Todo un show armó el gobierno sobre la tragedia de la Línea 12 del Metro, que enlutó a 26 hogares capitalinos y afectó a otros ochenta, para exonerar a Morena de cualquier responsabilidad.
Tanto esperar el dictamen de la Fiscalía General de Justicia de la Ciudad de México, para que saliera con los mismos datos que peritos noruegos, contratado por la Jefatura de Gobierno, habían adelantado hace varias semanas: la obra estuvo mal hecha y peor supervisada.
¿Qué quiere decir eso?, pues que además de estar mal diseñada, fue pésimamente ejecutada por las empresas internacionales y los especialistas del IPN, la UNAM y todos los que participaron en su creación.
El informe de los noruegos señala tajantemente que en su construcción fueron utilizados materiales de mala calidad y se soldaron erróneamente los pernos que unen a las trabes, lo que provocó su caída.
Y aquí es donde conviene analizar lo que tanto los peritos internacionales como los de la fiscal Ernestina Godoy dicen, pues coinciden en que las fallas fueron de origen, lo que dejaría la responsabilidad en la administración de Marcelo Ebrard, que fue quien la hizo.
Luego de conocer el dictamen, que a todas lucen apuntaba a él, el hoy canciller aprovechó la conferencia mañanera del presidente para declarar que él actuó con profesionalismo, y que desde su posición no estaba en condiciones de ir a revisar si los pernos fueron bien soldados.
Visto de esa manera, Ebrard tiene toda la razón, pues ni es especialista ni ese es su trabajo, pero la cosa no es tan sencilla, pues era la máxima autoridad de la ciudad y tiene, al menos, la responsabilidad política por lo que pasó.
No es ningún secreto que el entonces gobernante metió la mano en varias etapas del proyecto y, aunque no es especialista, tomó decisiones técnicas, basadas en los tiempos político-electorales que se avecinaban.
Para empezar, Marcelo puso un plazo fatal a los encargados del llamado Proyecto Metro, organismo creado para tal fin y que encabezó en arquitecto Enrique Horcasitas, para concluir la conclusión de los trabajos.
La llamada Línea Dorada tendría que ser inaugurada antes de que él se fuera del cargo, lo cual ocurriría a más tardar el 5 de diciembre de 2012, o antes, en caso de que fuera nombrado candidato presidencial del PRD.
Partiendo de que se trata de una obra muy compleja técnicamente, se presentaron otros problemas, como la expropiación de terrenos en Tláhuac, necesarios para que ahí se construyera una de las terminales.
Aunque la mayoría de los dueños de los predios por donde pasaría la Línea 12 aceptaron vender al Gobierno del DF, hubo otros que se negaron e iniciaron un proceso legal para defenderse de las intenciones expropiatorias de la autoridad.
El equipo legal de GDF aseguró a Ebrard que los casos se ganarían en los tribunales, pero que llevaría un poco de tiempo, lo cual no fue aceptado por el gobernante, quien presionó para llegar un acuerdo con los dueños, incluso ofreciéndoles más dinero.
Como el asunto se politizó y no avanzaba, ordenó la modificación del proyecto original, lo cual obligó a cambiar la ruta precisamente cerca de la zona siniestrada, y se negó a que fuera totalmente subterránea, como se lo sugirieron los especialistas que hoy critica.
LA RAZÓN ERA QUE COSTARÍA MÁS, Y TARDARÍA OTRO POCO
No le importaron las razones técnicas, sobre todo la curva que está antes de llegar a la terminal, ni la inestabilidad del suelo en la zona. Ordenó que se hiciera y así se hizo.
Tampoco quiso atender la recomendación del entonces director del Metro, Francisco Bojórquez (ingeniero del IPN, por cierto), quien le sugirió no aceptar los trenes de rodada férrea e irse “por la segura” con los de rodada de hule.
Nada de eso atendió Marcelo y la Línea se hizo según sus necesidades políticas, tanto en características como en tiempo.
Y ahora que el dictamen señala que la obra estuvo mal realizada y pésimamente ejecutada, por lo que las fallas en las estructuras siniestradas son de origen, sale a decir que él solamente era jefe de Gobierno y que para la toma de decisiones había un panel de expertos.
No se atrevió a reconocer lo que todo mundo dice, incluyendo a muchos de sus ex colaboradores, que el principal responsable de lo que pasó es él.
El informe de la fiscal Ernestina Godoy, a quien el mismo presidente calificó como empleada de Sheinbaum, echando por tierra eso de que es autónoma, provocó otro enfrentamiento político entre su jefa y el canciller.
Pero si bien todo acabará en que fueron los malditos pernos, y en una de esas meten a la cárcel a quienes los soldaron, o a quienes fueron a la ferretería a comprarlos, hay un tema que aún no está nada claro: en el informe, los noruegos señalan también que faltó mantenimiento a esa línea.
La idea era culpar a Miguel Ángel Mancera de no haber hecho la tarea, pero implicaba también investigar los primeros tres años del actual gobierno y llevar al paredón a Florencia Serranía, ex directora del Metro, y mejor se decidió ocultar esa parte.
Se llegó a la conclusión de que fueron los malditos pernos y todos felices… menos las familias y los usuarios afectados