El escándalo en que se ha visto envuelto el país en los últimos días, debido a los terribles feminicidios cometidos y a la “huelga de mujeres” proyectada como protesta para el 9 de marzo, tiene contra la pared a gobierno de la 4-T.
No sólo porque las mujeres han levantado la voz, exigiendo la protección gubernamental a sus garantías, sino por el pésimo manejo que le han dado tanto Andrés Manuel López Obrador como Claudia Sheinbaum.
El presidente, al exigir que no le pregunten en sus mañaneras de esos temas porque desvían su interés de promover el sorteo de septiembre próximo, donde la Lotería Nacional rifará un premio en alusión al avión presidencial.
En el ambiente quedó la impresión de que a López Obrador le interesa más hablar de sí mismo y de sus ocurrencias paran justificar la imposible venta del mencionado avión, que atender un problema lacerante para el pueblo.
Si los ánimos estaban encendidos, sus palabras de desprecio a estos reclamos motivaron que colectivos de mujeres se concentraran en Palacio Nacional para protestar, rayar e incendiar las puertas.
Ni cómo decirles que no, si el propio presidente -quien en teoría debe garantizar su seguridad-, exige a los reporteros que no contaminen con sus preguntas sobre feminicidios las reuniones mañaneras.
Ni el sucio truco de inventarse al vuelo un supuesto decálogo en defensa de las mujeres, que no fue más que uno más de sus rollos mañaneros, calmó la indignación de la población; las protestas crecieron.
Si la inconformidad era grande con el crimen de Ingrid, joven que fue desollada por su pareja en la capital y cuyas fotos fueron filtradas por el gobierno capitalino a diversos medios de comunicación, la cosa se desbordó.
Y es que unos cuantos días después estalló el caso de la niña Fátima, quien fue recogida de una escuela de Xochimilco por una mujer que no era su madre, y que días después apareció asesinada y con huellas de ataque sexual.
Aunque ambos casos pueden enmarcarse en la espiral de violencia y descomposición social que se vive en el país, la reacción del gobierno para tratar de zafarse fue tan torpe, tan burda, que acabó en un escándalo.
En el caso de Ingrid, el gobierno jamás explicó cómo es que la foto del cuerpo desollado de la joven apareció en algunos medios, toda vez que los únicos que las tenían eran los peritos de la Fiscalía.
Hasta hoy no hay ningún culpable de la doble victimización de Ingrid y su familia; sólo promesas de que habrá castigo, y ya.
Pero no conforme con esa pifia, en el caso de la niña Fátima, de tan sólo siete años, el gobierno de Sheinbaum volvió a cometer -y con creces- la revictimización de la menor y sus padres.
Lo primero que dijo la fiscal Ernestina Godoy a un programa de radio, es que el padre de Fátima padecía de demencia senil y la madre de sus facultades mentales.
¡Cómo si eso fuera motivo para que la pobre niña fuera violada y asesinada!
Y la propia directora del DIF capitalino, Estela Damián, declaró que la menor había sido víctima de malos tratos desde 2017, de lo que se agarró Sheinbaum para decir que eso no le había tocado en su gobierno.
Que todo lo que se vive es heredado, a pesar de que ya lleva casi año y medio gobernando. Ninguna mujer, sea de cualquier filiación política, podría pasar estas declaraciones por alto.
Lo único que les interesaba tanto al gobierno federal como al local era salvar su pellejo político, sin importar que las mujeres de este país estén siendo asesinadas y, lo peor, que no las puedan proteger.
No conformes con esas pifias, los de la 4-T vuelven a equivocarse al descalificar la protesta que organizaciones defensoras de mujeres están organizando para el 9 de marzo, a través de “un día sin mujeres”.
La llamada de quienes organizan es para que ese día ninguna mujer salga de su casa, para que se sienta cómo sería un día si ellas desaparecieran. Lo hacen como una justa protesta, pero desde hoy ya son criminalizadas por Morena.
Dicen que detrás de todo esto hay grupos de ultraderecha que sólo quieren golpear a López Obrador, como si el presidente fuera manco o no tuviera culpa alguna de lo que pasa en el país que gobierna.
Porque si todo su sexenio se la va a pasar quejándose de que le dejaron un cochinero y que la culpa es de los neoliberales, pues para qué esperar a que llegue 2024: que aviente el arpa de una vez si no puede.
Ni modo que no haya sido decisión de él acabar con las estancias infantiles, que sobre todo beneficiaba a mujeres pobres.
O cerrar los albergues para mujeres maltratadas, donde se le daba atención médica, sicológica y de alimentación a madres de familia golpeadas en sus casas; la mayoría gente pobre.
O acabar con el Seguro Popular, que protegía a más de 50 millones de mexicanos pobres -una gran mayoría mujeres-, que no tenían acceso a la salud.
Hoy no tienen trabajo; medicinas; protección social; dónde dejar a sus hijos mientras buscan el sustento, y encima de eso hay un espiral de violencia en contra de ellas, y todavía dicen los pejistas que es culpa de los neoliberales.
¿Acaso alguien puede pensar que la 4-T es feminista? ¿Las mujeres que trabajan para sus gobiernos están de acuerdo?