene al tabasqueño contra la pared, pues si había resistido las transas que buena parte de su gabinete ha cometido para enriquecerse a costa del erario, el último misil le pegó en su línea de flotación.

La publicación de la vida de millonario que su hijo mayor, José Ramón López Beltrán, se da en los Estados Unidos, asistiendo a juegos de béisbol, futbol americano, conciertos y vacaciones en la nieve, entre muchos otros hobbies, ha calado muy duro hasta entre sus seguidores.

Nada de malo tendría que el hijo de un presidente se dé vida de millonario, si cuenta con los medios para ganar dinero lícitamente, por mucho que su padre diga que es de mal gusto vivir con lujos, y que les dinero no garantiza la felicidad.

Todo quedaría en un desencuentro entre padre e hijo, y ahí acabaría el asunto.

Pero da la casualidad que la esposa de José Ramón es cabildera en la bolsa de valores norteamericana, donde cotizan las acciones de Pemex, y que un contratista muy importante de la paraestatal mexicana, es el dueño de la propiedad que rentó el matrimonio.

Ante la gravedad del caso, que echa por tierra su discurso de honestidad y austeridad republicana, López Obrador se ha dedicado a atacar al periodista Carlos Loret de Mola, quien dio a conocer el asunto, desacreditándolo en su persona.

Del periodista, Andrés Manuel dice que es un conservador, corrupto y aficionado a armar montajes escénicos para dar a conocer noticias falsas. Aunque eso fuera cierto, la realidad es que ni el presidente, el hijo o la nuera han desmentido la nota.

Se dedican a denostar a Loret de Mola, pero en ningún momento han dicho que la noticia que presentó es falsa. Y no lo han dicho, porque el reportaje es muy cierto, al grado que un ejecutivo de la empresa contratista con Pemex, lo ha reconocido.

En 2014 Carmen Aristegui dio a conocer al existencia de una residencia en Las Lomas, propiedad de Angélica Rivera, en ese tiempo esposa de Peña Nieto, por una valor de más de 70 millones de pesos.

A pesar de que la actriz demostró toda una vida de trabajo, y Televisa confirmó haberle pagado millones de pesos, López Obrador y sus seguidores calificaron como un signo de gran corrupción la existencia de la llamada Casa Blanca.

El motivo: que ese inmueble le había pertenecido al dueño de Grupo Higa, uno de los constructores consentidos del régimen, quien aparecía como vendedor, por lo que se alegó que se trataba de un vil acto de corrupción del presidente.

Ahora se presenta un caso similar: que el hijo de López Obrador habitó una lujosísisma residencia, valuada en un millón de dólares, propiedad de un alto ejecutivo que tienen contratos millonarios con Pemex.

La gran diferencia es que, mientras La Gaviota pudo demostrar que gracias a su trabajo hizo un buen capital, el hijo de Andrés Manuel no trabaja ni estudia. De hecho nunca ha trabajado, excepto la vez que Miguel Ángel Mancera, siendo procurador del DF, lo tuvo de aviador un rato.

A pesar de que es un bueno para nada, y que su casero es ejecutivo de una de las firmas que trabajan para Pemex, el presidente y la 4-T en su conjunto no ven nada de malo en que el junior viva como príncipe en Texas, aunque no pueda demostrar ingresos.

De hecho su propio padre dijo que José Ramón tiene ya 40 años y está casado, por lo que no se puede meter en sus asuntos. También dijo que ninguno de sus hijos tiene injerencia en los asuntos del gobierno, cosa que por supuesto nadie cree.

Este escándalo es equiparable al de Peña Nieto y la Casa Blanca, desde luego, pero con agravantes mayores.

Y no hay que perder de vista la denuncia penal en contra de Julio Scherer, ex consejero jurídico de López Obrador, quien ha sido acusado de tráfico de influencias, extorsión y lavado de dinero, y al parecer las pruebas son muy sólidas.

Scherer ha sido uno de los hombres más cercamos a Andrés Manuel y muchos lo consideran su operador financiero. Es como su René Bejarano de la actualidad, con la misma actividad de hacer dinero sucio desde el gobierno.

Este abogado tiene fama de ser un voraz devorador de negocios, y que siempre ha sido “bisnero”. El asunto lo trae la FGR y, aunque desde Palacio Nacional lo quieren frenar, el fiscal Alejandro Gertz Manero lo quiere reventar.

Como cereza del pastel, está la reactivación del conflicto de la normal de Ayotzinapa, cuyos estudiantes están fuera de control y pueden hacer estallar la violencia como en 2014.

La corrupción y la violencia, que acabaron con Peña, pueden ser la criptonita que fulmine a López Obrador.

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