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Réquiem por El Tigre

Se podría escribir un libro sobre las hazañas de Guillermo “Tigre” Sepúlveda, fallecido el pasado 19 de mayo a los 86 años, miembro del Campeonísimo Guadalajara, con quien ganó 7 títulos de los 12 que el equipo posee, lo cual se escribe rápido, pero tiene su indiscutible mérito. Alineaba con el “Tubo” Gómez, “Jamaicón” Villegas, “Bigotón” Jasso, “Chololo” Díaz, Héctor Hernández, “Mellone” Gutiérrez, Paco Barba, Sabás Ponce y desde luego “Chava” Reyes entre otros grandes y ganaron los campeonatos de Liga 1956-57, 1958-59, 1959-60, 1960-61, 1961-62, 1963-64 y 1964-65. Aquí, algunas pinceladas:

La rivalidad entre Guadalajara y América data de un encuentro sostenido en 1959 donde se desató una bronca y con ella, la pasión. En mayo de 1964 se jugó el partido para dirimir el Campeón de Campeones entre las Chivas, monarca de Liga y el América, dueño de la Copa; el escenario fue el Estadio de la Ciudad Universitaria y en un tiro de esquina a favor de los cremas, el defensa central americanista Alfonso Portugal subió a rematar, él y el “Tigre” se detestaban, pues ambos estaban en la selección, aunque el titular era el tapatío.

Portugal golpeó el rostro de Sepúlveda y corrió, Guillermo lo persiguió, Alfonso cayó y el “Tigre” lo pateó en el suelo, por lo que el árbitro Ramiro García llegó y expulsó al chiva quien le reclamó al silbante que antes, había sido objeto de un golpe y que lo justo es que ambos abandonaran la cancha, pero como el nazareno se negó, Guillermo le dijo que lo sacaran si podían; entró gente de pantalón largo para echarlo del terreno de juego, el público en la tribuna gritaba “¡Chivas! ¡Chivas!”, los fotógrafos adentro también tomaban sus placas y finalmente el técnico del Guadalajara, ingeniero Javier De la Torre, que lucía un sweater, entró por él, le puso su brazo izquierdo sobre el hombro del defensa, lo convenció de salir y cuando ambos abandonaban el campo, unos diez metros antes de la línea de banda, con el rostro sangrante se quitó la camiseta con el 3 en el dorso le levantó y de repente la arrojó al suelo cerca de donde estaban unos americanistas y les gritó: “¡Con esta tienen!”. Con diez hombres, Paco Barba dio un juegazo y luego de burlar a Portugal, tocó suave y raso ante la salida del portero Jorge Iniestra para anotar el primero y luego, entre Portugal y Juan Bosco prensaron a Salvador Reyes dentro del área, quien ejecutó el penal, para el 2-0; atrás, Juan Jasso y el arquero Nacho Calderón destacaron en la defensiva.  Al finalizar, el técnico del América, Alejandro Scopelli, declaró: “El Guadalajara es el equipo que mejor juega al futbol en México” y se fueron a una brillante gira a Europa, la mejor que haya realizado un equipo mexicano al exterior, en todos los tiempos.

El “Tigre” Sepúlveda llegó a declarar que más allá de los clásicos, la pugna entre tapatíos y capitalinos se gestó en la Selección Nacional, pues quienes eran convocados por el técnico Ignacio Trelles se concentraban en el hotel L’Escargot del entonces Distrito Federal y generalmente por obvias razones, los que llegaban primero eran los jugadores del América, Necaxa, Atlante y Universidad, por lo que al arribar los integrantes de las Chivas, Atlas y Oro, los de la capital decían con desprecio: “Ya llegaron los jalisquillos”, por lo que en los entrenamientos se daban con todo.

Hay una anécdota que pinta de cuerpo completo al “Tigre” y su amor a sus Chivas: Su ciclo con el equipo había terminado en 1966 y se fue a los Jabatos de Nuevo León donde estuvo dos años para regresar al Oro de Guadalajara en el que jugó sólo en la temporada 1968-69 y les ayudó a permanecer en la Primera División en angustioso partido paradójicamente frente a sus excompañeros norteños. Entonces, fue a ver a su amigo Felipe Zetter, directivo del Atlas, quien en su oficina lo invitó a incorporarse al equipo; inicialmente, Guillermo aceptó, Zetter tomó el teléfono y le pidió a Alfredo “Pistache” Torres que le trajera el uniforme de la Academia atlista y el dirigente se disculpó, pues tenía que retirarse un momento, por lo que lo dejó en el despacho. Llegó Torres, le dio la camiseta y se salió. El “Tigre”, solitario en el despacho, tomó la camiseta del Atlas en sus manos, la vio, reflexionó, cerró sus ojos, pasaron por su mente mil momentos de rivalidad contra el enemigo local, épicas batallas, triunfos, angustias, alegrías y derrotas; luego, respiró profundamente, se levantó, puso la camiseta doblada como la había recibido encima del escritorio y sin decir nada, salió del lugar, porque… porque en su concepción un chiva no podía ponerse jamás la camiseta atlista.

¿Usted cree que muchos jugadores de la generación actual del Guadalajara merecen siquiera usar la camiseta que alguna vez portó Guillermo “Tigre” Sepúlveda?

Yo, la verdad, no.

¿Le parece que nos leamos –Dios mediante- la próxima quincena?

 

 

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