“Las leyes demasiado suaves, nunca se obedecen; demasiado severas, nunca se ejecutan.”
BENJAMIN FRANKLIN
La Revolución Mexicana la hicieron obreros y campesinos que, ofrendando su vida, lograron la primera constitución social del mundo que elevó a la más alta tutela los beneficios para los trabajadores.
La proeza, movió al mundo, lo dejó expectante, los grupos reivindicadores de causas colectivas se motivaron, los capitalistas nerviosos, la sempiterna lucha de clases palpitaba en la reforma mexicana; empero, tan como surgió, se impuso la calma, el derecho ya estaba en el papel, había esperanza, sólo faltaba hacerlo realidad.
Impulsado por esa inercia, con el tiempo, México fabricó su legislación del trabajo y dijo que garantizaba aguinaldos, jornadas topadas, salarios mínimos, sindicatos, estabilidad en el empleo, reparto de utilidades, vivienda, prestaciones y seguridad social ¡Que padre!; los empresarios nerviosos, pero en calma, el derecho seguía en el papel, se mantenía la esperanza.
En contrasentido, la patronal tenía otros planes, sus prioridades eran evadir esas cargas, entonces inventaron, el re canijo “outsourcing” que para efectos prácticos se entiende como subcontratación de personal.
El objetivo era sustituir legalmente la responsabilidad de la patronal para que otra empresa, asumiera las cargas laborales, eso les permitiría también evadir impuestos, reparto de utilidades, riesgos por demandas laborales y pérdidas; el asunto era empresarialmente cómodo porque la empresa sustituta podía ser insolvente y efímera y no le pasaba nada ni a los dueños ni a la persona moral que se beneficiaba con la prestación del trabajo; con ese artificio, se hacía lo que la ley permitía pero no lo que tutelaba; los beneficios quedaron en letra muerta.
De esta manera la patronal quedaba a salvo y sólo pagaba servicios mercantiles de proveeduría de capital humano.
El modelo no fue sólo de la iniciativa privada, lo abrazó el gobierno con figuras como la contratación de empresas para servicios de limpia, de construcción, de mantenimiento, de operación de servicios permanentes y concesiones administrativas entre muchas otras.
En derecho establecido en el papel, permaneció como letra muerta; durante años, los gobiernos toleraron esta forma de operar, aun dejando de ingresar montañas de dinero de impuestos y por su parte, los trabajadores a pesar de saber que caminaban a una jubilación miserable guardaron silencio.
Esta situación se prolongó en el tiempo porque patrones y gobiernos, siempre contaron con la discreción de la prensa y de organizaciones sindicales; la simulación, se instaló como una mala costumbre, todos sabíamos de la evasión, de la infracción al espíritu de la ley y no pasaba nada.
Era una penosa relación simulada, en el papel, aparentaba ser muy solidaria pero en la realidad era profundamente inequitativa.
La catástrofe social se agudizó, millones de trabajadores se veían burlados en sus derechos de estabilidad en el empleo y seguridad social, al final de sus vidas laborales se percataban que su patrón era otro, o que sus cuotas eran mínimas, sus jubilaciones se volvieron raquíticas y quedaban condenados a una marginalidad deprimente por la incapacidad de solventar sus carencias.
La demanda social, fue acogida por el Congreso Federal de mayoría popular hasta este 2021 que prohibió el “outsourcing”, lo equiparó a evasión fiscal y delito grave para penalizarlo con cárcel; se hizo evidente que las cúpulas empresariales, habían perdido el control del gobierno.
El Congreso reformó diversas leyes para combatirlo y abatir la evasión de impuestos, restringió la sub contratación de personal sólo para trabajos especializados y en esa misma reforma, impuso la obligación de hacer realidad el reparto de utilidades a los trabajadores que por ese concepto se habían acostumbrado a recibir palmos de narices y cuentas chinas anuales.
Muy bien por el Congreso Federal de compromiso y empatía social, muy mal por los gobiernos que le antecedieron y por quienes toleraron la irregularidad, empero, el derecho nuevamente está en el papel y la esperanza en nuestras expectativas.
Nuestra renuncia a la ingenuidad, nos obliga a suponer que se reanudará el ciclo, la imposición legislativa de esta modalidad, detonará la creatividad de los empresarios para encontrar la manera de beneficiarse con el trabajo de otros, sin asumir sus costos a cabalidad.
Son tiempos difíciles, la crisis política y la lucha de poderes impactan estos temas, la mayoría legislativa de aparente vocación social permite suponer que prevalecerá la reforma y se abatirán los espacios de simulación, ojalá y por el bien de los trabajadores, así sea.
Ya es impostergable aspirar a la justicia social descrita en las leyes, que de ser letra muerta se inserten en nuestros buenos hábitos de convivencia real.
Se hace necesario fomentar la educación para el trabajo, la ética y sensibilidad colectiva que debemos tener todos los involucrados, patrones, sindicatos, trabajadores; sólo así tendremos una mejor sociedad, haciéndolo bien, con sensibilidad y compromiso.
A fin de cuentas, es más agradable servir a una chamba en la que todos ganemos, nos permite quererla, cuidarla, sentirnos orgullosos de ser parte de una institución honorable y humanista.