Luego del traspié de Morena en las pasadas elecciones, el Gobierno de la Ciudad de México decidió “morenizar” su imagen institucional, al cambiar los colores oficiales de su administración, por un guinda idéntico al usado por el partido oficial.
Como parte de lo que Claudia Sheinbaum definió como su nuevo Manual de Identidad Institucional, publicado el pa- sado 11 de agosto en la Gaceta Oficial de la Ciudad de México, la papelería y toda difusión de asuntos oficiales dejó de ser verde perico, como era usual.
La idea de mudar a los colores de Morena es para que todas las acciones de gobierno, en especial la entrega de becas y de programa sociales, estén identificadas con la llamada Cuarta Transformación.
Aunque la decisión fue anunciada por Sheinbaum, es claro que la orden vino directamente de Palacio Nacional, donde decidieron tomar el control de todo lo que sea el aprovechamiento político de la entrega de recursos públicos a la gente.
Cuando arrancó la actual administración capitalina, la jefa de Gobierno promovió un concurso para que la ciudadanía ayudara a diseñar la nueva imagen gubernamental, y desparecer con ello el color rosa mexicano que caracterizaba a su antecesor, Miguel Ángel Mancera.
La idea era borrar de un plumazo todo lo que oliera al último gobierno emanado del PRD, pues Claudia quería diferenciarse desde el principio de cualquier cosa que la gente pudiera relacionar con la corrupción.
El resultado del concurso fue el premio a un espantoso diseño parecido a un neutrón verde sobre un fondo blanco, que según el autor representaba la evolución de las culturas en la gran capital, y se recuperaba con ello la esencia azteca.
Se tuvo que dar una explicación porque nadie entendía que significaba esa cosa rara, como clips mal acomodados, que sería -según se dijo- la imagen institucional de los seis años del primer gobierno de Morena en la capital.
Como los ciudadanos aún disfrutaban la borrachera democrática de haber echado a los corruptos perredistas de la ciudad, las críticas se apagaron rápidamente y todo mundo se acostumbró al espantoso logotipo, con el que nadie se sintió jamás identificado.
Así pasaron dos años y medio hasta que la oposición le dio una verdadera zarandeada a los morenos, al apalearlos en las elecciones del pasado 6 de junio, quitándoles más de la mitad de las alcaldías de la ciudad y la mayoría en el Congreso capitalino.
Eso encolerizó al inquilino de Palacio Nacional, quien no podía creer que la Ciudad de México, la joya de la corona de todo gobierno, hubiera castigado a la 4-T y todo lo que representaba. Era una afrenta que no estaba dispuesto a pasar.
Fue entonces que decidió tomar en sus manos todo los referente al ámbito político capitalino, y ordenó a sus opera- dores políticos desplazar a los de Sheinbaum, a fin de frenar a la oposición y recuperar en 2024 el bastión izquierdista.
Ante la aplastante derrota, la jefa de Gobierno no contó con la suficiente fuerza para defenderse y tuvo que ceder no sólo el control político a Andrés Manuel López Obrador, sino el manejo de las decisiones más importantes de su gobierno, como la crisis de la Línea 12 del Metro.
Aunque López Obrador culpó de la derrota a Claudia y a los operadores de los programas sociales de la 4-T, estudios de opinión señalan que en realidad los capitalinos votaron más en contra del presidente que de la gobernante.
Y es que desde que inició su gestión, el jefe del Ejecutivo ha tomado decisiones que han lastimado no sólo a empresarios e intelectuales, sino a la clase media en general, que es la que tradicionalmente decide las votaciones.
Con todo y eso, el que manda en Palacio Nacional decidió que la Ciudad de México debería usar los mismos colores y una imagen muy semejante a la del gobierno federal, a fin de pasarle “todas sus simpatías” a Morena y a la propia Sheinbaum.
Nada más riesgoso, pues si en junio pasado el partido fue castigado por los malos gobiernos de los alcaldes morenos y las pésimas decisiones presidenciales, nada garantiza que en 2024 los votantes, sobre todo los clasemedieros, no se las vuelva a cobrar.
Los colores de Morena ya empiezan a ser identificados con corrupción y malos funcionarios, por lo que en una de esas, la imagen del presidente en lugar de ayudar, como fue en 2018, esta vez perjudica.
Pero como nadie se atreve a decirle a López Obrador que el voto capitalino fue un castigo hacia él, y que sus “otros datos” están equivocados, pues el líder de la 4-T sigue creyendo que con su manto puede cubrir todo el daño que su movimiento está haciendo al país.
Seguramente muchos han visto ya por las calles a los trabajadores del gobierno capitalino portando sus nuevos cha- lecos guindas, con la leyenda “Servidores de la Ciudad”. No les pusieron “Servidores de la Nación” para que no dijeran que eran iguales.
Son como una un gota de agua natural con una de agua mineral, pues casi nadie puede distinguir la diferencia entre uno y otro, pero los dos representan lo mismo: corrupción de un gobierno que se dice defensor de los pobres, y que con sus acciones son a los primeros que afectan.
Con todo y ello, Claudia tuvo que apechugar y aceptó la orden de “morenizar” la imagen institucional del Gobierno de la Ciudad de México.
Ni hablar, donde manda capitán no gobierno marinero… aunque el barco se hunda.