Investigaciones especiales

Por pandemia, Viacrucis laboral

Golpeada la economía nacional vive serios trastornos en el ambiente laboral por el cierre de empresas, quiebras financieras, despidos, entre otros, por la pandemia

No obstante que se han aplicado protocolos para las empresas por la contingencia sanitaria, donde las empresas  y las dependencias gubernamentales aplican medidas de prevención básicas, los decesos llegan a 200 mil muertes. Ha sido un año desastroso.

El virus que causa enfermedades que van desde el resfriado común hasta enfermedades respiratorias más graves ha circulado y se transmite de una persona infectada a otras a través del aire, al toser y estornudar, al tocar o estrechar la mano de una persona enferma, o al tocar un objeto o superficie contaminada con el virus y luego tocarse la boca, la nariz o los ojos antes de lavarse las manos.

Aunque se han extremado precauciones, también se ha vivido el relajamiento de medidas de protección básicas en centros de trabajo. La atención de clientes, proveedores, los mismos compañeros de oficina son protagonistas de la trasmisión del virus.

Sin embargo frente a la parálisis laboral derivada de la epidemia del CORONAVIRUS-19 un amplio grupo social en el que se incluye un significativo núcleo de trabajadores vive lejos del temor y de los riesgos.

Hay empresas que inventaron licencias sin goce de sueldo o pararon actividades afectando el ingreso de trabajadores.

Si para los trabajadores formales el COVID-19 ha sido riesgoso, para quienes son emprendedores, freelance o que se dedican al comercio ilegal, es simplemente letal. La propia OIT reconoció que al carecer de seguridad social en caso de resultar positivos al virus, dejaron de trabajar y percibir ingresos.

En su oportunidad la Secretaría de Trabajo y Previsión Social (STPS) advirtió que no existe fundamento legal para separar a trabajadores o modificar unilateralmente las condiciones de trabajo, tal como ha ocurrido en muchas empresas. A través de un comunicado, recomendó al personal y patrones a llegar a acuerdos que beneficien a ambas partes, para garantizar la viabilidad de las empresas y la estabilidad en el empleo, en esta etapa de crisis sanitaria por el llamado COVID-19.

En este largo peregrinar se hizo un llamado enfático a las empresas que han incurrido en esas prácticas a rectificar y cumplir con la ley. Incluso se invitó a los afectados a recibir asesoría jurídica y defensoría legal por parte de la Procuraduría Federal de la Defensa del Trabajo

En la ciudad de México la jefa de Gobierno, Claudia Sheinbaum, exhortó a los capitalinos a no firmar las “renuncias voluntarias” que empresas y puntualizó: “No me parece correcto que empresas, particularmente empresas grandes, abandonen a sus trabajadores cuando más lo necesitan”.

Está claro que la emergencia por el COVID-19 afectó notoriamente los ámbitos económicos uy financieros y que el país ya no es el mismo al que había antes de la crisis sanitaria. Desafortunadamente en materia laboral las expectativas son pesimistas, pues además de los empleos perdidos, no hay generación de nuevos puestos laborales.

Al país le redujeron la calificación por las bajas perspectivas de crecimiento de la economía, ocasionadas principalmente por la crisis de salud.

LA PLAGA LETAL

La desocupación, convertida en una plaga producto de la pandemia del COVID-19, sigue cobrando víctimas. El desempleo generó un desastre económico que reclama una Emergencia Laboral.

Estadísticas, pronósticos, encuestas, análisis, proyecciones y estudios gubernamentales y privados, han dado origen a una danza de cifras y números en torno al desempleo, en la República Mexicana, que genera incertidumbre, inseguridad y angustia.

El Banco de México advirtió en su oportunidad que durante el mes de abril del año pasado más de 12 millones de mexicanos cayeron en un trance laboral, dado que fueron enviados a sus casas por sus empleadores.

Unos con salario reducido, otros sin paga y el resto con la promesa de recuperar su empleo cuando la situación se normalice.

La primera Encuesta Telefónica de Ocupación y Empleo mostró que la Población Económicamente Activa (anterior a la entrevista del INEGI) se encontraban ocupadas 57.4 millones de personas en marzo. Cifra que durante el mes de abril descendió a 45.4 millones.

La diferencia son los 12.5 millones que se encontraban en un estado de suspensión laboral temporal ocasionado por la cuarentena del COVID- 19.

Lo anterior significa que de los 57.4 millones de mexicanos que integraban la fuerza laboral del país hace un año, el 20 por ciento cayó en este limbo laboral.

El Índice Global de la Actividad Económica de México (IGAE) registró en mayo del año 2020 un descenso de 21.6 por ciento anual, segundo mes de confinamiento por el COVID-19, de acuerdo al Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI).

El dato representa su segundo mes consecutivo en registrar mínimos históricos. En abril, el indicador descendió 19.6 por ciento.

Con este resultado, la actividad económica del país acumula trece meses consecutivos en terreno negativo. Además, refleja las afectaciones por la pandemia causada por la nueva cepa de coronavirus.

En su reporte mensual, se observó que dos de los tres los sectores de la economía mexicana presentaron descensos durante el quinto mes del año.

El sector industrial retrocedió 29.7 por ciento a tasa anual durante mayo del presente año. Esta caída es igual a la registrada el mes y es la más profunda desde que hay datos (1993).

En este mismo sentido, el sector terciario descendió 19.1 por ciento en el quinto mes del año respecto al mismo periodo de 2019; es su peor contracción desde que hay datos disponibles.

Nueve de cada diez empresas en el país resultaron afectadas por la contingencia sanitaria del COVID-19, sufriendo principalmente una caída en sus ingresos y una baja demanda, pese a esto, la mayoría no recibió apoyos.

De acuerdo con la Encuesta sobre el Impacto Económico generado por COVID-19 (ECOVID-IE), el 93.2 por ciento de las empresas mexicanas registraron al menos un tipo de afectación por la contingencia sanitaria.

Durante el periodo de estudio, se estimaron 32.9 millones de personas ocupadas, de las cuales 23.5 por ciento trabajó desde su casa, 30.3 por ciento no trabajó las horas habituales, 46.1 por ciento disminuyó su ingreso y 21.8 por ciento estuvo ausente temporalmente de su trabajo manteniendo un vínculo laboral.

Del total de ocupados ausentes temporales de su trabajo, en 92.9 por ciento de los casos, su ausencia se debió a la pandemia originada por el COVID-19.

Se estima que de las empresas en el país retomadas por la ECOVID-IE, poco más de la mitad, el 59.6 por ciento, instrumentaron paros técnicos o cierres temporales como medida de prevención, mientras que 40.4 por ciento no lo hicieron.

Por su parte, la Encuesta Nacional De Agencias Funerarias Ante COVID-19 (Enaf) evidenció que las empresas funerarias grandes fueron las que presentaron las mayores ganancias durante el periodo en estudio.

En promedio, una empresa grande prestó 351 servicios funerarios durante febrero del año anerior, en tanto que en mayo prestó 516 servicios. Mientras que una microempresa realizó 12 servicios funerarios en febrero.

Para millones de trabajadores, la ausencia de ingresos equivalió a la ausencia de alimentos, de seguridad y de futuro.

Análisis y estudios de especialistas en la materia, pronosticaron que la crisis económica provocada por la pandemia ha dado una golpe contundente a la capacidad de ingreso y garantizar el sustento de casi 1 mil 600 millones de trabajadores de la economía informal (el grupo más vulnerable del mercado laboral), de un total de 2 mil millones a nivel mundial, y de una fuerza de trabajo mundial de 3 mil 300 millones de personas.

Dos son los factores que determinaron esta crisis: las medidas de confinamiento y/o el hecho de que esas personas trabajan en sectores severamente castigados por la pandemia.

A nivel mundial, el primer mes de la crisis se habría cobrado un 60% de los ingresos de los trabajadores informales.

Al no contar con una fuente de ingresos alternativa, estos trabajadores y sus familias carecen de medios que avalen y aseguren su supervivencia.

En todo el mundo, más de 436 millones de empresas afrontaron el grave riesgo de interrupción de la actividad.

IMPACTOS EN LA SALUD

En la actualidad, en nuestro país existen personas desempleadas, según cifras del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI), a quienes no sólo afecta a la economía, sino que además el desempleo tiene ciertas consecuencias en la salud, así como un mayor gasto respecto a los servicios de salud pública.

De acuerdo con los resultados de la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo (ENOE), en el tercer trimestre del año PASADO la población desempleada en nuestro país registró un incremento en la tasa de desocupación del 5.2%, lo que además se reflejó en un número significativo de personas que perdieron su derecho a la atención a la salud, entre otras consecuencias.

El desempleo se convirtió en una de las experiencias más traumáticas para las personas que lo viven, ya que impactó todos los ámbitos de su vida, incluida la salud.

La consecuencia más frecuente y común, al atravesar por la falta de empleo, es la depresión. Pero además existieron otras complicaciones asociadas y derivadas al desempleo, tales como:

Desesperación, angustia y ansiedad, muchas veces canalizada en un mayor consumo de sustancias o bien la ingesta desmedida de alimento para saciar la tristeza tras perder el empleo.

La necesidad de buscar empleo generó estrés, y quienes no saben controlarlo, suelen tener peor salud mental que el resto de sus competidores.

A nivel familiar, generó conflictos con la pareja debido a los problemas económicos, incluso provocar divorcios.

Enfermedades crónicas. El estado anímico merma la salud en general, y si no es causa directa, si se asocia con el desarrollo o prevalencia de diabetes, hipertensión y hasta problemas cardiovasculares.

A nivel social, el desempleo genera marginación y discriminación en determinadas poblaciones, por lo que una persona desempleada se aísla, deja de disfrutar sus actividades y padece letargo y fatiga crónica, además de que puede asociarse con conductas violentas y delictivas.

Par aprender a sacar y valorar las ventajas competitivas frente a la falta del empleo, especialistas recomiendan que para evitar consecuencias en la salud por desempleo, las personas aprendan a invertir su tiempo y esfuerzo en empleos que logren mantenerlos ocupados pronto y en condición de salud aceptable, a partir de lo cual se puede volver a escalar la pirámide laboral.

Las empresas no son ajenas al problema del desempleo, pues sobre ellas recae gran parte de la responsabilidad en materia de contratación. Sin embargo, no todos los tipos de desempleos impactan de igual manera.

El desempleo cíclico o coyuntural es el que mejor se ajusta a las características del desempleo actual. A su vez, se trata del tipo de desempleo más nocivo para la economía ya que está en función del crecimiento o decrecimiento de la iniciativa privada. Como sabemos, la actividad empresarial está sujeta a fases de expansión y recesión de la economía, y ello inevitablemente afecta al número trabajadores afectados.

A todos esos escenarios, debe agregarse la falta de oportunidades laborales para los jóvenes, la escasa preparación de los empleados, así como la informalidad, representan grandes desafíos en la lucha por alcanzar mejores condiciones para la población económicamente activa.

Abruptamente vinieron cambios y modificaciones estructurales que se han agudizado negativamente. En contra de los pronósticos, aparecieron desempleo, subempleo, baja de salarios, economías fracturadas, incalculable crecimiento del comercio informal, cierre de empresas, baja del Producto Interno Bruto y un sinfín de consecuencias que golpean a quienes aportan la mano de obra en los sectores productivos.

DAÑOS IMPARABLES

En ese entorno las Afores registraron un récord histórico en retiros por seguro de desempleo, mientras que los trabajadores informales debieron incorporarse al régimen voluntario del IMSS para protegerse ante crisis sanitarias y económicas como la causada por el CODIV19.

Millones de mexicanos formales fiscalmente e informales legal y voluntariamente quedaron desprotegidos por el desempleo. Hubo consideraciones en las que se contempló que en México sólo el 40 por ciento de la población tiene un empleo formal con seguridad social, el resto no cuenta con protección de este tipo.

En México la gran mayoría de la juventud tiene trabajos con escasos recursos, muchas veces sin relación laboral o contratos basura, el resultado de esa realidad en plena pandemia es que de las 685,640 personas que se dieron de baja en el IMSS al perder sus contratos laborales 375,714 fueron jóvenes.

El año pasado el INEGI contabilizaba 8.9 millones de jóvenes trabajando en la informalidad, o sea sin prestaciones laborales. De esto se puede suponer que casi el 60% de la juventud que trabaja ni siquiera estaba registrada en el IMSS, por lo que seguramente las cifras de desempleo son más del doble de lo que reporta esta institución.

Además, el 53.2% de los menores de 30 años ganan a lo mucho 2,500 pesos al mes, lo que implica que despedir un joven resulta muy barato. Para la juventud, que nació y creció con la crisis económica, parece ya normal que los únicos trabajos a los que puedan acceder sean en call centers, repartiendo comida para los Uber Eats o Rapi en motos, bicis o hasta transporte público, para ganarse así unos cuantos pesos que en el mejor de los casos les ayude a mantener sus estudios.

Son una generación que, a diferencia de sus padres, difícilmente podrán soñar con tener un espacio propio para vivir, seguro médico, estar sindicalizados o plazas permanentes. Hoy, el COVID-19 que vino a acelerar y agudizar la crisis económica, viene a recordar una vez más que este sistema no tiene nada que ofrecer más que vidas de precarización

GOLPE TRAS GOLPE

Heridos de muerte trabajadores y empresarios de la industria restaurantera, en la que se encuentran involucrados más de cinco millones de familias, siguen en la agonía por las restricciones que derivaron del rebrote y alza de la pandemia COVID19.

A esa cifra debe sumarse una cantidad incalculable de inversionistas y personal que indirectamente participan en el suministro de insumos, materias primas y servicios que influyen en la venta y distribución de alimentos.

Golpeado por el daño colateral que significa la limitada presencia turística, el problema se agravó en diversas entidades de la República Mexicana que viven de la afluencia de visitantes.

Quiebras, cierres, traspasos y la operación limitada a la venta de alimentos solamente para llevar, acentúa la problemática de la industria restaurantera.

Las industrias restaurantera y hotelera fueron de las más afectadas por las medidas para contener la COVID-19 en el país. De acuerdo con un estudio realizado por Konfio, una institución financiera que otorga créditos a las pequeñas y medianas empresas así como préstamos para los negocios, durante el inicio del primer periodo del confinamiento en México, la industria restaurantera sufrió un desplome cercano al 60 en sus ingresos.

Según el portal de noticias Inmobiliare, el presidente de la Asociación de Desarrolladores Inmobiliarios (ADI) dijo que entre abril y septiembre de 2020 fueron cerrados 335 locales en la Ciudad de México, ocupados por la industria restaurantera.

Propietarios hicieron descuentos hasta del 50 por ciento de las rentas Las restricciones para la operación de comercios orilla al cierre y desocupación de locales. Zona de Santa Fe en la Ciudad de México con el 54 por ciento de inmuebles de oficina y comerciales desocupados tras el Covid19.

LETREROS DE “SE VENDE” o “Se renta” inundan las principales ciudades del país con el doloroso trasfondo de una crisis inmobiliaria causada por la pandemia por COVID19. La gente ya no tuvo para pagar la renta, los propietarios ya no pudieron sostener los descuentos, las afectaciones fueron para todos y continuará nadie sabe hasta qué momento.

El viacrucis padecido durante un año, es más amplio que todo este resumen.

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