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Estertores que acalambran

Porfirio Muñoz Ledo es un político sagaz. Ninguna de sus acciones pueden calificarse como ingenuas o nacidas de la improvisación, todas y cada una están meditadas y valorados sus alcances y repercusiones.

Fue él quien suscribió el primer movimiento político para que llegara a la Cámara de Senadores un miembro de la oposición, que era comparsa del Partido Revolucionario Institucional a cambio de evitar que un destacado hombre de izquierda quebrantara la hegemonía priista en las gubernaturas.

Alejandro Gascón Mercado derrotó en las urnas al coronel Rogelio Flores Curiel. Con las banderas del Partido Popular Socialista, se impuso electoralmente al candidato del poderoso PRI.

Aquellos tiempos en que Luís Echeverría Álvarez era presidente de la República y Muñoz Ledo dirigente nacional del partido tricolor. La instrucción fue no permitir que Gascón fuera reconocido como gobernador, costara lo que costara.

Fiel a su talento, Porfirio convenció a Jorge Cruickshank García, quien era dirigente nacional del PPS, de que dejaran al gobierno estatal a Flores Curiel y cambio le sería entregada una senaduría por el estado de Oaxaca.

Con esa operación, realizada con la más pura filigrana a que pueda recurrirse, el dirigente del Partido Popular Socialista se convirtió en legislador y Alejandro Gascón se quedó chiflando en la loma.

En ese movimiento, tuvo que pedirse a Pedro Vázquez Colmenares que renunciara a sus aspiraciones ya conquistas de llegar a la Cámara alta como senador priista. A cambio fue enviado a una diputación federal y luego sería correspondido con cargos en la administración federal.

Ese Porfirio, de aptitudes y capacidades sobresalientes, también fue recompensado con la Secretaría de Trabajo y luego con la de Educación Pública.

En su larga trayectoria Muñoz Ledo fue representante de México en la ONU. Al defeccionar de las filas priistas junto con el ingeniero Cuauhtémoc Cárdenas, Rodolfo González Guevara, Ifigenia Martínez, Ignacio Castillo Mena y muchos más, se perfilaron a formar posteriormente el Partido de la Revolución Democrática, el mismo que llegó a presidir.

Ahora en un ambiente hostil, de clara discrepancia y con claros enfrentamientos, Porfirio anunció que va por la dirigencia de MORENA. Busca dirigir un tercer partido político en su vida.

Quiere ser la cabeza del partido fundado por el presidente Andrés Manuel López Obrador. Y no está dispuesto a ceder. Prueba de ello que ha recurrido a proliferar acusaciones de alta gravedad.

Gracias a una convocatoria de renovación en la dirigencia de MORENA, con la que más de 100 militantes levantaron la mano para ocupar la presidencia y la secretaría general de la organización, se dio paso al aquelarre.

Se arguye paridad de género para que un hombre y una mujer  sean elegidos por una encuesta abierta a la población general. El método de selección es el pretexto que ha generado una confrontación sin límites.

Prueba fehaciente son las declaraciones vertidas al periódico El País, donde Muñoz Ledo dijo:

“Marcelo Ebrard está ansioso, ganoso, desembocado para ser presidente de la república”.

Pero fue más allá:

Sobre el actual secretario de Relaciones Exteriores, externó “Que se cuide. Perdóname, Marcelo, pero te vas a ir del partido si sigues así”.

Hay quienes califican esa postura como estertores de un político que ya debiera encontrase en el retiro. Pero no es así. Porfirio quiere ser protagonista de una batalla que aun y cuando estuviera perdida, está dispuesto a vivirla con todas sus consecuencias.

Junto con Marcelo Ebrard, quiere llevarse a la debacle al diputado Mario Delgado Carrillo, a quien considera un alfil del canciller.

Las tronantes declaraciones de Muñoz Ledo vienen a provocar un verdadero cisma en las filas morenistas del instituto político cuya bandera innegable es el presidente López Obrador.

Ni duda hay de que sobran voluntarios para el ajuste de cuentas a Muñoz Ledo. Primero para congraciarse con el mandamás y segundo para defender la causa de quien se perfila como uno de los principales candidatos a suceder al actual presidente.

Lo cierto es que la guerra está declarada y que habrá, ni lo dude usted, muchos damnificados. Faltarán camillas para recoger a los afectados por esta confrontación.

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