Hace unas cuantas semanas, el presidente Andrés Manuel López Obrador dio a conocer que había llegado a un acuerdo con la iniciativa privada, a fin de que los empresarios del país colaboraran para que sus trabajadores pudieran jubilarse en mejores condiciones.
Dijo que los patrones habían aceptado sufragar los costos para que los afiliados al Instituto Mexicano del Seguro Social reclamar con antelación su retiro, mediante una significativa disminución en el mínimo de semanas cotizadas, y con un mejor salario de jubilación.
Por supuesto que es loable que los trabajadores de la iniciativa privada vayan a tener mejoras cuando se jubilen y que no les costará más, pues sus patrones sufragarán los gastos que se generen.
No se habló de mejorar sus condiciones actuales de trabajo ni sus salarios, pero al menos sí de que estén en mejores condiciones cuando concluyan su vida laboral y sean recompensados con una jubilación más digna.
La noticia era tan buena, que López Obrador le dio gran difusión y, aunque acabó reconociendo que la iniciativa nació de los empresarios, dijo que era un gran logro del Gobierno de la 4-T en favor de los trabajadores.
Hizo tanto énfasis en el beneficio que tendrán los empleados que trabajan en la IP y cotizan en el IMSS, que alguien le recordó que se estaba olvidando del sector oficial y los empleados que dedican su vida a servir en la administración pública.
Para tratar de matizar su alegría por los privados y el olvido en que se tiene a los trabajadores del gobierno, se sacó de la manga un supuesto apoyo a futuro para toda la burocracia, pero no dijo ni cómo ni cuándo.
“También va a haber mejoras para los trabajadores del gobierno, es una promesa, sólo les pido que me aguanten tantito a que mejore un poco la economía”, dijo para tratar de suavizar el olvido en que se tiene a la burocracia.
Pero si sus datos sobre la economía son como lo de la pandemia de coronavirus que está matando a miles de mexicanos cada semana, pero que él asegura que la estrategia ha sido exitosa y ejemplo mundial al aplanar la curva, pues que la burocracia espera sentada.
Por lo general el gobierno ha sido siempre un mal patrón, privilegiando a mandos medios y altos, y dejando de lado a las bases, que son quienes realmente mantiene operando el sistema oficial.
Este gobernó no es la excepción e incluso es peor que los anteriores, pues ha sido no sólo abusivo, sino irresponsable con la plantilla de servidores públicos, sindicalizados y no sindicalizados.
Siempre ha habido privilegios para los funcionarios cercanos a quienes encabezan las dependencias, que son los que llegan por favores políticos o por cercanía personal.
En cambio, por lo general la burocracia es tratada sin respeto, y el mejor ejemplo es la humillación que reciben trabajadores de varias dependencias federales, que con el pretexto de la austeridad les fueron retiradas sus computadoras.
Y en su profunda ignorancia, el presidente les pide que no se quejen, que sean creativos, que ni Morelos ni Zapata tenían computadoras y que eso no los detuvo en sus luchas libertarias.
Por supuesto que es ofensivo para los trabajadores, pues en esta era de digitalización quien no tenga acceso a una computadora y al internet está fuera de la jugada, y más si se tiene que brindar un servicio al público.
Con el argumento de generar ahorros, el Gobierno de la 4-T está llegando a extremos de no dotar a sus trabajadores de los elementos necesarios para la realización de sus funciones, lo que obviamente viola la Ley Laboral.
Si estas prácticas se dieran en la iniciativa privada, la misma Ley Federal de Trabajo castigaría a los empresarios.
La negación de computadoras a los trabajadores gubernamentales podría obligarlos a utilizar su equipo personal, en caso de que tengan, o en algunos casos a adquirir alguno.
Incluso en muchas dependencias se están restringiendo insumos básicos como agua de garrafón, electricidad y papelería, entre otros, y hay funcionarios que han sido obligados a renunciar a su categoría de “trabajadores de base”, para ser recontratados como eventuales.
Todas estas medidas, que se aplican bajo el argumento de la austeridad republicana, están pasando por encima de elementales derechos humanos y laborales.
Quizá el ejemplo más claro en estos momentos sea de los trabajadores gubernamentales de Sector Salud, que están combatiendo todos los días a la pandemia del Covid-19, arriesgando sus vidas ante la falta de equipos de protección.
No hay ninguna solidaridad del gobierno, sino por el contrario, muchos de los que protestan son acusados de estar al servicio de los neoliberales o de nada más estar pensando en el dinero, cuando en realidad no cuentan con el equipo adecuado.
En muchos casos el suministro médico no ha llegado oportunamente y los trabajadores han tenido que comprar insumos con sus propios recursos, como lo han denunciado incluso los residentes que trabajan en hospitales y no les dan apoyos.
La política laboral en el ámbito gubernamental debiera ser un ejemplo de solidaridad y compromiso para proyectar a la sociedad la autoridad moral que necesitaría, para señalar cuando se comentan malas prácticas y sancionarlas.
Pero lo que se ve es un olvido y una necesidad de fustigar y deshacerse de las plantillas laborales heredadas de los gobiernos neoliberales, por lo cual aplican la estrategia del maltrato para castigarlos.
Y pensar que muchos de esos trabajadores votaron por López Obrador pensado que con él les iba a ir mejor… hoy están más desprotegidos y abandonados que nunca.