El Día Mundial de la Población se celebró por primera vez el 11 de julio de 1990 en más de 90 países. La población como objeto de estudio y preocupación tiene una larga historia. En la antigua Grecia, la Ciudad de Atenas, la vida política de los griegos y podría decirse de la antigüedad clásica estuvo enteramente condicionada por la existencia de la Ciudad, la polis, que desempeñaba en el universo político de los griegos la misma función que nuestros Estados modernos, pero difiriendo profundamente de ellos.
Todas sus especulaciones la implican; no hay para los griegos otra civilización que la de la Ciudad, y la Ciudad es un don de los dioses, como lo es el trigo: ella basta para distinguir a los helenos civilizados de los bárbaros incultos que viven en tribus. La ciudad es una unidad política, no reducible a una aglomeración urbana; es la organización política y social unitaria de un territorio limitado que puede comprender una o varias ciudades, así como la extensión de campo que de ellas depende.
Los filósofos incluían entre sus planteamientos algunos relacionados con el tamaño óptimo que deberían tener sus ciudades estado para permitir el florecimiento de la economía y un grado adecuado de participación política. Tales apreciaciones no obstante, no tuvieron continuidad histórica. Excepto por un breve paréntesis representado por algunos de los grandes pensadores utopistas de la Edad Media y del Renacimiento, hubo que esperar más de veinte siglos para que algunos aspectos demográficos como el crecimiento de la población, volvieran a ser abordados sistemáticamente.
En el libro La Riqueza de las Naciones de Adam Smith: podemos encontrar algunos planteamientos que constituyeron los pensamientos teóricos de Robert Malthus, de David Ricardo y de Karl Marx sobre la materia. La denominada Revolución Industrial en el contexto de una Inglaterra de la segunda mitad del siglo XVIII y la primera del siglo XIX, dieron cabida a las ideas de Smith. A partir de sus observaciones y en forma persistente aun en el momento actual, las discusiones relativas al pensamiento sobre población, están enmarcadas en la relación que guardan entre sí la población y los recursos.
La tesis de Robert Malthus, a cuya explicación y defensa dedicó su conocidísimo Ensayo sobre el Principio de la Población, está basada en una premisa que supone la persistencia histórica de una diferencia entre crecimiento geométrico de la población y el crecimiento aritmético, o no acumulativo, de los medios requeridos para mantenerla. Ello dio lugar a su afirmación en el sentido de que el crecimiento incontrolado de la población, trae aparejado su empobrecimiento. Malthus consideraba indeseable dicho crecimiento y apostaba por lo que denominaba “frenos positivos”, las epidemias, las guerras y la miseria que traerían consigo un control natural del crecimiento demográfico.
En el año primero de la era cristiana, la población mundial era solo de 200 millones de personas. Para que la población mundial llegara a 1000 millones de personas en 1804, tomó la mayor parte de la historia humana, hasta principios del siglo XIX. Llegar a los 2000 millones fue alrededor de 1935, sólo un siglo y un cuarto más tarde, pero solo en 25 años, llegó a los 3000 millones en 1960, una población mundial que crecía un 2.2% anual, la tasa más alta de la historia y suficiente para hacer que la población mundial se duplicara cada 32 años. (Entre 1930 y 2011, nacieron 5.000 millones de seres humanos).
Con Danica Camacho, la niña filipina; el planeta cruzó el umbral del crecimiento demográfico más vertiginoso de la historia y la población mundial alcanzó los 7.000 millones de habitantes una niña que nació dos minutos antes de la medianoche en Filipinas el 30 de octubre de 2011.
México ha sido y es un país de desigualdades. A partir de 1950, los economistas han dedicado tiempo y esfuerzos considerables en la medición de la desigualdad y en el diseño de políticas tendientes a disminuirla. El propósito de esos estudios ha sido analizar la evolución de la desigualdad desde el año 1850 mediante el uso de medidas antropométricas como indicador de los niveles de vida y de desigualdad.
Los resultados muestran que, en México, han existido diferentes trayectorias en el desarrollo de los niveles de vida biológicos de la población, que reflejan la evolución de la desigualdad. Los datos referentes a esos cien años han permitido identificar las tendencias y niveles de vida en diversos grupos sociales: Las clases medias altas, las clases medias emergentes, y las clases trabajadoras insertadas en la economía formal, y el resto de las clases populares. Pese a la inestabilidad política, el estancamiento económico y el grado de deterioro de las finanzas públicas imperantes durante gran parte de la segunda mitad del siglo XIX, la población de mejor posición económica experimentó una mejora en su nivel de vida hasta las primeras décadas del siglo XX.
La estatura de las clases trabajadoras decreció, si bien es cierto que ya era menor que la de la élite, durante ese periodo, la segunda mitad del siglo XIX, la gran mayoría de la población de menores ingresos sufrió un gradual deterioro en sus niveles de vida biológicos. Durante gran parte del periodo 1850 —1950, los niveles de vida de la mayoría de las clases populares no se correlacionan con la evolución del producto interno bruto (PIB) per cápita. Tampoco coinciden con la evolución de los niveles de vida de las clases media y media alta.
Los métodos antropométricos, que se basan en estatura y masa corporal, constituye un modo de observar la evolución de los niveles de vida y de la distribución del ingreso. La estatura se puede emplear como indicador sustituto del bienestar, porque la talla definitiva del adulto es resultado de la interacción de diversas variables todas relacionadas con la nutrición, educación, salud y el ingreso sobre los niveles de vida. Es lógico pensar que si las personas durante su niñez cuentan con una buena nutrición, vivienda digna, buen nivel de educación formal, tienen mayores probabilidades de lograr una mayor estatura que quienes crecen en condiciones de marginación y pobreza, a pesar de su carga genética. Por lo tanto, en una sociedad determinada, la población proveniente de estratos de ingresos más elevados tiende a tener una mayor estatura que la población procedente de status de ingresos más bajos. Por su naturaleza multidimensional, y si bien existe una vasta literatura en la materia, no hay ningún modelo de ingresos basado en la estatura que goce de amplia aceptación. Todo ello se reflejaba en la familia trabajadora mexicana.
¿Por qué se debía pensar de manera tan universal que más personas significaban personas más pobres? Puede parecer obvio que si los alimentos del mundo y otros bienes se comparten entre más personas habrá menos para cada quien. Los economistas gustan de llamar a esto la falacia de cantidad: la noción de que existe una “cantidad“ de “cosas“ fijas, de suerte que el empobrecimiento que proviene de añadir números es simplemente una cuestión de aritmética, precisamente como en el caso de una familia pobre que tiene visitantes inesperados para la cena, más bocas que llegan sin nada, una realidad de la pobreza.
Hablar de una explosión demográfica en 1969, no era exagerar, era motivo de preocupación, por esos años cursaba la carrera de medicina en la UNAM, observaba en el contexto internacional una preocupación entre académicos, políticos, organismos internacionales.
Saliendo de mi guardia (pre grado) en el hospital Gabriel Mancera me dirigí a comentar con Don Fidel Velázquez, el caso de una paciente (esposa de un trabajador de la construcción con ocho hijos y salario mínimo) y le hablé con inquietud y preocupación sobre la explosión demográfica, el hambre, la pobreza y la desigualdad en el mundo.
En esos años la población en México era cercana a los 62 millones con una tasa de crecimiento anual del 3.5%, me escuchó y me dijo: ¿que propones? Y de esa pregunta, con la aprobación de Don Fidel y el de varios compañeros médicos (Dr. Elíseo Paredes Díaz connotado neurocirujano, Dr. José Huerta López destacado especialista en dermatología e inmunología, Dr Rafael Gutiérrez Carreño cirujano vascular periférico, quien muy joven hizo el primer trasplante renal en un recién nacido), “a quienes no mencionó mil disculpas”, en la CTM, nacía El Primer Programa Nacional de Planificación Familiar.
La participación de la fuerza laboral femenina comenzó a crecer en la década de 1970 y continuó durante los años 80 y 90. Desde 1970 el porcentaje de participación femenina aumentó de alrededor del 20% en 1960 hasta el 50% en 2000.
En 1970 el Lic. Luis Echeverría candidato a la presidencia dijo en uno de sus discursos ya avanzada la campaña “Poblar es gobernar”, y el programa recién iniciado detuvo su marcha (mi juventud y falta de experiencia, me impidió dar una respuesta a esa declaración o defender el programa dando mis razones con Don Fidel), años después ya siendo presidente el Lic. Echeverría el 27 de marzo de 1974, nombra a la Lic. Luisa María Leal, Secretaria General del Consejo Nacional de Población, cuyo programa coincidía con los planteamientos del Programa Nacional de Planificación Familiar de la CTM que seguía su propio camino: Su fin principal; Proteger la salud de la mujer trabajadora, disminuir la tasa de mortalidad materno infantil, “Durante los 160 años en que la esperanza de vida más alta creció en un año cada cuatrienio, una contribución sustancial provino de salvar la vida de los niños”; el embarazo sería decisión libre e informada de la mujer trabajadora. En Conferencias se dio información médica sobre métodos anticonceptivos a la clase trabajadora en sus sedes sindicales o en sus centros de trabajo.
En la CTM nos pronunciamos contra políticas de Control Natal, que se realizaban en otros países, cuya población tenía que ponerse bajo control. Porque “ayudar“ a los pobres del mundo a controlar sus poblaciones mediante la disminución del número de hijos se convirtió en un asunto —de política exterior de algunos países, de política de coacción de los organismos financieros internacionales para otorgar préstamos y, donaciones por parte de las fundaciones—. No se dio importancia a lo que los pobres del mundo —quienes en realidad estaban teniendo todos estos hijos—pensaban acerca del control natal. Nadie presentó evidencia de que las personas quisieran semejante ayuda o de que tener menos hijos fuese a mejorar sus vidas. Por el contrario, se cometieron abusos.
Eso a nuestro juicio no justificaba la idea de qué otras personas tomarán decisiones a nombre de esos padres; el que las personas tengan demasiados hijos, ha sido por mucho tiempo el fundamento clave en favor del control de la natalidad. Gobiernos extranjeros, instituciones internacionales o las fundaciones, esos organismos tienen sus propios intereses y, a menudo, una comprensión muy limitada de las vidas de las personas a quienes nominalmente están “tratando de ayudar”.
Previo a la primera Conferencia Mundial de Población en la Ciudad de Bucarest, Rumania en 1974, se habían celebrado una conferencia en la Ciudad de Roma en 1954 y posteriormente otra en 1965, en la Ciudad de Belgrado (antigua República de Yugoslavia) orientadas hacia la discusión de problemas relacionados con el conocimiento y comprensión de los fenómenos asociados al cambio demográfico y del cambio mismo. En contraste, la reunión de 1974 se propuso identificar las alternativas y diseñar estrategias que pudieran ser viables para resolver el problema.
Bajo la atinada dirección del Embajador Antonio Carrillo Flores, quien actuó como Secretario General de la Conferencia de Bucarest, se celebraron debates que reflejaron, en general, el hecho de que las cuestiones demográficas no podían, o al menos no deberían, ser discutidas al margen del conjunto total de problemas enfrentados por el mundo, lo que obligaba a contemplarlos dentro de un contexto mucho más amplio.
Entre los asistentes a Bucarest, también había quienes opinaban que los objetivos de desarrollo social y económico, y la necesidad de moderar el crecimiento de la población en el seno de muchas sociedades, eran inseparables. (Y tenían razón, 26 años después surgían los Objetivos del Milenio). En número menor, pero con igual énfasis, algunos otros afirmaban que las raíces del hambre, el desempleo y la pobreza generalizada en muchos países y regiones, no se encontraban en el crecimiento desmedido de su población, sino en la prevalencia de un modelo de desarrollo a la vez injusto e inadecuado (Y tenían razón, la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible con sus 17 Objetivos sigue vigente a pesar de la pandemia).
Hace 37 años 6-14 de agosto 1984. México fue país anfitrión de la Conferencia Internacional de Población. Previo a la celebración de esa histórica conferencia mundial de población, México había dado pasos decididos encaminados a instrumentar una política de población fundamentada en principios y premisas similares a las que se encuentran contenidas en los documentos emanados de la reunión de Bucarest.
La sesión de inauguración de la Conferencia Internacional de Población, fue en el Palacio de las Bellas Artes la mañana del 6 de agosto de 1984, el resto de las sesiones se llevaron a cabo en el salón de conferencias de la Torre de Tlatelolco donde estaba la Secretaria de Relaciones Exteriores, todo un éxito. México una vez más era reconocido como una gran nación en el contexto internacional.
Hoy nuestra política poblacional está definida y consolidada y la tasa de crecimiento poblacional es de 0.9 anual. Buena noticia, eso es un dato importante para el bienestar familiar, como lo será algún día el combate a la pobreza. Porque debido a la pandemia, y pese a las medidas de protección social de emergencia que algunos gobiernos adoptaron para frenarla, la pobreza y la pobreza extrema alcanzarán niveles que no se habían observado en los últimos 20 años, acentuándose las considerables disparidades existentes entre y dentro de los países en desarrollo, emergentes y los países desarrollados, manifestándose una crisis sanitaria, crecimiento en pobreza, desempleo, desigualdad, poca inversión y baja productividad.
Los factores demográficos, tecnológicos y económicos detrás de este proceso se analizan en la literatura, programas y congresos internacionales sobre población. Estos cambios han brindado nuevas oportunidades para que las mujeres sean más independientes económicamente, una gran proporción aún está inactiva y la mayor participación femenina no ha eliminado la segregación en el mercado laboral. Aun así predomina su presencia en la industria maquiladora en general.
Fue importante que la CTM fuera pionera en planificación familiar?…..definitivamente fue así, seguramente se observó, se estudió y al confirmar que teníamos la razón, se incorporó en el plan de gobierno, no hubo gritos, marchas, ni chantajes, simplemente iniciamos un programa que fue importante para la clase trabajadora. Romanticismo….quizá, pero…pusimos nuestro grano de arena.
Actualmente la población mundial alcanza los 7.9 mil millones de habitantes. Si las recientes proyecciones de las Naciones Unidas resultan correctas, la población mundial seguirá creciendo a un ritmo relativamente alto a lo largo de este siglo, y muchos de ustedes seguirán vivos cuando lleguemos a los 10.000 millones de habitantes en 2060.
A principios de la década de 1950 la esperanza de vida en el mundo en su conjunto era de unos 46,6 años. En 1970 México se contemplaba en 61 años y en 2021 es de 75 años y con una población cercana a los 129 millones de habitantes. La política sobre la regulación de la fecundidad y la Seguridad Social han sido factor importante en la disminución de la mortalidad y en la esperanza de vida —todos queremos vivir más—, pero no es la única clase de progreso de la salud. También queremos vivir una vida con bienestar y más saludable, sin enfermedades prevenibles, por lo que no debemos enfocarnos solo en la mortalidad e ignorar la morbilidad.
Si queremos que el mundo escape de las temibles consecuencias del crecimiento de la población global y de los 12,000 millones de personas en el planeta a finales del siglo XXI, debemos crear medios seguros y más eficientes para el cultivo de alimentos, con el consiguiente abastecimiento de semillas, riego, fertilizantes, pesticidas, sistemas de transporte y refrigeración. También se necesitarán métodos anticonceptivos ampliamente disponibles y aceptables, pasos significativos hacia la igualdad política de las mujeres y mejoras en las condiciones de vida de los más pobres. ¿Cómo puede conseguirse todo eso sin ciencia y tecnología?