Opinión

Lecciones laborales y para la vida que aprendimos con la pandemia

“Memoria selectiva para recordar lo bueno, prudencia lógica para no arruinar el presente y optimismo desafiante para encarar el futuro”

Isabel Allende

La vida fluía normal hasta que nos llegó la pandemia que irrumpió sin piedad nuestras vidas, no se ha ido, seguirá aquí para siempre, pero, es hora de decidir si me mantiene de rodillas o venciéndola.

Veo con melancolía y compasión, cómo se enfriaron amores clandestinos en los centros de trabajo, cómo se marchitaron esos rostros que antes a diario se arreglaban para ir a trabajar o cómo se descuidaron esos varones que antaño lucían trajes o ropas muy bien planchadas, ¡Que desperdicio!, creo que ha sido una lástima porque fomentaba alegrías y amistades, pero entiendo también que ahora debemos encontrar la manera de romper el cisma, superarlo y socializar con calidad humana a como dé lugar.

El trabajo en oficinas cambió por un tiempo y difícilmente volverá a ser lo que conocimos; el compañerismo remoto no fluirá igual que cuando era cara a cara y recreativo, con la distancia, se fracturó la mejora continua nacida del intercambio cotidiano de experiencias laborales que jamás podrá superar una aburrida reunión de zoom.

Es hora de decidir si permanecemos en el profundo dolor de perder seres queridos, oportunidades, relaciones personales, afectos, la economía, la salud misma o si nos damos la oportunidad de aprender y retomar la vida con el aprendizaje de enseñanzas útiles.

En esta encrucijada nos va la supervivencia en condiciones de salud y dignidad.

Elijo aprender, ya lloré mis pérdidas, ya lamenté mis quebrantos anímicos y financieros, ya transité por mis tribulaciones y creo que es hora de decir ¡Basta ya!

Hoy, tenemos suficiente cultura de la prevención y si falla, también hay cura de 100% de efectividad contra el virus si nos atendemos de inmediato, ya es hora de replantearnos, de salir y vivir.

Aprendí que hasta ahora, ninguna calamidad alcanza para vencer mi espíritu, nada será tan poderosamente destructivo como para cambiar mi decisión de ser feliz; con pandemia o sin ella, ya decidí mantenerme bien cueste lo que cueste y esos costos no se pagan con dinero, sino con disciplina y actitud.

¡Ya basta!, esperaré la enfermedad para vencerla y mañana la ancianidad, estoy decidido a afrontarlas por ser irremediables, pero por ahora, no sufriré más angustias que no me tocan aún.

Aprendí que la formalidad del trabajo es un mito, casi todo México se encerró en su casa y no se cayó el mundo, pararon la administración pública y la impartición de justicia, comederos públicos, bares, plazas, escuelas, muchos continuaron muriéndose y nosotros sobrevivimos, el mundo sigue rondando y el sol saliendo.

Esto me obliga a entender que las penalidades de la vida y las formalidades del trabajo en realidad son inocuas, transitorias y flexibles, por ello, sus correlativas ansiedades deben ser menos lastimosas, ya lo entendí, luego entonces, renuncio a la angustia, a la desesperanza y a la ansiedad, ultimadamente, no sirven pa´nada.

Ya aprendí a ser empático con los nuevos modos laborales que exigen apostarse frente a frígidas pantallas con autoridades, clientes, usuarios y con mis compañeros de oficios y juergas a quiénes ya veo muy poco.

Esa mentirosa pantalla, me dice que tengo conecto con miles de sujetos a quienes no conozco, nos reenviamos memes o tic toc´s, veo y escucho lo que otros hacen y algunos me leen en grupos de Whats y ni me conocen ni sé quiénes son, ni saben quién soy, ¡Caray!, a veces me confunde no saber que fue del modelo de vida que aprendí y que me encantaba.

Pero no es pa´tanto, sigo aquí, con mi misma vida, con mis mismos cuates a quienes sí veo, con mi misma familia, en realidad, viéndolo, bien mirado, casi no cambió nada; quizá, sólo la percepción que tenía de las cosas.

Prefiero no creerle a esa mentirosa portátil y en cambio sacar lo mejor que me pueda ofrecer, tomar sus aportaciones con buen humor; sólo eso, hasta ahí, de paso, aprendí que impostergablemente debo modernizarme para aprender tecnología o me volveré anacrónico, más de lo que seguramente ya soy.

Pero con todo y esa progresiva adicción a las pantallas, no renunciaré a vincularme personalmente con mis afectos, con amigos o compañeros de trabajo, ahora, cada que los vea, haré todo para disfrutarlos al máximo, para percibir en sus rostros emociones, para comunicarme y para reciclarme como ser humano vivo y social.

¿Qué sigue?, partiendo de que no me resignaré al ostracismo ni en la chamba ni en la vida social, o me reinvento o me volveré cadáver laboral; lo dicho, prefiero reinventarme.

Buscaré otras modalidades de actividad, no me resignaré a ser un saldo laboral remitido a una pantalla, eso me permitirá diversificarme y salir al sol a cambiar de aires de cuando en cuando.

Encontraré opciones de más calidad para socializar con quien pueda construir vínculos humanos, le apostaré a la creatividad, investigaré y exploraré opciones.

Y para la vida, vivirla como loco enamorado, desenfadadamente, como muchacho libre, aspirando a disfrutarla cada día, renovando, conociendo seres humanos empáticos.

Ni la pandemia, ni nada, vencerá mi espíritu, ser feliz es una decisión vital, ¡Ya basta!

carblanc@yahoo.com

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