Opinión

Memoria fresca

Nunca olvides que el periodismo, Chaval, es un arma para combatir las injusticias.

Esa frase fue el resumen de una larga y prolongada conversación sostenida con un legendario Ángel Trinidad Ferreira.

El Flaco había adoptado  una postura solemne. Casi paternal.

Eran los tiempos de la campaña de Miguel de la Madrid.

Afectuoso y sonriente, mostraba un rostro afable para ilustrar una profesión que era su pasión.

Periodista de larguísima trayectoria, hombre que acarició y disfrutó un inmenso poder como columnista político.

Firmante de la columna política más influyente que publicaba la columna Frentes Políticos del poderoso Excélsior en la última década de los años 60 y primera de los 70.

Imposible olvidar el desfile de encumbrados políticos que esperaban que Ángel T. les dedicara unos minutos para escucharlos.

Ver su nombre plasmado en el espacio de comentarios que hacía el asediado redactor, era un logro para presumirse.

Pero ese apasionado pelotari que prefirió aporrear teclas, tenía otra faceta que muchos padecimos al compartir: el dominó.

Ahí, en la mesa donde azotaba las fichas para presumir sabiduría que exageraba en ese juego, era otro.

La cordialidad y buenos modales eran atropellados por la pasión que le hacían soñarse como el mejor de todos.

Aunque no lo reconociera nunca, tenía temor a la derrota.

Perder una partida, no estaba en su bitácora de jugador.

Quienes gozamos de su amistad, también sufrimos la furia que le despertaba pensar un revés.

Como aquella tarde en que iracundo, furioso, con el rostro desencajado reclamo a gritos: ¿Por qué no mandas 6-3?

Sin conservar la pasividad o la serenidad, la respuesta fue: Porque no la traigo, cabrón.

Ahí todo cambió y ambos recobramos la serenidad.

Tiene que describirse esa personalidad arrolladora en el juego de mesa, porque era una enorme esencia en Trinidad Ferreira.

Situación contrastante con el amigable y cariñoso periodista que una mañana frente a unas tazas de café, deslizó:

No aflojes el paso, Chaval, el periodismo no es de dudas sino de entrega y dedicación.

Frecuente era que en tiempos de Frentes Políticos y La Rueda del Poder, por la vía telefónica y en persona, secretarios de Estrado, políticos prominentes y aspirantes a convertirse en figuras, lo buscaran para congraciarse.

Aparecer en los espacios que El Flaco escribía, era un triunfo.

Ángel Trinidad Ferreira se fue hace unos días. A los 90 años.

Pero no hay forma de olvidarlo. Sin duda fue un periodista de época y de enorme trascendencia.

La última comida en que pudimos compartir (Juan José García de Haro, Héctor Moctezuma y Emilio, su hijo, presentes) fue maravillosa.

Emilio, el querido y estimado Negrito, se dio a la tarea de exprimir al veterano aporrea teclas para recopilar anécdotas y experiencias que hicieron posible a Charlando con mi padre.

Un testimonio de 67 años de un trabajo brillante. Un libro que plasma al profesional Ángel Trinidad Ferreira.

Fácil decirlo, pero sin duda difícil de lograrlo, El Flaco me cubrió de afecto y de respeto.

Mucha la distancia que separaba el recorrido por las redacciones, pero su calidez fue derramada para aconsejar:

Tienes que esforzarte para que tus lectores reciban la mejor información, son ellos y no los personajes que buscan la lisonja, quienes están pendientes de cómo cumples tu trabajo.

Fuimos compañeros de una profesión que nos permitió compartir innumerables ocasiones.

A pesar del bagaje que llevaba encima, sabía reconocer el esfuerzo de los jóvenes y alentarlos para seguir adelante.

Ángel T. disfrutaba cuando la gente que estaba en su estima conseguía una información diferente y destacada.

Tan grande era, que la envidia no lo consumía cuando sabía que otro periodista había conseguido una noticia importante.

Difícil describir todo lo vivido. Pero me quedo con esas largas charlas de sobremesa que se tuvieron con testigos presentes.

El Flaco fue un vendaval en todo lo que emprendía. Tan apasionado para vivir, como maduro para saber que se acercaba el fin.

          

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