¿Qué no es miserable hablar mal de nuestro propia cónyuge?, o de nuestros padres, o de nuestros mentores; luego entonces, ¿Por qué los gobiernos hablan mal de la burocracia que los sostiene?, ¿Por qué la sociedad habla mal de los trabajadores que le sirven?; ¿Por qué nos acostumbramos a tan ingrata actitud?
Si la burocracia es el más sensible punto de contacto entre el gobierno y la sociedad a la que sirve, ¿A qué se debe que no se le procure con mejor gratitud y gentileza?
Los políticos de temporada arriban a sus nuevos cargos manteniéndose inconexos con la burocracia que les ayuda, lo hacen sin construir una buena comunicación con las bases, por eso las políticas públicas anunciadas desde las cúpulas, suelen ser incongruentes con la realidad y con los modos de operación institucionales distantes de sus mandos.
La burocracia, es la estructura que constituye el auténtico soporte de todo gobierno quién realiza el quehacer institucional, por eso requiere instrucciones claras, precisas y una comprensión de las políticas en turno.
Todos los gobiernos dependen de la burocracia que los sostiene, su imagen depende sustancialmente de este grupo de trabajadores, casi anónimos que forman parte del patrimonio humano de la institución y de la sociedad.
La Burocracia, es un conjunto de personas generalmente incomprendido por la sociedad que soporta un desprestigio en la percepción de la población, que nadie podría negar que es probablemente merecido por casos lamentables y hasta ciertamente recurrentes, los ejemplos sobran, pero definitivamente, no son así todos sus miembros; es un gremio injustamente tratado; como en todo grupo social o familiar, hay miembros buenos y malos y por éstos últimos se generan estereotipos que afectan a la mayoría y ese es el caso.
Entonces, insisto ¿Por qué no expulsan a los malos elementos y se avocan a restituirles el prestigio y remuneración digna que debieran tener?, se debe por supuesto a la ignorancia, al desdén, a la distracción en otros temas de cada gobierno y eso es una gran injusticia que ya debe corregirse.
Ser burócrata implica integrar la organización del Estado, prestar un servicio inmerso en las renovadas tendencias políticas, conformar equipos de trabajo estructurados según la personalidad y línea de cada dirigente que se consolida con empatías, filias y fobias subjetivas.
En la burocracia, se generan redes de conectividad, todos detentan un poco de poder, y eso le aporta a cada miembro responsabilidad y una autoestima especial que suma a su satisfacción personal, a su sentido de pertenencia e incrementa su sentido del deber y actitud de servicio a la sociedad.
Este elemento anímico, es probablemente el más relevante porque se inserta en la identidad personal de cada trabajador y eso en el fondo es lo que hace valiosa la burocracia por su mística de servicio.
Es así, como encontramos maestros ejemplares, abnegadas enfermeras o trabajadoras sociales, juzgadores ameritados, recolectores de basura, médicos y oficinistas serviciales comprometidos con los valores de ayudar, estas habilidades merecen un respeto y un agradecimiento social.
Ese gremio es la memoria histórica de cada institución, son los trabajadores quienes conocen el ¡Cómo si funciona¡ saben cómo activar el sistema operativo de la dependencia, conocen secretos y las redes de comunicación eficaces para activar los resortes que hacen que pasen las cosas, pero también poseen el gatillo que dispara la catástrofe institucional cuando no es procurada con respeto.
En tales condiciones, no se justifica que los servidores públicos continúen siendo lastimados con la desacreditación sistematizada de críticos acérrimos que emiten calificativos injustos y les hacen mala fama, es injusto el trato que reciben del gobierno con bajos salarios, con trucos gubernamentales y de juzgadores que minimizan sus pensiones.
Ya es hora de hacer lo correcto, de purgar a sus malos elementos, de re valorar la burocracia, de destacar sus méritos, y de vindicarla.
Ya es hora que los gobiernos vean hacia dentro, que los sindicatos burocráticos exijan más decididamente las mejorías reales, que la propia sociedad exija la vindicación de su burocracia, que todos restituyamos su merecido prestigio y valor; ya debe saberse que hay seres humanos muy valiosos e importantes que ahí han estado durante el paso de jefes buenos, corruptos e improvisados y que, no obstante, continúan fieles a su vocación de servicio.
Ya es hora de que se perfeccionen leyes como la burocrática; la vigente se publicó el día de los inocentes del año 1963; ya es hora de que la Ley del Servicio Profesional de Carrera deje de ser una broma de mal gusto propiciando concursos de asensos con previo destinatario sin mecanismos confiables para cuestionar las decisiones.
Sirvan estas líneas para convocar a la sociedad, sindicatos y mandos a que restituyamos el prestigio de los burócratas; ¡Ya es hora!.
Si humanizamos la administración de personal, mejoramos el trato a los servidores y construiremos un gremio mucho más digno, eficiente y servicial; nos conviene a todos
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