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Me estoy graduando en las artes de la fornicación.

La toga y el birrete me excitan al punto de que sólo de pensar en esas dos prendas que usan los graduados en sus ceremonias se me moja la pantaleta.

Tengo años trabajando como encargada en una tintorería, y uno de nuestros principales clientes es una empresa que se encarga del alquiler de togas y birretes para los universitarios que acaban de culminar sus estudios y que desean lucir de gala en la entrega de sus reconocimientos o la tradicional foto de generación.

Por desgracia estoy en pausa con mi gusto por esa vestimenta elegante de graduados, la pandemia ha impedido que jóvenes y no tanto se vistan de esa manera para ceremonias conmemorativas, porque está prohibido reunirse a razón de la pandemia de Covid-19.
Aunque estoy encargada del área de mostrador, las prendas pasan por mis manos a la hora de entregarlas y a la hora de recibirlas, así fue como inició mi cochina fantasía.
Un día, cuando ya me disponía a cerrar el local, llegó Carlos, el encargado de la ropa de alquiler, a dejarme cien delicados atuendos para lavar. Yo los recibí y en las prisas no me percaté de que sin querer me quedé con una de las prendas sobre mi hombro mientras las contaba, y para no volver a abrir los candados decidí llevarla a casa.
Ya en mi casa me vino la idea de usarla mientras cabalgaba a mi marido. La idea de que él me viera vestida de universitaria recién graduada me ponía muy cachonda. Esa noche me orgasmeé como hace mucho no y él quedó casi con los testículos exprimidos de tanto que eyaculó.
Me quedé dormida después de horas de sexo, estaba contenta de que una prenda tan insignificante me pusiera tan caliente y dispuesta a hacerle de todo a mi marido. Él estaba incontrolable, sentía mi excitación y más prendido se puso, se chorreó por todos lados.

Al otro día discretamente puse la prenda entre el montón a lavar y me sonrojé al escuchar a Fátima, una de las lavanderas: “¡Mira nada más, esto de aquí parece semen, estos muchachitos no respetan que es ropa de alquiler!”.
Aunque las lavanderas se han quejado de manchas y olores a sexo en esa ropa, yo no resisto la tentación de llevarme el atuendo completo de graduado a mi casa para que mi macho me penetre hasta que yo ya no aguante y grite de placer cada vez que llego al orgasmo.
Desde esa fecha sólo espero que llegue Carlos a llevarme más prendas a lavar. Por desgracia ya ha pasado un año y no tengo prenda que llevarme prestada para saciar mi fantasía, estoy al borde de la locura y hasta pensando en que debo comprarme o confeccionarme una de estas prendas para seguir disfrutado de los favores sexuales de mi hombre.

Me vuelve loca la toga y mucho más cuando debajo de ella decido usar liguero y medias para cabalgar sobre mi hombre. Me retuerzo de placer sólo al imaginarme que me estoy graduando en las artes de la fornicación, y hasta me deberían dar un reconocimiento por ello.
Ana

RESPUESTA:

Ana, agradezco te hayas tomado el tiempo de escribirme lo que te sucede.

Me parece maravilloso que tengas una fantasía sexual que te lleve al placer extremo, pero celebro más que tu pareja sea parte de ella y que también él pueda tener explosivos orgasmos con su juego de pareja.

Por otro lado me parece buen idea que puedas adquirir tu propia toga y birrete, me parece es un abuso de confianza que estés usando la ropa de la tintorería donde trabajas, no es nada ético abusar de la confianza.

Acércate a la persona que te lleva los uniformes a lavar, seguro tiene alguna toga que pueda venderte a buen precio, de esta manera no estrás faltando a la ética y si podrás disfrutar de tus ceremonias privadas de graduación.

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