Con la llegada de la tercera ola de COVID, los trabajadores viven bajo la amenaza de contraer el virus y de perder su empleo. El entorno laboral vuelve a vivir la zozobra de la pandemia.
El incremento de contagios, hospitalizaciones, defunciones y riesgos, se convierten en un peligro latente cuyas repercusiones en la economía personal, familiar y nacional comienzan a padecerse.
El cambio de semáforo epidemiológico está en puerta y obliga a extremar precauciones y adoptar medidas precautorias para evitar suspensión de actividades.
Relajar medidas sanitarias equivale a incrementar las posibilidades de cancelar tareas que estaban cercanas a la normalidad.
Nuevamente los sectores productivos, comerciales, industriales, restaurantero, turísticos y laborales en dependencias oficiales y privadas, sufren la afectación del virus.
Diversas entidades federativas han tenido que dar marcha atrás en el funcionamiento de su operatividad. Los principales centros vacacionales han tenido que suspender actividades.
A nivel nacional la adquisición de bienes y servicios enfrentar el inicio de una parálisis con serios efectos en la economía. Empresas mayoristas y de menudeo, ya sienten las repercusiones.
En el país hay 700 mil tiendas, mientras que en la Ciudad de México en los 1420 tianguis los 80 mil comerciantes ya sienten los efectos en la reducción de las adquisiciones.
En la República Mexicana 23 millones de personas se dedican al comercio informal, lo que representa el 59 por ciento de la población ocupada, y significan un potencial riesgo de sufrir contagios.
En el Estado de México, en los 125 municipios, se ubican 652 mercados mientras que en la capital del país hay 317 mercados públicos con 70 mil comerciantes. Además funcionan 314 tiendas de autoservicio.
La amenaza de contagio para todo el universo laboral, vuelve a convertirse en un peligro.
