¿Trabajamos para vivir ó vivimos para trabajar? “Pregunta existencial que nos hemos planteado todos”.
Si fuera solo yo para pagar básicos, todos criaríamos gallinas, puercos y sembraríamos maíz o chile en nuestras chozas, así ya no necesitaríamos pagar.
La realidad nos, obliga a un examen autocrítico y a visualizar otros umbrales que debemos replantearnos. Cuando nuestros ancestros vivían en las arboledas, eran pocos, la vida era palaciega y sólo había que preocuparse por sobrevivir, todo se resolvía con el quehacer de la mandada.
Pero el homo sapiens, optó por la vida civilizada y eso exige costos que superan con mucho la compra
de alimentos, vestir y guarecernos; asegurados esos requerimientos básicos, impone coexistir con los demás y evolucionar.
¿Qué significa?
El trabajo, es la vía para confirmar lo que auténticamente somos más allá de los referentes animales de nuestra especie.
En el trabajo y ¡Sólo en este!, nos relacionamos, producimos, nos incorporarnos a la vida social como agentes útiles, logramos liderazgos, satisfacciones de competitividad, alcanzamos una mejor autonomía, prestigio, respetabilidad, reconocimiento, aceptación, sentido de pertenencia a algún grupo, enaltecemos nuestro ego, encontramos motivación y razones para superarnos, nos aporta ilusiones, nos hace vibrar con recurrentes sensaciones de triunfo; todo ello al mismo tiempo, todo ese compendio de valores concomitantes, nos abre la posibilidad de hacernos mejores seres humanos y nos permite alcanzar plataformas de desarrollo personal, viabilidad y estabilidad en muchos ámbitos.
El trabajo nos incorpora a círculos de transculturización de enriquecimiento social, de convivencia en los que podemos conectar con quién emparentar, con quien fundar una familia, reproducirnos y con quién competir por una vida mejor y construir amistades solidarias y longevas que trasciendan las temporadas de trabajo y enriquezcan nuestra vida en otros espacios.
La socialización familiar o vecinal, tiene también sus ventajas, por supuesto y es indispensable, pero la laboral tiene riquezas que por su entidad, son magníficas y necesarias para el desarrollo y la realización personal de cada uno.
Si bien nuestra permanencia en la vida laboral siempre está amenazada por la aparición de sujetos mejores que nosotros que compiten por probar que
lo son y sabemos que finalmente lo lograrán, también nos impone retos, metas y complejidades que debemos superar y que ponen a prueba nuestro carácter y entereza para demostrar ¿De qué estamos hechos? y nuestras capacidades para superarnos a nosotros mismos.
Probablemente hemos pasado mucho de nuestras vidas soslayando la importancia de lo que nos aporta
el trabajo no obstante que le invertimos gran parte de nuestras vidas que superan ampliamente las ocho hora diarias de jornada que dicen las normas, en esta idea, debemos contar el tiempo que dedicamos a la escuela cuando nuestros padres nos enviaban a prepararnos para ser buenos empleados y el de los traslados diarios más el que en casa ocupamos en pensar y compartir temas laborales o preparar la jornada del día siguiente.
Es tan trascendente la vida laboral en nuestras vidas que cuando nos jubilamos la extrañamos, cuando cambiamos de trabajo lo resentimos emocionalmente, cuando nos autodescribimos, necesariamente nos vinculamos a lo que hacemos trabajando.
El trabajo, es sagrado decían nuestros padres y abuelos que también nos enseñaban respeta y cuida tu trabajo, obedece y tenían razón.
Los marxistas nos enseñan que es la explotación del hombre por el hombre bajo criterios de riqueza y explotación injusta de unos en perjuicio de otros, y también tienen de razón, sin duda, también eso es el trabajo.
Los dueños de las empresas o líderes motivacionales, se esmeran en convencernos de ponernos la camiseta, de sentir la institución pública o privada como nuestra, como parte de nosotros mismos y también tienen razón, en el fondo y sin importar si es cierto o no, por nuestro bien, es mejor sentirlo así.
Cuando ponderamos hacer o dejar de hacer algo que perjudica nuestro trabajo, discutimos con nosotros mismos dilucidando si ¿Es compatible con nuestras responsabilidades laborales o no? y generalmente privilegiamos el respeto a nuestros quehaceres y al orientar nuestra vida bajo estas reglas, también tenemos razón.
El trabajo, es tan gratificante que nos permite convencernos de que es parte de nuestra vida y nos conduce a umbrales de escaparnos de nuestras otras realidades, pone a prueba nuestros valores y lealtades con la familia, nuestra salud y nuestra razón de ser, y cuando privilegiamos el trabajo en estas encrucijadas que nos colapsan, a veces (y cuando no nos conducen a excesos decadentes), también tenemos razón.
El trabajo es pues, una gran oportunidad de vivir una vida plena, que nos autodefine, aporta y enriquece, nos desarrolla y permite el desarrollo de nuestros seres queridos, nos pone a prueba diario y forma parte de nuestra razón de vivir.
Siendo tan importante, ¿Qué no vale la pena buscar un buen trabajo?, ¿Qué no vale la pena mejorar las condiciones del que tenemos aportándole alegría, gracia y humanismo?.
Desde luego que sí y si forma parte de nuestra vitalidad ¿Qué no es mejor entenderlo como una espléndida oportunidad y no como una pesada carga?.
Es tan valioso producir y ocuparnos en un trabajo útil que vale mucho la pena pensar en el plan B, en el trabajo del futuro ¿Qué haremos cuando nos jubilemos?, ¿Qué cuando enfermemos?, ¿Qué cuando nos avejentemos?.
Amigos, chambear es la mejor opción de por vida, ser útil y productivo, siempre nos ofrecerá regalías.
Probablemente la más preciada es………..”El elixir de la eterna juventud”.
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